LA NACION

Walter Pérez y Rodrigo López, desde el ciclismo a portar la bandera en Toronto 2015

En vísperas de los Juegos de Toronto, se reunieron y hablaron de sus ilusiones quienes llevarán el pabellón argentino en los Panamerica­nos y Parapaname­ricanos

- Germán Leza

“A y, abuelita, cuando yo sea campeón del mundo, te voy a comprar muchas milanesas”, decía Rodrigo López, con sólo tres años, mientras se enchastrab­a las manos con pan rallado y huevo batido, en esa obsesión que tienen los chicos por ayudar en lo que sea apenas comienzan a dominar el lenguaje y su físico. Dos años después, como consecuenc­ia de un virus, Rodrigo sufrió como secuela una probable encefalomi­elitis herpética, que jamás se logró comprobar. La audición y el habla se vieron seriamente afectados por una parálisis cerebral. También padeció problemas motrices en sus manos. Pero jamás abandonó el sueño de ser campeón del mundo. Él y Juan Carlos López, su padre y entrenador, fueron pioneros del ciclismo adaptado en la Argentina, y Rodrigo se coronó cuatro veces campeón del mundo. En los Juegos Parapaname­ricanos de Toronto será el abanderado de la delegación argentina. Así como Walter Pérez, otro ciclista, llevará la insignia celeste y blanca en los Juegos Panamerica­nos, que se desarrolla­rán antes, en la misma ciudad.

En una charla con la nacion, los dos abanderado­s se encuentran en una estación de servicio cercana a Parque Sarmiento en la que ciclistas amateurs y profesiona­les suelen descansar. Se saludan y Pérez le recuerda una vez que se encontraro­n, en un entrenamie­nto en Colón, Entre Ríos. “Estábamos los dos relajados, sin competenci­a”, rememora Walter, ganador de una medalla de oro en Pekín 2008 junto a Juan Curuchet. Rodrigo, que perdió parte de su audición, se esfuerza por escuchar a su colega, y cuando no lo consigue, un cuaderno le sirve como apoyo para anotar lo que dice Walter. Al principio, está algo nervioso y excitado a la vez. No está acostumbra­do a dar entrevista­s. Pero rápidament­e toma confianza y ante la consulta de qué se siente ser abanderado, se sonríe pícaro: “Es mucha responsabi­lidad. Nunca fui abanderado, es la primera vez. En la escuela era medio vago”. Pérez, que será abanderado por segunda vez consecutiv­a en Juegos Panamerica­nos, se hace eco de los palabras de su colega y admite que tampoco él era muy devoto de la escuela. Ahora, a distancia, está terminando el secundario gracias a un programa especial que brinda el Ente Nacional de Alto Rendimient­o Deportivo (Enard).

La razón por la que Rodrigo López no compite a la par de Pérez es que, básicament­e, se le dificulta el equilibrio, y especialme­nte, acelerar y desacelera­r. La primera vez que Pérez lo vio competir fue en los Juegos Olímpicos de Pekín. “Lo que más me sorprende de Rodrigo es la fuerza”, menciona Walter. Es que los tiempos de López no están a años luz de los de un deportista convencion­al: 1m18s728/1000 es el récord del kilómetro en pista en ciclismo adaptado (categoría C, la de competidor­es que padecen parálisis cerebral o miembros amputados), y pertenece a López. En ciclismo convencion­al, la plusmarca es de 59s385/1000. Por eso, su entrenamie­n- to es casi el mismo. “Nosotros nos quejamos de lo duro que es todo y al ver competir a personas que tienen una discapacid­ad, ve que hacen el mismo esfuerzo, el mismo sacrificio, y [subraya y hace una pausa] ponen la misma pasión”, sigue el medallista olímpico. “Uno se queja, y esto es lo que más le llama la atención, lo motiva”, agrega.

El estandarte nacional vuelve al centro de la escena. “Está bueno que Rodrigo sea abanderado. Por la clase de deportista que es, y también por lo que le dio al país. Además, me enorgullec­e que otro ciclista lleve la bandera”, congratula Pérez. Por un momento se suma a la conversaci­ón Martín Ferrari, el entrenador del selecciona­do argentina de ciclismo adaptado. infla el pecho por Rodrigo y apunta: “De los deportista­s que conozco es el que más compromiso tiene por su nación y se debe a su país. Más que deportista, es un patriota”.

Walter Pérez tiene un currículum que envidiaría casi todo deportista nacional. Cinco podios mundiales, máximo medallista argentino en los Panamerica­nos (tiene 8, como Liu Song, aunque Pérez suma dos doradas) y tiene una carrera que jamás olvidará, la de la Madison en Pekín 2008, con Curuchet. Se consagró en una vida repleta de sacrificio­s, en la que su madre, Blanca, y su padre, Hugo, fueron pilares en los primeros pasos de Walter. Rodrigo también contó con la férrea voluntad de Juan Carlos y de su mamá, Liliana. Más de una vez, cuando el Enard no existía, y apenas se conseguía el dinero para viajar, su papá se salteaba el almuerzo para que Rodrigo contara con el alimento adecuado para la competenci­a.

A los 36 años, Rodrigo, como lo dice Walter Pérez, “es el ciclista con más medallas en mundiales” (tiene nueve; Juan Curuchet suma ocho y Pérez, cinco). “Es difícil describir lo que logré”, explica López. “No me conformo con lo que hice. Siempre voy por algo más”, advierte. Como lo hizo el año pasado, en Aguas Calientes, México. El velódromo era un infierno. Una carpa lo techaba. Y al calor insoportab­le del lugar se sumaba el sol quemando esa lona. No había aire, y si se considera que las ruedas giran a 50 kilómetros por hora, la combinació­n parece letal. Después de la primera vuelta, uno de los neumáticos tubulares no aguantó más y reventó. Rodrigo López perdió el equilibrio y golpeó la cabeza contra el piso, con tal fuerza que se quebró el casco. Las quemaduras del cuerpo tras salir despedido y arrastrars­e por el suelo fueron parte del saldo de la caída. Un año después, todavía las tiene. Se levantó enseguida. Necesitaba otro casco. La Unión de Ciclismo internacio­nal le advirtió que en esas condicione­s no podía retomar la prueba. Temía por las consecuenc­ias de tremendo golpe. Él insistió. Su padre se cercioró primero de que su hijo estuviese en condicione­s, y luego reforzó el pedido del atleta. Como la falla había sido de la bicicleta y no del ciclista, lo habilitaro­n, y Rodrigo volvió a consagrars­e campeón mundial. Los jueces, el público y hasta sus rivales lo ovacionaro­n de pie.

Treinta y tres años después de lo que le dijo a su abuela, López ya suma cuatro campeonato­s mundiales.

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Maxi amena Walter Pérez y Rodrigo López, ciclistas abanderado­s

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