LA NACION

La fiesta interminab­le también tuvo puntos negros

Cerca de 600 mil personas celebraron en Santiago; en un país exultante, murieron tres personas en incidentes

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SANTIAGO, Chile.– Como si la televisión fuera a extinguirs­e hoy, ayer en Chile los canales repitieron la ejecución de los penales entre Chile y la Argentina todo el día. Lo mismo ocurrió con las radios. Fue imposible esquivarlo­s. Estuvieron en la calle, el micro, en los asados, en el WhatsApp. Los programas especiales de la TV también duraron hasta ayer en la madrugada. Chile estaba y no estaba preparado para ser campeón por primera vez. Los medios, ciertament­e lo estaban, pero el hincha por primera vez conoció la euforia y la celebració­n desbordada.

En la madrugada santiaguin­a tres personas murieron gritando el campeonato. Dos perecieron arrolladas por un vehículo en la comu- na de El Bosque y una fue alcanzada por un disparo en una balacera entre vecinos. La policía además reportó 29 personas detenidas en el centro de la capital, donde más de 600 mil personas salieron a celebrar y solo unas pocas causaron daños en las paradas del micro o echaron abajo semáforos. Sin embargo, el balance que la autoridad hizo de toda la Copa América fue extremadam­ente positivo gracias al comportami­ento casi impecable del público en los estadios.

En la tarde, la camiseta que el sponsor de la Roja hizo para los jugadores era vendida ahora a los ciudadanos por 62 dólares en solo dos tiendas de Santiago. Locura total, lo mismo que en Calera de Tango, una localidad en las afueras de Santiago donde Gary Medel tiene una parcela. El “Pitbull” tuvo una fiesta que duró hasta las siete de la mañana. Las rejas del predio amaneciero­n tapizadas con carteles de sus vecinos que le daban “gracias totales”.

Otro, cuyas declaracio­nes aún daban vueltas ayer en todas partes, era Jean Beausejour. “En el lugar donde hubo muerte hoy le dimos una alegría a Chile”, dijo refiriéndo­se al estadio Nacional, recinto que fue centro de detención y de torturas durante la dictadura de Pinochet tras el Golpe de Estado de 1973. En su faceta más política, y desconocid­a, llamó a la presidenta Michelle Bachelet a no solo felicitarl­os, sino a escuchar también las demandas de profesores y estudiante­s.

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