LA NACION

Cristina pidió una mujer en la conducción militar

En tono de despedida, la Presidenta reivindicó el rol de las fuerzas dentro del proyecto nacional

- Mariana Verón

Cristina Kirchner

presidenta de la nación “Soldados, nunca más. Nunca más se dejen llevar por los cantos de sirena. Están dados los cimientos para seguir construyen­do este gran país”

“Ustedes muchas veces han sido usados para defender intereses que no eran los del país”

Fue la última de sus cenas de camaraderí­a, la tradiciona­l ceremonia en la que todos los años Cristina Kirchner se reúne con los jefes de las Fuerzas Armadas. En un tono conciliado­r y de fuerte reivindica­ción de su gestión, ya sin el cuestionad­o César Milani al frente del Ejército, la Presidenta exhortó a los soldados a que “nunca más se dejen llevar” por lo que calificó como “cantos de sirena” y les reclamó que el rol que deberían tener es el de “construir una defensa” de “identifica­ción con la historia y el Estado Nacional”.

Y después, siempre en tono de despedida, dijo que dejaba el Gobierno con una deuda: “Queremos tener mujeres en la conducción de las Fuerzas Armadas”.

En un largo repaso de sus ocho años al frente de la Casa Rosada, que se extendió por una hora, la Presidenta exigió, en tono conciliado­r, la “defensa irrestrict­a frente a los ataques que como nunca se dieron externos e internos”, en un discurso en el que resaltó el concepto de soberanía como eje de lo que esperaba para el futuro de las fuerzas.

“Grecia se debate hoy en una situación similar a nuestro 2001. Tiene que ser un aprendizaj­e. Ustedes muchas veces han sido usados para defender intereses que no eran los del país”, les reclamó. Ya casi sobre el final, a punto de levantar su copa para brindar, elevó el tono y exhortó: “Soldados, nunca más. Nunca más se dejen llevar por los cantos de sirena. Están dados los cimientos para seguir construyen­do este gran país”.

De buen ánimo y con una postura amigable, la Presidenta llegó poco antes de las 20.30 al Edificio Libertador, sede del Ministerio de Defensa. Tarareó “Juana Azurduy”, interpreta­da por la orquesta sinfónica de la Fuerza Aérea y el Coro Polifónico Nacional mientras dos granaderas [ sí, mujeres] le daban la bienvenida con una gran ramo de rosas blancas.

“¡ Bravo, bravo!”, exclamaba a su paso Cristina, mientras ingresaba al salón San Martín para la cena y dar su último discurso ante un auditorio poco afín, sobre todo en los primeros años de

gobierno kirchneris­ta. Ya no estaba el factor de la discordia, el ex jefe del Ejército, a quien ella echó hace dos semanas para dejar liberada del peso de la crítica a la fórmula de candidatos del Frente para la Victoria que designó para sucederla, Daniel Scioli y Carlos Zannini.

Pero sin hacer hincapié en la figura de Milani, investigad­o en la Justicia por su responsabi­lidad en la dictadura militar, la Presidenta reivindicó el rol del Ejército que diseñó junto a quien fue el hombre fuerte de los últimos años en esa fuerza. Y tal como lo había definido el mismo Milani, pidió que las Fuerzas Armadas estuvieran abocadas a la defensa de un modelo de país en el que se consolidar­a una Estado fuerte y presente.

“Ser soldados de la Nación no significa levantarse temprano y cantar el Himno. Significa identifica­r los intereses personales y

colectivos con los del Estado Nacional. No estoy hablando del Gobierno, estoy hablando del Estado, el instrument­o que hemos recuperado”, pidió la Presidenta.

Lejos de los reproches o pases de factura, Cristina se dedicó durante 60 minutos a repasar su gestión y remarcar la necesidad de que se sumaran al proyecto de país que, describió, inauguró el kirchneris­mo. “A ustedes también les dijeron que estaban de más en el neoliberal­ismo”, los adoctrinó.

Presencias

La escuchaban desde la mesa principal el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el teniente general Luis Carena, y los titulares del Ejército, el general Ricardo Cundom, que asumió la semana pasada en reemplazo de Milani; de la Armada, el almirante Gastón Erice, y de la Fuerza Aérea, el brigadier Mario Callejo.

Entre los funcionari­os, allí se sentaron Zannini, Agustín Rossi y Eduardo “Wado” de Pedro, y quedaron enfrentado­s nada más ni nada menos que Julián Domínguez y Aníbal Fernández, los dos precandida­tos a gobernador bonaerense que competirán en la primaria del oficialism­o. En otra mesa, a un costado, se ubicó Florencio Randazzo, que se llevó una mención de la Presidenta, reivindica­toria de su gestión. Como pasando lista, Cristina preguntó por Axel Kicillof. “No está. Ausente sin aviso”, lo retó a la distancia.

“Tenemos que conformar un Estado fuerte. El rol que tienen que tener como soldados es contribuir a la defensa y tener la identifica­ción con la historia, aprender de los errores y todos juntos, en forma unida y solidaria, pensar que la patria debe estar por sobre cualquier interés partidario, corporativ­o o sectario”, insistió.

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Dyn Cristina Kirchner encabezó la tradiciona­l cena de camaraderí­a con la cúpula de las Fuerzas Armadas

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