LA NACION

Mía: tras el drama, una odisea de 57 horas

La niña, sobrevivie­nte del crimen de su familia en El Palomar, apareció en Junín

- Gustavo Carabajal

Durante las 57 horas que estuvo cautiva del acusado de matar a su madre y a su hermano, Mía durmió en una fábrica abandonada de Merlo, paró en una estación de trenes y mendigó comida. El hombre que la raptó la obligó a negar su nombre. “Si te preguntan cómo te llamás, respondé «Sofía»”, le habría ordenado el sospechoso, al que hasta ayer se conocía como “El carnicero”.

“Hay que estar lejos de todos los policías... son malos”, le habría ad- vertido Enrique Alcaraz, de 25 años, a la niña, de sólo 6. Se había obsesionad­o con ella. Y quería evitar que la reconocier­an.

El drama de Mía, que ayer fue rescatada sana y salva gracias a que el boletero de una empresa de colectivos de larga distancia la identificó en la terminal de ómnibus de Junín, había comenzado en la madrugada del lunes, cuando Alcaraz se la llevó desde El Palomar, en Morón, tras el asesinato de su madre, Sabrina Martín, de 24 años, y de su hermano menor, ian, de 3. El hombre es el principal sospechoso del crimen.

Mía fue rescatada sana y salva. Según fuentes judiciales, estaba en buen estado de salud y los médicos que la revisaron informaron que no presentaba signos de haber sufrido abusos. En las primeras horas de la tarde de ayer fue entregada a sus tíos maternos.

Por su parte, el sospechoso –conocido como “El carnicero”– e identifica­do como Enrique Alcaraz, de 25 años, quedó detenido, acusado de doble homicidio y del secuestro de la menor, fue trasladado de Junín a Morón y será indagado hoy por los fiscales Cecilia Cordfield, Claudio Oviedo y Patricio Pagani.

Cuando la policía apresó a Alcaraz encontró un cuchillo en su poder, que será sometido a una serie de peritajes para tratar de determinar si se trató del arma utilizada para matar a Sabrina de 9 puñaladas y a su pequeño hijo de 19 puntazos.

Aunque faltan los análisis para establecer si quedaron en él restos de sangre, los investigad­ores sospechan de que sería efectivame­nte el arma homicida. Esta presunción se funda en que el cuchillo hallado en poder del imputado tiene una hoja similar –con un tramo dentado– a la que habría provocado las múltiples heridas a las víctimas.

La madre de Mía y su hermano menor fueron asesinados a la 1 del lunes pasado en la casa donde vivían, en Marconi y Murillo, de El Palomar. Ambos cuerpos fueron hallados por la policía luego de que un novio de Sabrina, que trabaja en el hospital Posadas, llegó a la vivienda y nadie le contestaba.

Los policías revisaron la casa y descubrier­on el cuerpo de Sabrina, mientras que en otra habitación, tapado con una almohada, fue hallado el niño. El asesino se había ensañado con él. En cambio, no había señales de Mía.

Entonces comenzó la búsqueda de la pequeña en un descampado cercano al hospital Posadas. Los rastrillaj­es siguieron anteayer en una fábrica abandonada en la localidad de Libertad, Merlo. Hasta allí llegaron los policías para realizar siete allanamien­tos. Un familiar del imputado, que vive en la zona, dijo que durante la madrugada del martes, en medio de la tormenta, “El carnicero” fue a su casa a pedirle comida y estaba acompañado por la niña. Con la certeza de que Mía estaba viva y ante la posibilida­d de que el acusado la pusiera en riesgo, los policías extendiero­n el rastrillaj­e hasta Moreno y Mercedes.

Ayer, minutos después de las 10, Raúl González, de 65 años y 21 como boletero de la empresa Pullman General Belgrano en Junín, atendió a un hombre que llevaba alzada a una niña con la ropa mojada y le preguntó cuánto costaba un pasaje para ir a Santiago del Estero. Antes de responder, el empleado saludó, pero el hombre no respondió; en cambio, la pequeña devolvió el saludo. Entonces, según describier­on fuentes policiales, el sospechoso se puso delante de la menor para evitar que la vieran.

En ese momento el boletero recordó que había visto el rostro “triste” de esa niña –semicubier­to con una capucha– en la foto publicada en el diario Democracia, de Junín, y dio aviso a dos efectivos de la policía local que custodiaba­n la estación.

Cuando los policías llegaron, el sospechoso había logrado escapar. De inmediato varias patrullas comenzaron a realizar un rastrillaj­e en la zona, hasta que un empleado de la estación de trenes avisó que había visto al imputado con la niña en medio de los vagones abandonado­s. Allí lo encontraro­n los policías bonaerense­s. Primero, Alcaraz dijo que Mía era su hija y que no entendía por qué lo buscaban. Los policías comprobaro­n que la niña era la misma que estaban buscando, la rescataron y detuvieron al sospechoso.

El calvario de la niña se inició hace casi un año, cuando el acusado conoció a su madre y comenzó a visitar la casa. A partir de las declaracio­nes de varios amigos de la víctima, los investigad­ores habrían establecid­o que Sabrina, que trabajaba en un locutorio en la ciudad de Caseros, le dejaba sus hijos a Alcaraz para que los cuidara cuando se iba a trabajar.

Así, según creen los investigad­ores, se habría gestado la obsesión que “El carnicero” tenía por Mía. Aunque todavía no se estableció el móvil del doble asesinato ni se hicieron los peritajes psicológic­os, se supo que el imputado tuvo una adolescenc­ia tormentosa y que consultaba páginas de internet con temas vinculados a la necrofilia.

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Gentileza telejunín Mía es recibida por un familiar al salir de la Jefatura Departamen­tal de Junín

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