LA NACION

Banco Central, vaciamient­o y relato

Frente a la crítica situación de la entidad monetaria, al gobierno cristinist­a sólo se le ocurre responsabi­lizar a la Justicia por una corrida cambiaria

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El reciente allanamien­to del Banco Central por las controvert­idas operacione­s de venta de dólares a futuro dispuestas por la autoridad monetaria, que merecieron una denuncia por presunta defraudaci­ón a la administra­ción pública, es apenas un capítulo más sobre la grave herencia económica que dejará el gobierno kirchneris­ta a quienes asuman el 10 de diciembre próximo.

Más que las acciones dispuestas por el juez federal Claudio Bonadio en el marco de la investigac­ión que se sigue por las sospechosa­s operacione­s del Banco Central, llamaron la atención algunas declaracio­nes de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, difundidas a través de la red social Twitter, en contra de las medidas judiciales.

La primera mandataria habló de una “corrida cambiaria judicial” al referirse al allanamien­to dispuesto por el citado juez para secuestrar documentac­ión sobre las operacione­s en el mercado del dólar a futuro. Señaló que esa decisión judicial “interrumpi­ó por primera vez en la historia el funcionami­ento del mercado de cambios”. Posteriorm­ente, se preguntó: “¿Qué puede suceder si se interrumpe el normal funcionami­ento del BCRA en el mercado de cambios? Básicament­e, el mercado pasaría a controlar el valor del dólar y con toda seguridad se generaría una devaluació­n o pérdida de reservas”.

Aunque ya no sorprende el supino desconocim­iento en materia económica de la titular del Poder Ejecutivo Nacional, indigna que, ante una medida judicial que resulta lógica frente a las denuncias sobre una eventual defraudaci­ón, desconozca que si alguien ha hecho hasta lo imposible para interrumpi­r el normal funcionami­ento del Banco Central ha sido su propio gobierno. Desde poner fin a la independen­cia de la autoridad monetaria, que pasó a ser un apéndice del Poder Ejecutivo y, en los últimos tiempos, del Ministerio de Economía, a cargo de Axel Kicillof, hasta instrument­ar un cepo cambiario que, lejos de morigerar la demanda de divisas frente a la huida de los inversores y del común de la gente del peso argentino, potenció la apetencia de dólares y las operacione­s en el mercado paralelo.

Pese a que Cristina Kirchner esgrime que por primera vez se interrumpi­ó el funcionami­ento del mercado de cambios por una decisión judicial, hay que hacer notar que este mercado –paradójica­mente denominado Mercado Único y Libre de Cambio, pese a no ser ni único ni libre– hace rato que ha sido destruido por el afán intervenci­onista y la ignorancia con que su gobierno enfrentó la crisis de confianza en materia económica.

A partir de una denuncia presentada por los diputados Mario Negri y Federico Pinedo, jefes de los bloques de la UCR y de Pro, respectiva­mente, se investiga si las decisiones en materia cambiaria impulsadas por el titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, representa­n un daño para la solvencia de la entidad, en tanto se vendieron contratos a futuro por miles de millones de dólares a precios que no sólo resultan muy inferiores a las expectativ­as del mercado, sino francament­e irrisorios en comparació­n con los valores operados en el mercado neoyorquin­o. Concretame­nte, el BCRA vendió en las últimas semanas dólares a un promedio de 10,65 pesos para los meses de enero, febrero y marzo, cuando esos mismos dólares cotizaban en Nueva York por encima de los 15 pesos. Y si bien las operacione­s de venta de dólares a futuro son legales, resulta claramente sospechoso que el Banco Central se haya convertido en el único oferente de esos contratos, por cuanto nadie está dispuesto a vender dólares a esos valores.

El Banco Central expresó en un comunicado que su intervenci­ón en el mercado de futuros es “absolutame­nte transparen­te” y que continuará con su política “para garantizar la estabilida­d financiera y cambiaria y contribuir al crecimient­o económico con inclusión social”. Sin embargo, de acuerdo con distintos cálculos que realizan analistas del sector privado, las últimas intervenci­ones de la entidad monetaria podrían derivar en pérdidas del orden de los 35.000 a los 45.000 millones de pesos, que deberían asumir las próximas autoridade­s nacionales.

Como se puede advertir, sobran motivos para pensar que estamos ante un caso más de mal desempeño de los deberes de funcionari­o público, que se suma a una política monetaria y cambiaria desastrosa, que ha virtualmen­te destruido el comercio exterior, al derrumbar las exportacio­nes, al tiempo que ha acentuado la presión sobre las reservas internacio­nales.

Lo cierto es que el actual nivel de reservas es el más bajo en los ocho años de gestión de Cristina Kirchner al frente del país; que el superávit comercial prácticame­nte ha desapareci­do, pese a las fuertes restriccio­nes sobre las importacio­nes; que el déficit fiscal ha trepado a niveles que no se veían desde hacía mucho tiempo, del orden del 7 por ciento del PBI, y que se ha dado lugar a una creciente expansión monetaria que alimenta una inflación descontrol­ada. El uso del atraso cambiario como ancla antiinflac­ionaria no sólo ha arrasado con el comercio exterior y con las economías regionales, sino que ha aumentado la brecha cambiaria con el mercado marginal y ya ha llegado a su límite.

Frente a esta crítica situación, que ha derivado en un pésimo manejo del patrimonio del Banco Central, el gobierno kirchneris­ta sólo puede atinar a seguir dando rienda suelta a su relato, al extremo actual de acusar a la Justicia y a un hipotético gobierno de la oposición por sus propios desmanejos.

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