LA NACION

Justo a tiempo

- Fernando Pacini

Se sintieron desafiados y respondier­on. Los jugadores de la selección sacaron su espíritu competitiv­o en Barranquil­la y no se dejaron llevar jamás por la indiferenc­ia ni la confusión. También frente a Brasil, incluso con más ambición. Los partidos importante­s, cuando se sacan adelante, rara vez encuentran en la táctica y la estrategia su mayor sustento. Los detalles futbolísti­cos son accesorios en las situacione­s límite. Lo significat­ivo es la compostura y la determinac­ión, ambos, valores sobresalie­ntes en el equipo.

Cualquiera que compare las pretension­es de funcionami­ento que tiene Martino con la realidad de Barranquil­la segurament­e descubrirá una brecha. Aun así, para volver a creer en el ideal, era indispensa­ble recuperar algunos aspectos ausentes luego de la final de la Copa América. Aquel partido ante Chile fue más que una derrota: fue un juicio que develó una duda razonable sobre el estilo de juego. Nada más y nada menos que eso estaba en juego en esta doble fecha: resurgir, volver a creer, o capitular.

El entrenador cree, no tiene dudas, pero cuando el plantel, impactado por un resultado y sus circunstan­cias, comienza a sospechar del camino elegido, la tarea del conductor se ve sometida a la prueba más exigente: persistir a pesar de las críticas, convencer a pesar de las miradas dudosas, dar seguridad a los inseguros y persuadir a los rebeldes. La receta no es apartarse del discurso que apasionada­mente transmitió y renunciar a la sensibilid­ad y a la convicción para entregarse a los incansable­s reclamos del bendito “plan B”. Lo único que asegura ese camino es el final.

No importan las ausencias notables ni las dificultad­es del rival, el calor, la humedad... Más, los obstáculos pueden cooperar con la determinac­ión que se demanda. Y la Argentina estuvo a la altura. Tuvo momentos excelentes frente a Brasil, y se sintió a gusto en Barranquil­la con una postura más calculador­a y práctica.

Está claro que este grupo de futbolista­s no sólo no padece vértigo al asomarse al precipicio, sino que disfruta mirar al vacío. En estas circunstan­cias extremas, surge en ellos algo esencial. Se sienten plenos de jugar con el oficio, de ser astutos, de manejar los tiempos, de esconder la pelota, de replegar y dañar con un contraataq­ue, y con cuánto atributo de un equipo que se define por esos trazos y no por los que pretende la selección argentina y su técnico. Sin embargo, saben que esta versión los saca del apuro, les resuelve problemas urgentes, pero que para ilusionars­e con la grandeza, no alcanza.

El asunto es que ahora, mezclando la prédica del entrenador con esa habitual capacidad colectiva de sacar adelante las cosas cuando se atascan, la Argentina llega a fin de año más tranquila, esperando confirmar en 2016 lo que hasta la semana pasada estaba en duda. No se trata de morir con las botas puestas, todo lo contrario. Un técnico puede morir de mil maneras, pero cuando vive, seguro que es por no quitarse las botas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina