La unidad, una burla de vieja escuela
Ninguno aceptó la derrota. Porque que quede claro: alguien perdió 38-37. Después, el grotesco se encargó de ridiculizarlos a todos. Cuando Marcelo Tinelli y Luis Segura invitaron a la unidad bajo el argumento de que un resultado tan equilibrado merecía revisar posiciones, apareció algo de luz: los dos le tuvieron pánico a la debacle. Una lista de unidad, después de que ambos bandos alentaron suspicacias y resquemores hasta instantes antes de votar, le arrojaba nafta a las llamas. Una burla que desató oscuros pensamientos. ¿De repente brotaban los consensos entre dos magnánimos estadistas? Inconsistente. Los acuerdos en la AFA siempre fueron sospechosos. Una cultura de impostora unanimidad gobernó el mandanto que llevó Julio Grondona en su puño. La nueva AFA necesita descabezar todos los sellos grondonianos que la hundieron en el desprestigio, pero ayer, la primera reacción, fue animar otro episodio caricaturesco.
“Es un papelón, así de simple, pero vamos a tratar de consensuar”, propuso Segura. “Está claro que tenemos que sentarnos a hablar y escuchar este mensaje”, aceptó Tinelli. Una negociación brota absurda entre dirigentes que hasta el mediodía denunciaron campañas sucias. Pese a que uno ganó, ninguno adoptó una posición enérgica para exigir una nueva y urgente votación que corroborase esa victoria. Una moneda al aire, es cierto, pero un riesgo que la nobleza y la transparencia exigían. Temerosos de quedarse sin nada, alentaron la rosca de los pactos.
Si una marca de gestión durante décadas fueron los acuerdos camaleónicos, gobernados por los intereses y decorados de hipocresía, anoche se reeditó la fórmula con perversa similitud. Atención: cuando se habla de concordancia para explicar un giro desconcertante. la mentira es el sostén del relato. Anoche Tinelli y Segura se presentaron como dos fichas acomodaticias que buscaban sobrevivir. La más rancia política de los personalismos. Una parodia de elección, otra en una institución con la gimnasia democrática devastada, para encubrir a dos candidatos que se preocuparon por atornillarse. Varias horas después, el tinellismo buscó despegarse.
Volvieron a fallar las estimaciones, que estallaron en mil pedazos. Envuelto en las irregularidades, el cachetazo para Tinelli sonó más violento: no le alcanzaron ni su fabuloso poder mediático, ni los viajes por el interior del país, ni los nuevos coletazos del FIFAgate de ayer por la mañana que suponían un último y oportunísimo viento de cola. El favorito, la esperanza renovadora y el paladín del cambio terminó pisoteado en el mismo fango. Tinelli no supo ni pudo diferenciarse de un contendiente que huele a rancio. Y esa derrota es intransferible.
El viaje relámpago que hicieron en minutos, de enemigos a probables socios, activa la desconfianza. Entre desmentidas casi de madrugada, una repentina lista de unidad sugiere otra operación en la AFA. Con el sello ruin que la redujo a escombros.