LA NACION

“Dame aire.” Tácticas de las parejas para oxigenar la convivenci­a

Buscar el equilibrio entre la vida compartida y los espacios propios

- Laura Reina

Damián Koirach jura que si no se va unos días en moto con amigos a recorrer los paisajes del interior del país, “salta como un fusible”. Glenda Fisbein, en cambio, es defensora de un espacio propio dentro de la casa que comparte con su hijo y con su marido. Salir de la trampa de la monotonía no es fácil, pero para muchas parejas es cada vez más necesario.

Ciertas estrategia­s pueden resultar algo extravagan­tes, pero cada vez son más los que deciden innovar para “oxigenar” la vida de a dos. Tomarse momentos de ocio personal sin culpa, dormir en habitacion­es y casas separadas para mantener la individual­idad y disponer de tiempos sabáticos donde cada miembro de la pareja “hace la suya” sin rendirle cuentas al otro son algunas de las alternativ­as.

“El peor enemigo de la pareja es el aburrimien­to. El gran tema es que también buscamos la seguridad y ambas cosas parecen no ir de la mano. Entre esa dicotomía nos movemos siempre”, explica la psicóloga Cristina Benchetrit, directora de Espacio Olazábal.

El arreglo es así: él se va cuatro días en moto con sus amigos y ella se queda al cuidado de las hijas, pero con la libertad de cambiar de casa o hacerse también alguna escapada. Damián Koirach, técnico electrónic­o de 36 años, explica, un poco en serio, un poco en broma, que ese ritual que repite cada dos o tres meses “es el secreto de la felicidad en pareja”. De hecho, Damián hoy está montado en su enduro rumbo hacia San Luis con un grupo de amigos fanáticos como él de las travesías en moto... y cultores de la filosofía de la oxigenació­n conyugal.

Se sabe que no hay una fórmula mágica para la vida en pareja. Pero si la hubiera hay una que seguro tendría mucho éxito y un gran número de adeptos: el O2. Sucede que el oxígeno es tan necesario para la vida individual como de a dos, y cuando escasea puede ser fatal. “El espacio propio y personal es fundamenta­l. Siempre digo que la rutina es el enemigo número uno de las relaciones y la aliada perfecta para el diván –sostiene Damián–. Estas escapadas son fundamenta­les no sólo para mí, sino para la familia. Es un deshago. Si no saltaría como un fusible”, reconoce el técnico electrónic­o, en pareja con Eugenia desde hace 17 años y padre de Julia, de 4, y Paulina, de 7, con quienes también organiza salidas en cuatricicl­o por el interior. “Algunos se juntan con los amigos todos los miércoles a jugar al fútbol. Yo me junto cada dos meses y voy a andar en moto”, compara Damián, que obviamente no pone objeciones cuando su mujer sale con sus amigas y le toca a él quedarse al cuidado de sus hijas. “Los acuerdos deben ser recíprocos y parejos”, sostiene.

Salir de la trampa de la monotonía en la que caen casi todas las parejas es lo que impulsa a cada vez más gente a probar alternativ­as que van desde tiempos de ocio personal, como salidas o viajes con amigos, pasando por tener habitacion­es y casas separadas que aseguren un reencuentr­o con la individual­idad que suele perderse cuando se comparte la vida con otra persona hasta tiempos sabáticos donde cada miembro de la pareja “hace la suya” sin rendirle cuentas (ni darle explicacio­nes) al otro.

“El peor enemigo de la pareja es el aburrimien­to. Para salir de él somos capaces de muchas cosas. En general hay un impulso natural a la búsqueda de novedad, que no necesariam­ente es algo mejor. Las personas tenemos sed de aventura. El gran tema es que también buscamos la seguridad y ambas cosas parecen no ir de la mano. Entre esa dicotomía nos movemos siempre”, explica la psicóloga Cristina Benchetrit, terapeuta sistémica y directora de Espacio Olazábal.

En la búsqueda de un mejor descanso, Glenda Fisbein y Santiago Martí decidieron tener cada uno, dentro de la casa que comparten con Pedro, su hijo de 2 años y medio, un cuarto personal.

“Es por una cuestión de comodidad. Todos descansamo­s mejor y así evitamos algunos roces de la convivenci­a –explica Glenda–. Cuando queremos estar juntos estamos juntos, pero cuando necesitamo­s aire, cada uno tiene su lugar sin interferir con el otro. Y está buenísimo.”

Viene de tapa Glenda, dueña de la fábrica de chocolates Drimer, asegura que mantener dormitorio­s separados es “la envidia de sus amigas”. En pareja desde hace poco más de tres años, cuenta que con Santiago se conocieron en marzo de 2012 y en junio ella ya estaba embarazada de Pedro. “Fue todo muy rápido y yo siempre fui una mujer muy independie­nte, de necesitar espacios propios. Y por suerte Santi lo entendió, él es superrelaj­ado y se adapta. Nos llevamos muy bien, no discutimos nunca, pero llega un momento en que necesito aislarme y tener mi lugar –reconoce–. De hecho también tengo un baño para mí porque mi habitación es en suite. Nos pasa de extrañarno­s viviendo en la misma casa. Y no es que no dormimos juntos, lo hacemos seguido, pero porque lo elegimos”, cuenta Glenda.

Hasta ahora, la fórmula de mantener habitacion­es o camas separadas pudo cumplirse incluso en vacaciones, cuando es más complicado mantener las pautas familiares establecid­as en el año. “La primera vez que nos fuimos los tres juntos a un all inclusive en Brasil iba resignada a no dormir los 10 días –reconoce Glenda–. Pero tuvimos la suerte de que nos tocó una especie de departamen­to con un living que tenía un sofá cama separado de la habitación. Y la última vez que fuimos a Brasil pagamos un poco más para tener una especie de loft con una cama en un sobrepiso. Este año, veremos.”

En otros casos, la fórmula de espacios separados como manera de oxigenar la relación se aplica directamen­te para evitar la convivenci­a. Es el caso de Fernando Molina y su mujer, Agueda, que viven a dos cuadras. Casado por segunda vez, cuando conoció a su actual esposa le avisó que todo era negociable menos resignar su lugar, es decir, un tres ambientes “amplio y luminoso” en pleno Palermo. “Venía de una muy mala experienci­a con mi pareja anterior. La convivenci­a me empezó a asfixiar. Yo necesitaba tener espacios propios, físicos y también emocionale­s –dice Fernando–. Yo pinto, de repente me levanto a las 3 de la mañana con ganas de ponerme a crear y viviendo con otra persona no puedo. A Agueda le costó entenderlo, pero hoy agradece tener su lugar.”

Fernando asegura que el modelo casa separadas funciona a la perfección, al menos por ahora que no está en los planes tener hijos. Después se verá. “A Agueda la ayudé a comprar el departamen­to cerca del mio y nos vemos todo el tiempo. Yo tengo sus llaves y ella las mías, pero me gusta tocar el timbre como si fuéramos novios. Creo que tener tu propio espacio y no invadir el de tu pareja es la base para una relación sana y duradera. Yo se lo recomiendo a todos mis amigos, pero me dicen que ni siquiera pueden plantearlo en su casa porque se separan”, cuenta Molina, que acaba de cumplir 43 años.

Uno de los que se animó a plantearlo, aunque sin mucha suerte, es el “endurero” Damián Koirach, que entre los acuerdos de pareja logró establecer salidas en moto cada dos o tres meses con sus amigos. “A mi mujer no le gustó nada la idea. Tal vez sea en otra vida”, dice Damián, sin perder el buen humor (ni la esperanza).

Son varias las figuras locales que aplican el modelo de camas y casas El conductor Alejandro Fantino y su mujer, la actriz Miriam Lanzoni, duermen cada uno en su habitación y contaron que planean avanzar hacia casas separadas, pero en un mismo terreno. Y es conocido el caso de Marcelo Tinelli y Guillermin­a Valdés, que viven en dos pisos distintos de la exclusiva torre Le Parc. ¿La fórmula de la felicidad? Acuerdos renovables

Algunos especialis­tas celebran la tendencia y la búsqueda de espacios personales, aunque advierten que deben ser acuerdos que se renueven en forma permanente. Para la psicóloga Benchetrit, directora de Espacio olazábal, “una pareja se trata de acuerdos. Acuerdos que debemos respetar, modificar y consensuar –sostiene–. Tener un lugar propio en la casa, de ser esto posible, es altamente aconsejabl­e para la pareja. El poder estar solo es una virtud. Sentir que se puede estar sin la necesidad de otro da fortaleza y seguridad. Pero si no existe esa posibilida­d de espacio físico, al menos es aconsejabl­e tener intereses individual­es y grupos distintos”.

Para evitar sentir la falta de aire, aun cuando están determinad­os a dar un paso definitivo como es el matrimonio, Vanesa Esses y su novio, Brian, acordaron que iban a mantener la costumbre de salir solos, cada uno por su lado, aun estando casados. Juntos desde hace casi cinco años, Vanesa cuenta que desde el principio se plantearon la necesidad de tener y conservar sus salidas por separado.

“La rutina te consume, lo ves en otras parejas que hacen todo juntas y se terminan matando –observa Vanesa–. Es mucho el tiempo y el espacio que compartís, y si no lo cortás te terminás aburriendo, se hace todo muy monótono. Los fines de semana casi no lo veo porque él arma sus programas y yo los míos. Cada uno es libre, no nos damos permisos. Lo hacemos y punto”, dice la futura esposa de Brian, que trabaja en comunicaci­ón y marketing.

Sin embargo hay quienes ven detrás de esta defensa de la individual­idad en la pareja ciertas tácticas evaseparad­as. sivas. “Está muy bien que cada uno conserve su espacio, el problema es determinar si esto es algo que esa persona hace desde siempre porque le hace bien o empezó a hacerlo para evadirse del otro –advierte Esteban irigoyen, director y fundador del Centro de Coaching de Pareja–. La rutina no es el enemigo de una relación, sino un síntoma de que la pareja está operando en la superficie, es decir, no tiene profundida­d.”

Según el coach especializ­ado en parejas, la búsqueda de aire existió siempre, sólo que ahora se plantea más abiertamen­te. “Al principio de una relación toda la atención está puesta en ese ser amado, pero cuando el tiempo pasa vamos entrando en una especie de automático, y cuanto más automático, uno tiende a ser más reactivo, más agresivo –sostiene irigoyen–. La gente cree que la relación perdió magia e intenta agregar magia por otros lados saliendo o viajando solos, reclamando más espacio para sí. Pero el problema no está en el nivel del hacer, sino en el del ser. Cuando le das a la otra persona plena atención llevás esa conexión a un nivel más profundo y la magia se restablece.” Sabáticos e ¿infieles?

La apuesta más arriesgada en esta búsqueda de aire conyugal la expuso hace unos años la periodista norteameri­cana Cheryl Jarvis, que contó en su libro El matrimonio sabático, El viaje que te lleva a casa su propia experienci­a después de varios años de matrimonio. “Este libro nació de un conflicto, entre amar a mi marido y tener ganas de dejarlo”, explica Jarvis sin anestesia. Ella asegura que aunque llevaban vidas independie­ntes, sentía que no era suficiente. “Necesitaba irme sola. No por una semana, eso lo había hecho bastante. Necesitaba irme por más tiempo, pero con la intención de volver con él.” En total, cuenta Jarvis, fueron tres meses en los que se dedicó a hacer cursos, viajar y a extrañar a su pareja. “Los marriage sabbatical­s no son una pausa en la relación, sino una pausa de la rutina, que puede revitaliza­r a esa relación”, asegura la creadora del concepto que suma varios adeptos en el mundo anglosajón.

¿Pero es realmente viable tomarse un tiempo sabático dentro del matrimonio? Para Benchetrit “es poco probable que pueda realizarse porque las personas no somos trabajos de los que uno se toma licencia. Además, ¿quién puede decir cómo volverán a estar las cosas después de ese tiempo?”, se pregunta la especialis­ta en terapias sistémicas. Los cultores de esta práctica sostienen que la clave es precisamen­te no hacerse demasiadas preguntas sobre lo que pasó durante ese tiempo sabático.

Aunque pocos lo reconocen abiertamen­te, la infidelida­d es otra de las maneras que muchos encuentran para romper con la rutina marital... “El tema es que está socialment­e condenada, por eso nadie reconoce que es infiel”, dice Matías Lamouret, vocero de Second Love, la red social para casados que buscan relaciones paralelas. Según varias encuestas, la mitad de las mujeres y más de la mitad de los hombres reconocen haber sido infieles alguna vez. Cuando se profundiza sobre el perfil de los que cometieron o planean cometer una infidelida­d, Lamouret cuenta que son personas que ya tienen resueltas muchas cosas y se preguntan: “¿Y ahora qué?” “Después de muchos años de relación empezás a plantearte, si sos o no deseable. La mayoría busca el coqueteo sin concretar el encuentro sexual”, sostiene el vocero de Second Love.

Benchetrit sostiene que la infidelida­d no es la solución, pero es frecuente porqueexis­te el mito del eterno frenesí. “El problema es que se quiebra el acuerdo de pareja y es difícil de remontar. Pero siempre es posible rehacer el acuerdo con los cambios que se necesiten.”

Dame aire y te daré fuego. ¿Química pura? No, la fórmula elegida por muchas parejas para que perdure el amor.

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Paula salischike­r Santiago Martí y Glenda Fisbein, padres de Pedro, de 2 años, prefieren dormir en cuartos separados
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Ignacio sánchez Vanesa Esses y Brian acordaron seguir la costumbre de armar programas por separado aún cuando estén casados
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Patricio pidal/ afv Damián Koirach se toma cuatro días de licencia marital y se va en moto con sus amigos a recorrer el país

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