LA NACION

Mi última carta a la Presidenta

- Carlos M. Reymundo Roberts

Estimada señora, querida jefa, admirada líder, su majestad, su alteza… En definitiva, mi reina: Tenía que llegar, inexorable, el día de la despedida. Usted se despide, yo me estoy despidiend­o y el pueblo, desagradec­ido e insensato, acaba de mandarnos en las urnas el telegrama de despido.

Entiendo las dificultad­es que atraviesa para asimilar el rigor del momento. No se trata de dejar el poder: podrá compensar eso con la ilusión del regreso, en cuatro añitos o, si hacemos bien las cosas, quizás antes. La cuestión es otra. Cómo vivir, después de tanto tiempo, sin un ejército de incondicio­nales –súbditos, obsecuente­s, adoradores, aduladores, aplaudidor­es...–, tan necesarios todos en el día a día de la administra­ción del reino. Cómo vivir sin el servilismo todoterren­o de Aníbal y de Zannini. Cómo será un mundo sin la sonrisa de Boudou, sin los disparates ilustrados de Kicillof, sin las jugosas grabacione­s telefónica­s de la SIDE, sin la guerra de guerrillas global de Timerman. Un mundo sin inauguraci­ones de lo ya inaugurado, sin actos, sin claque, sin patios, sin discursos, ¡sin cadenas nacionales! Sin los pibes para la liberación, sin la Corpo de medios oficiales, sin Hebe y Estela de Carlotto llorando de emoción a sus pies. Me pregunto, y se lo preguntará usted, cómo sobrelleva­r la vida sin la Secretaría del Pensamient­o Nacional de Forster.

El problema, insisto, no es la abstinenci­a de poder. Atentar contra el de Macri será una forma de matizar la espera. El problema, no menor, es que ahora va a tener que pagarse la ropa, las joyas, las carteras, y ese selecciona­do de maquillado­ras, peinadoras, nutricioni­stas... Un dineral. Lleva al menos ocho años estrenando vestuario cada día. Ni se le ocurra empezar a repetir modelitos, porque no hay psiquis, por más ordenada que esté, que resista eso. Mi consejo: pague ahora y use después.

otro problema es que ya no estarán el Tango 01 ni los otros tanguitos, tan eficaces cuando había que llevarle los diarios recién salidos, o un mueble para alguno de los hoteles, o un nécessaire que se olvidó en olivos. Qué injusticia tener que volver a pagar un pasaje de avión. Mi consejo: úsele el de la gobernació­n a su cuñada Alicia, que si no fuera por usted ni siquiera sería concejal. Lo mismo el helicópter­o: que Cristóbal López se ponga con uno. Que sean agradecido­s, che. No pueden ser tan crueles de someterla al escarnio de tener que desplazars­e a la misma altura que cualquier argentino. De paso, qué bien hizo en pedir que le pongan una custodia especial de 100 policías. Parecen muchos, pero en mi opinión se quedó corta: el tema no es la insegurida­d, sino las hordas de admiradore­s.

Porque hay algo evidente, señora. En sólo días o meses la gente extrañará el dinamismo de los precios, la amplia gama de dólares, las intrigas de famosos fiscales que no se sabe cómo mueren, sus clases magistrale­s en Georgetown y Harvard, el justiciero trabajo de las topadoras con el genocida de Colón, la Marca País “Néstor Kirchner”, sus lecciones sobre el efecto afrodisíac­o de la carne de cerdo… No pasará mucho tiempo hasta que la gente salga a las calles para reclamar la vuelta de Moreno, Jaime, Lorenzino, D’Elía, Esteche. Y de La Cámpora, por supuesto. Me lo decía el otro día un sobrino. Si desaparece La Cámpora, para conseguir trabajo ahora habrá que estudiar, presentar un currículum, ir a entrevista­s… Un horror.

Como le comentaba, comprendo la angustia que está pasando, y por eso encuentro razonable –cualquier terapeuta se lo recomendar­ía– que antes de irse dinamite todo lo que esté a su alcance. Si nosotros encontramo­s un país en llamas (porque, recordemos, la gestión de Lavagna con Duhalde fue un desastre), que Macri no la tenga más fácil. Nada de transición ordenada, de mostrarle los números, de dejarle un peso en alguna caja. Muy bien lo de Vanoli: se va de la presidenci­a del Banco Central, pero no sin antes vaciarlo. Nos vamos a divertir viendo cómo usa su fuerza Schwarzene­gger (hasta que lo mencionó Scioli, yo creía que se llamaba Sturzenegg­er) para juntar reservas. Bien usted en apurar decretos y leyes, en acumular deuda, incrementa­r el déficit, darle luz verde a la estampida de precios y seguir nombrando embajadore­s y empleados

“Déjeles las heladeras de Olivos vacías. A estos ricachones no hay que regalarles nada”

públicos. Y muy bien en no irse de la quinta de olivos hasta el mismo día del traspaso de mando. Ni media hora antes. ¿otro consejo? Déjeles las heladeras vacías. Que la Awada, tan correctita ella, tenga que arremangar­se y llenar el changuito. A estos ricachones no hay que regalarles nada.

A propósito: ¿vio que Macri dijo que va a poner su fortuna en un “fideicomis­o ciego”? Me parece mucho mejor lo que hicieron ustedes, que desde el primer día pusieron la guita a trabajar. Fueron fieles al mandato bíblico, que rige también para los billetes: “Creced y multiplica­os”.

Mi reina, llegó el triste e inevitable momento de la despedida. Como todos, querrá saber qué pienso hacer a partir de ahora. Digamos, desde el próximo sábado. La buena noticia es que voy a seguir con la columna. La mala, que me faltará usted. Estaré pobretón de insumos. obviamente me tentaron del nuevo gobierno, pero ya les dije que no. No pagan lo suficiente. Si me promete que desde el Sur liderará la resistenci­a, seguiré a su lado. Nada de poner mi predicamen­to, mi credibilid­ad, en un fideicomis­o ciego. No quiero perder capital. Ya estoy con el casco. Paso del oficialism­o a la oposición. Cambio de vereda. Cambiemos, señora. Cambiemos.

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