El zoológico porteño, ante una nueva etapa
La visión de los zoológicos del siglo XIX, destinados a brindar un “espectáculo” con fines recreativos mediante el confinamiento de animales, debe ser reemplazada definitivamente por una experiencia de creatividad donde el atractivo no dependa del sufrimiento de otros seres vivos. Se trata de un nuevo paradigma, hoy impostergable, que responde a una reflexión profunda acerca de la relación de los seres humanos con la naturaleza.
Con esta perspectiva, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires creó, un año atrás, la Comisión para la Transformación del Zoológico. Su misión es innovadora: el actual zoo porteño debe convertirse en un centro de conservación, investigación y educación para la preservación de la biodiversidad y de los ambientes naturales. En él no se exhibirán innecesariamente especies exóticas.
Estos cambios coinciden con la estrategia mundial de zoológicos y acuarios que buscan integrar todos los aspectos de su trabajo dentro de actividades para la conservación; trabajar con la comunidad académica, como instituciones científicas serias y respetadas, para fundamentar medidas de conservación de la fauna, y hacer de la educación uno de los objetivos principales.
Con esa finalidad la comisión ha convocado a organizaciones sin fines de lucro y a universidades al concurso “Ciudad verde para la conservación de la biodiversidad”, evitó el ingreso de fauna exótica al predio de Plaza Italia, liberó guacamayos a su ambiente natural, incluyó al Zoo en el proyecto de reintroducción del yaguareté en los Esteros del Iberá y se han comenzado a realizar los trámites para poder trasladar algunos animales a santuarios a fin de mejorar su bienestar. Es el caso de la elefanta Mara, de origen asiático, recibida por el zoo porteño en 1995, tras un decomiso al Circo Rodas y cuyo destino sería un santuario en Camboya. Otro caso emblemático es el de la orangutana Sandra, respecto de la cual se presentó un amparo para su reubicación. La sentencia estableció que la orangutana es sujeto de derecho en orden a la ley de malos tratos y actos de crueldad a los animales, de 1954, y que el Gobierno debe garantizar condiciones adecuadas del hábitat. Se trata de reubicar a los ejemplares cuyo cautiverio no tiene justificación en santuarios con otros individuos de su especie. La reintroducción de muchos animales en sus hábitats naturales, en la mayoría de los casos, les costaría la vida. De modo que las especies exóticas y vulnerables se irán reubicando paulatinamente y las nativas tendrán mayor bienestar y participarán, en lo posible, en proyectos de conservación como el caso del citado yaguareté.
Cabe destacar que el traslado de la fauna requiere su aceptación en destino, largos procesos de sanidad, y actividades que, en algunos casos, implican someter a los animales a penurias que incluso pueden poner en riesgo sus vidas. Por eso, la decisión tiene que ser analizada caso por caso y con el mayor cuidado. Se trata de una transformación que en todo el mundo ha llevado años, incluso décadas. Lo fundamental es que la decisión se ha tomado: el viejo paradigma de una muestra de fieras exhibidas hasta su muerte ha sido reemplazado por la creación de un espacio cuyo objetivo es la conservación de las especies y sus hábitats.
Llevará tiempo. Está en manos de la ciudad de Buenos Aires el desafío de transformar el actual zoológico en un atractivo Centro de Conservación de la Biodiversidad, de lograr que ese espacio privilegiado se transforme en una experiencia que contribuya al conocimiento de la naturaleza y, al mismo tiempo, a la emoción de participar en su conservación y promover una relación mas armónica de ella con el hombre.