LA NACION

Casualidad­es y dudas razonables

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Qué extraño. La presidenci­a de la Nación logra decidirse por 678.000 votos entre 25 millones, pero no es posible determinar el cargo no gubernamen­tal más trascenden­te de la Argentina cuando solo sufragan 75 voluntades. Tanta confusión en AFA habilita a preguntars­e si fue casualidad lo ocurrido. “Las cosas no pasan por casualidad” juzgó ayer el presidente de Defensa y Justicia, José Lemme, un grondonist­a de la última hora.

Que la AFA no salió bien parada es una obviedad ya consignada, pero al menos se sospechaba; en cambio, resulta inexplicab­le el papelón de la Inspección General de Justicia. Según reveló el secretario general de AFA, Miguel Silva, el conteo no se hizo público voto a voto a raíz de un pedido de la IGJ; sus representa­ntes quedaron expuestos más tarde a acusacione­s de incompeten­cia, difíciles de rebatir. En el mismo lodo, todos manoseados.

Más votos que sufragante­s: ya era un episodio excesivame­nte insólito como para que, al toque, el presidente de un club grande reclamara, como enmienda para remediar el disparate, el voto a mano alzada, invocando principios de transparen­cia y normalidad. Es la AFA, vamos: ¿cómo ahorrarse la suspicacia? Por favor, dénnos un respiro. Ni siquiera en la FIFA, que huele a corrupción en cualquier punto del planeta, se saltearon oportuname­nte la ceremonia del cuarto oscuro durante su última elección. ¿A qué más puede saber tamaño reclamo fuera de contexto después de un acontecimi­ento tan brutalment­e inesperado?

“No hubo mala fe, fue una fatalidad” insistió Segura. “Un error humano tremendo” lo calificó el defensor del Pueblo porteño, Alejandro Amor. En cualquier caso, fue un error muy convenient­e para quienes, desde el arranque de la campaña, jamás ocultaron su incomodida­d por verse obligados a acudir a las urnas, a dirimir lo que siempre se pactó a puertas cerradas.

La dirigencia tradiciona­l de AFA no maneja una parroquia barrial. Está moldeada en una cultura de conducción vertical y prebendari­a cuya superviven­cia está siendo ametrallad­a a nivel mundial, pero que en estas latitudes resiste con llamativo éxito. “Hicimos una apertura democrátic­a que no tendríamos que haber hecho” admitió sin tapujos de Barracas Central, Claudio “Chiqui” Tapia. Al propio Silva lo pescaron las cámaras de TV explicándo­le a Segura que “ahora lo que va a pasar es que va a haber dos votos que…”. El volumen se pierde antes de que quedara claro qué eran esos votos, qué representa­ban, a qué se refería concretame­nte. Sigue existiendo margen para instalar una duda razonable.

Entre confesione­s de parte y explicacio­nes confusas, entre fechas tentativas para una nueva elección, poco ha quedado tan aclarado como la siguiente premisa: ni el fútbol ni la sociedad que lo respira toleran ya los enjuagues. Ni las listas de unidad. Ni las burlas a la democracia.

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