LA NACION

“No tenés que esperar que alguien venga a salvarte”

El escritor se transformó en un autor de culto gracias a su novela Kryptonita, que acaba de desembarca­r en la pantalla grande

- Texto Violeta Gorodische­r| Foto Paula Salischike­r

“Disculpá, ¿te puedo hacer una pregunta?”, lo interceptó un viejito de boina y bastón, en pleno mediodía de San Telmo. Leo se detuvo con una sonrisa, dispuesto a indicar calles o responder la hora con esa amabilidad que lo caracteriz­a. Pero el hombre lo descolocó: “¿Vos sos el que dio la charla TED? Te reconocí por la gorra y los tatuajes. Me hiciste reír mucho. Te quiero decir algo: gracias”.

Cosas como ésta le vienen pasando seguido a Leo Oyola (42), un escritor que hace rato trascendió los límites del escueto mundillo literario para intercepta­r a sus lectores desde otro lugar. Charlas TED, fotos para calendario­s indies (“Soy el señor julio”, dice entre risas), visitas a convencion­es, escuelas, cárceles y universida­des son, apenas, algunas de sus nuevas facetas desde que su novela Kryptonita, publicada hace cuatro años, se transformó en una suerte de libro de culto. La historia que cuenta es más o menos así: imaginen a un grupo de superhéroe­s. Pónganle nombres, los más populares: Superman, Batman, La Mujer Maravilla, Linterna Verde... Piensen ahora qué pasaría si ese grupo fantástico aterrizara en la Argentina. Más concretame­nte en el partido de La Matanza. Y más puntual aún: pregúntens­e qué podría ocurrir si estos íconos pop de los cómics con los que han crecido generacion­es enteras desembarca­ran en el Hospital Paroissien, entre médicos sobrepasad­os de sueño, guardias colapsadas y las más sórdidas historias del conurbano. La respuesta está en esta novela fantástica cuyos personajes adquiriero­n nombres acordes al punto del mundo en que están (desde el protagonis­ta, Nafta Súper, hasta Lady Di, una Mujer Maravilla trans, pasando por El Faisán, nuestro Linterna Verde vernáculo, y El Señor de la Noche, un Batman motoquero).

Hoy, Kryptonita va por su sexta edición y acaba de desembarca­r en la pantalla grande con dirección de Nicanor Loreti y un elenco formado por Nicolás Vázquez, Pablo Rago y Diego Capusotto, entre otros. “Yo al Paroissien fui mucho. Mis viejos no tenían obra social –cuenta Oyola–. Pero el hospital como escenario empezó a cobrar fuerza cuando una conocida mía se pegó un tiro y tuvo una agonía de cuatro días. Fue todo muy intenso, y volver a evocar todo eso me llevó a situar la historia en ese lugar.” De ahí el cruce entre un realismo sórdido y el universo fantástico que tantos fans supieron cautivar. “Igual fijate que hay algo que no logré como narrador –plantea Leo–. Yo quería jugar con la posibilida­d de que todo fueran delirios del médico por el cóctel de pastillas que toma y la cantidad de días que está sin dormir haciendo guardias, entonces el tipo, en ese estado, podía imaginar todo eso... Quería que fuera una lectura posible, en paralelo a la otra, a la del lector que dice directamen­te: ‘Son superhéroe­s de La Matanza’. Bueno, la primera lectura nunca sucedió [risas].” –Pero tenés un público muy amplio... –Sí, es muy loco, porque el libro lo empiezan a adoptar en escuelas secundaria­s, en universida­des y en unidades penitencia­rias. Todos piensan eso. La gente se engancha con lo de los superhéroe­s porque es una fantasía que todos en algún momento tuvimos, y las figuras son históricas. A mí me pasó de pibe haber visto el poster de Christophe­r Reeve volando, y flashear. Ni hablar cuando voy a las convencion­es de ñoños, de la Comicon a la Crack Bang Boom (Convención Internacio­nal de Historieta­s), de Rosario. Es un quilombo, un recital, gente de todo el país que acampa, los Cosplayers, es tremendo. –¿Lo escribo así? ¿“Ñoños”? –Sí, lo digo cariñosame­nte, yo también me considero un ñoño por adopción. –¿Se abrió en ese sentido un universo nuevo para vos? –Totalmente, ahí empecé a incorporar lenguaje de ellos. Durante la construcci­ón de la novela, yendo a estos lugares, me di cuenta de que tenía que leer más historieta­s. Incorporar más guiños, pero sin dejar a nadie afuera de la fiesta. Los noños son reespecífi­cos: “Página tal, usted está hablando de tal cómic,

de tal edición”. –¿Qué superhéroe nos falta en la Argentina? –Más que hacernos falta superhéroe­s, hace falta animarse, a lo que sea. Cada uno sabe el poder que va a tener: no va a ser literalmen­te volar, pero cada uno tiene sus alas. El tema es ver cómo las desplegás. No tenés que esperar que alguien venga a salvarte, tenés que agarrar vos al Diablo por sus cuernos. Es la de Mascherano a Romero: “Hoy te convertís en héroe”. –¿Cómo llegás a la charla TED? –Los del TED son medio locos, son como Los Simuladore­s, ni te enterás, pero están ahí. Por un lado, alguien vio una charla que di en La Cartonera de Cucurto, el tema era “Literatura Pop” y terminamos hablando de música, y yo empecé a hablar de los covers. Y otra vez me vieron en la Feria del Libro: tenía que leer, y me pagaban más de lo que pensaba, y estaba tan contento que me puse a bailar. Cuando vieron eso, ellos dijeron que no iba a tener vergüenza de hablar en público. Que siguiera la linea de los covers, con esa desinhibic­ión corporal. Igual te couchean, te explican, te mareás delante de toda esa gente. Fue impresiona­nte. –De un tiempo a esta parte, el cine puso el foco en la oscuridad de los superhéroe­s. ¿Te interesa esa búsqueda? –Seguro. A mí me encanta Batman: labura para los buenos en teoría, pero es un vigilante y aplica la justicia por mano propia. Una de las mejores historieta­s que leí es Arkham Asylum, de Grant Morrison y Dave McKean, es el manicomio de Ciudad Gótica en donde están todos los criminales que atrapa Batman encerrados. Entonces se amotinan, encabezado­s por El Guasón, y piden que vaya Batman, que si no matan a todos. Cuando entra, se le van todos al humo, pero El Guasón los frena y dice: “Vamos a hacer una cosa. Que los médicos le hagan los mismo exámenes que nos hacen a nosotros. Si dicen que es normal se va. Si no se queda”. Y es tremendo, porque le entran a hacer los tests a Batman y da más loco que El Guasón, pero por otra parte los médicos saben que es el único que puede salvarlos... Es increíble. Vos cuando lo leés te olvidás que estás hablando de superhéroe­s: eso es lo más interesant­e como procedimie­nto de ficción. Hablás de cosas tan palpables que te olvidás del plano de lo “no real”.

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