“El mejor residuo es el que no se genera”
Olivier Habonneaud fundó Qero EcoVasos, una solución ecológica de alquiler y venta de vasos. El objetivo es cambiar conciencias diciéndole sí a la reutilización y no a lo descartable
A Olivier Habonneaud la palabra “descartable” lo pone nervioso. Para él, los vasos desechables son un enemigo al que hay que hacer frente porque simbolizan “lo que se usa cinco minutos y después se tira”. Reemplazarlos por vasos de plástico reutilizables, concientizar en prácticas de sustentabilidad y cambiar hábitos de consumo, fueron las metas que este francés aporteñado se propuso cuando junto a Esteban Bancalari, su socio, fundaron Qero EcoVasos.
En su oficina en el corazón de Colegiales, Oliver explica que se trata de una solución ecológica de alquiler y venta de vasos plásticos reutilizables y personalizados para eventos (desde fiestas particulares hasta festivales de música), empresas y otras instituciones. Destaca que en Argentina se utilizan más de 1.000 millones de vasos descartables por año, y que en un evento representan aproximadamente el 80% de los residuos generados. Ante esta realidad, los EcoVasos ofrecen una alternativa duradera y sustentable, dividiendo por tres las emisiones de gases de efecto invernadero y produciendo seis veces menos basura.
“No vendemos vasos. Vendemos un concepto: cambiar la costumbre de tirar”, dice Habonneaud, quien considera fundamental terminar con el desperdicio, remarcando que “el mejor residuo es el que no se genera. Nuestra clave son las ‘cuatro R’: a las tres más conocidas (de reducir, reciclar y reutilizar), le sumamos la de responsabilizar. Nos proponemos que todo el mundo tenga la idea de reutilización en la cabeza”.
Oliver tiene 41 años y hace 14 llegó de Burdeos a la Capital Federal. Licenciado en Ciencias Políticas, trabajó como agregado comercial de la embajada de Francia en Argentina, donde se ocupó de coordinar la intervención de la delegación francesa en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 10), que tuvo lugar en Buenos Aires. “Me metí a pleno en los temas ambientales y tratados internacionales que los regulan, y me gustó muchísimo. Cuando dejé la embajada, comencé a hacer consultorías en bonos y medición de huellas de carbono”, cuenta. Parte del trabajo, consistía en hacer recomendaciones para compensar el impacto ambiental que se produce a través de las emisiones de CO2 en eventos; y, sobre todo, para reducirlo.
Le llamó la atención la cantidad de vasos descartables que se usaban, y comenzó a proponer su reemplazo por otros reutilizables, algo que había visto implementarse con éxito en Europa. “Pasar de un vaso que tiene cinco minutos de vida, a uno que se reutiliza: es ahí donde cambiamos el gesto de tirar”, asegura. Con esa motivación, se contactó con Esteban Bancalari, que trabajaba en reciclaje de plástico, y crearon Qero EcoVasos.
Una cuestión de actitud
En septiembre de 2013, hicieron una prueba piloto en una fiesta en un bar, y al año siguiente debutaron a lo grande: “Fue en el Cosquín Rock, el evento que convoca a más personas en la Argentina: unas 120 mil en tres días. Habíamos visto fotos del lugar cubierto por una alfombra de vasos, la gente ni se podía tirar en el suelo, y eso nos llevó a hacerles la propuesta”, recuerda. “¡Pensábamos que los rockeros nos iban a tirar los vasos por la cabeza! Pero se entendió el concepto; y, aunque costó un poco instalarlo, ahora la aceptación es increíble”.
Uno de los desafíos, fue que se compren-
diera que el objetivo no era vender los vasos como merchandising, sino generar un cambio de conducta y concientizar en responsabilidad ambiental. “Les explicamos que había que implementar el concepto de la seña: cuando alguien compra una bebida, debe pagar un extra adicional (hoy, de $20) por el vaso, personalizado con el logo del festival”, cuenta. “Si pasa de un fernet a una cerveza, por ejemplo, lo puede cambiar. Nosotros vamos lavando los vasos en el lugar, con máquinas que usan detergente biodegradable y cuidan el agua, lo que nos permite dividir por dos el consumo de vasos”. Cuando la persona termina de usarlo, tiene dos opciones: devolverlo y recuperar la seña, o quedárselo como recuerdo. “Parte de nuestra apuesta es que un porcentaje de gente lo conserve, pero con la conciencia de que está haciendo algo bien por el planeta”, apunta Oliver.
“Siempre destinamos un porcentaje de las ganancias obtenidas a alguna organización social, como Cascos Verdes, que trabaja por la inserción socio-profesional de personas con discapacidad intelectual a través de la educación ambiental”, agrega.
Para él, la mayor satisfacción que le dio la experiencia en el Cosquín, fue “el cambio de actitud que se produjo” en ese festival: “Pasaron de no tener tacho de basura, a poner tres tipos distintos para la separación de residuos. Ahora el paisaje es otro”.
Sin embargo, convencer a los organizadores de los eventos de los beneficios que tiene este sistema no siempre es fácil: “Lo ven como una pérdida de tiempo o complicado. A veces, nos dicen que los vasos descartables
que usan son degradables, pero es imposible compostar miles y miles. Además, aún así se seguiría tirando sin concientizar a la gente, y para nosotros eso es fundamental: sin el concepto de responsabilizar EcoVasos no existe”. Todos los vasos tienen la inscripción: Este es un EcoVaso, reutilizalo y cuida el planeta.
También se ofrece su uso a empresas. “Una petrolera que usaba 80 mil vasos descartables por mes (de dos a tres toneladas tiradas al año), pasó a usar sólo tres mil de los nuestros. Cada empleado tiene uno, con su nombre. Al año retiramos los que están rotos o manchados y los reemplazamos por nuevos”.
¿Qué hacen con aquellos que ya no pueden usarse? El plástico que utilizan para su fabricación es polipropileno virgen, que tiene la ventaja de ser 100% reciclable, aceptar bebidas calientes y frías, y poder meterse al microondas. “Como no podemos usar nuestra propia materia prima para hacer otros vasos (por estar vinculados con el uso alimenticio), le regalamos aquellos que ya no sirven a quienes hacen los Econos (www.miecono. com.ar), ceniceros sustentables para la playa, el jardín o eventos”. Así, se va generando para Oliver un círculo virtuoso cada vez más grande.
Admite que en dos años es mucho el camino recorrido, pero también reconoce que queda un largo trecho por andar: “Queremos llegar a todos los lugares donde haya vasos descartables, como las estaciones de servicios o el cine; además, nos gustaría que las grandes marcas de bebidas se sumen a la movida. Pero también queremos estar presentes en las fiestas de fin de año de la escuelas o los jardines de infantes, y llegar a los más chicos”.
Con orgullo, muestra uno de los EcoVasos que hizo para el jardín de Chloé, su hija mayor, de tres años. “A ella y a sus compañeritos les encanta y los llevan a todas partes”, dice con una sonrisa. Y concluye: “En Argentina, hay mucha concientización por hacer: ése es para nosotros un desafío muy lindo. Cuando me levanto a la mañana siento una gran satisfacción con lo que estamos haciendo”.