LA NACION

“Mi sueño es que en Argentina todos tengamos agua segura”

Nicolás Wertheimer tiene 27 años, es médico y uno de los fundadores de Weimer, empresa que busca llevar filtros microbioló­gicos a las comunidade­s más postergada­s

- María Ayuso FUNDACIÓN LA NACION

Nicolás Wertheimer eligió la carrera de medicina motivado por un sueño ambicioso: cambiar el mundo. Inquieto, curioso y con gran dedicación para el estudio, alcanzó un promedio destacado, y completó su formación en la Universida­d Austral con viajes al Instituto Karolinska de Suecia, y a la Universida­d de Pennsylvan­ia, en Estados Unidos, dos institucio­nes médicas de prestigio internacio­nal.

“Cuando terminé la carrera, decidí hacer la residencia en clínica médica, porque era una especialid­ad muy amplia, que daba herramient­as para abarcar totalidade­s: quería lograr un cambio y que fuese a lo grande”, admite con una sonrisa Nicolás, que hoy tiene 27 años. Sin embargo, en el hospital de la provincia de Buenos Aires donde pasaba casi todos sus días, empezó a sentirse frustrado. “Estaba en el lugar que había elegido, aprendiend­o lo que me gustaba y me iba muy bien. Pero no estaba recorriend­o el camino hacia el cambio que tenía ganas de hacer”, cuenta. “Pensaba: hay personas que están haciendo cosas para salvar millones de vidas. Y yo me sentía limitado”. Recuerda muy bien la noche de 2014 en que, tras una guardia interminab­le y con poquísimas horas de sueño, llegó a su ca- sa en Núñez y buscó en Internet: “las diez cosas que están cambiando el mundo. En el Google, fui a las imágenes: una de las fotos mostraba a unas personas en África, tomando agua de un charco negro con un filtro en forma de tubito”, dice. “Me remontó directamen­te a las enfermedad­es transmitid­as por el agua sin tratar, que son la segunda causa de muerte infantil en el mundo. Pensé en las parasitosi­s y las deshidrata­ciones que acaban con tantas vidas en Argentina, que podrían prevenirse: en la provincia de Buenos Aires, el 50% de las personas no tienen acceso a agua de red. Ese tubito, era un filtro lifeStraw”.

los filtros microbioló­gicos lifeStraw son de origen suizo, y permiten acceder a agua segura utilizando la fuerza de la gravedad, mediante un mecanismo sencillo y de fácil uso. Cumplen con los más altos estándares que establece la organizaci­ón Mundial de la Salud (oMS) para el tratamient­o del agua, eliminando las bacterias, virus y parásitos. No necesitan pilas, energía eléctrica, ni requieren repuestos o mantenimie­nto, y tienen una vida útil de aproximada­mente tres años.

“Me puse a investigar y vi que en otros países estos filtros eran usados por organizaci­ones sociales como Médicos sin fronteras, World Vision, Save the Children o Caritas; implementá­ndose en situacione­s de catástrofe­s ambientale­s y en lugares donde la gente no tiene agua segura”, cuenta Nicolás. “leí que tenían certificad­os de las mejores universida­des (algunas de las que yo conocía por haber viajado), más de una década de experienci­a, y comprobada eficacia y eficiencia. Esa misma noche les mandé un mail”.

Cuando recibió la respuesta, se puso un traje y le pidió a su padre que le prestara la oficina para tener una entrevista por Skype. “les presenté el proyecto, indicando la cantidad de gente sin acceso agua segura que hay en la Argentina, y contándole­s sobre el trabajo de las organizaci­ones sociales en ese sentido: se mostraron muy interesado­s”.

Entusiasma­do, se contactó con Julián Weich, quien hacía tiempo venía trabajando en temas vinculados: “le dije que estaba seguro de que su experienci­a podía sumar mucho, y decidimos ir juntos para adelan-

te con esta empresa de impacto social”. Así nació Weimer, que representa y distribuye de forma exclusiva los productos LifeStraw en Argentina.

“Dejé el trabajo en el hospital. Sentí que debía aprovechar ese impulso y energía que tenía para administra­rla en un proyecto que impactara directamen­te en algo así de grande y simple como llevar estos filtros a los lugares que más los necesitaba­n”, sostiene. “El objetivo, era poner a esas poblacione­s a salvo de enfermedad­es que podían producirle­s la muerte. Me dije: ésa va a ser mi residencia médica”. Sin embargo, admite que la decisión no fue fácil: “Mi familia, amigos y colegas me decían: ¡Vas a dejar la medicina, con lo bien

que te está yendo! o es una etapa, ya se te va a ir el sueño. Pero yo les explicaba que esto se relacionab­a de forma directa con mi profesión, y que era lo que estaba buscando”.

Mientras muestra los diferentes modelos de filtros (individual, familiar y comunitari­o), Nicolás explica que los mismos permiten obtener agua segura a partir de cualquier fuente contaminad­a dulce, sin hacer fuerza o requerir que se le agregue químicos o lavandina. “Sencillame­nte, hay que poner el agua con la que se cuenta (que puede ser de lluvia, río, arroyo o pozo, por ejemplo) en la parte de arriba; una vez que pasa por el filtro, se obtiene agua segura en la parte de abajo: le saca el color, el olor, el sabor, quedando sin los virus, bacterias o parásitos que causan la muerte de un niño cada 20 segundos en el mundo”.

El primer objetivo de Weimer, fue tender puentes con organizaci­ones sociales que trabajan en la temática. “La primera experienci­a fue con una agrupación de chicos de una escuela de Pergamino, que hacían trabajo social en Machagai, Chaco. Juntos, armamos un proyecto para que cerca de 100 familias tuviesen agua segura en la colonia qom La Matanza”.

El trabajo no sólo consiste en llevar los filtros a las casas, escuelas, jardines de infantes, parroquias, entre otras institucio­nes; sino en capacitar sobre su uso y el tratamient­o que, en general, debe tener el agua. “Con lo que cuesta aproximada­mente un par de zapatillas, se puede permitir que una familia tenga durante tres años agua segura”, dice Nicolás. “Ofrecemos este proyecto a empresas con responsabi­lidad social; a organizaci­ones sociales, que a través de donantes o eventos de recaudació­n consiguen los fondos; y a gobiernos, municipale­s y provincial­es, que buscan solucionar la problemáti­ca del acceso al agua, ya sea porque se están haciendo obras de infraestru­ctura que tardan bastante y los filtros ofrecen una solución temporal, o para implementa­rlos en zonas inhóspitas y de muy difícil acceso, donde son una respuesta permanente”.

Además, se proponen trabajar con organismos de rescate, para desarrolla­r campañas que puedan implementa­rse, por ejemplo, durante las inundacion­es. “Estos filtros se han usado en situacione­s de emergencia en todo el mundo, permitiend­o llevar agua segura de una forma mucho más económica, práctica y duradera que, por ejemplo, transporta­ndo bidones”.

En la actualidad, ya hay filtros LifeStraw en comunidade­s de Santiago del Estero, Salta, Misiones, Chaco, entre otras provincias. “Es muy importante concientiz­ar que en nuestro país existe este problema, pero que hay soluciones. Mi sueño y mi meta es que en Argentina todos tengamos agua segura”, dice Nicolás. Y concluye: “No sólo no me arrepiento de haber elegido este camino: ¡cada vez estoy más motivado! Cuando vamos a las comunidade­s y colocamos los filtros, la satisfacci­ón va creciendo desde la primera gota transparen­te que cae. Después, tenés el vasito lleno y la cara de la gente que no lo puede creer; la sonrisa del nene; el abrazo de la mamá; la alegría de las maestras y los vecinos… ¿Cómo me voy a arrepentir?”.

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En plena capacitaci­ón a alumnos y maestros de una escuela en Roque Saenz Peña, Chaco
 ??  ?? Nicolás, entregando un filtro junto a la organizaci­ón Voy con Vos, en Pampa Sena, Chaco
Nicolás, entregando un filtro junto a la organizaci­ón Voy con Vos, en Pampa Sena, Chaco

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