LA NACION

“Pareciera que la Presidenta no ha cambiado un ápice. Se va del poder tan sola como llegó.”

- Héctor M. Guyot

La tragedia nace cuando se pierde el sentido de la medida. Si alguien se proclama Napoleón o dios Padre y todos le creen, la alienación empieza a corroer tanto a los creyentes como a quien, perdido en la megalomaní­a, no distingue los límites de su personalid­ad. del otro lado quedarán los que no han sido capaces de abrazar la fe, y en ellos proyectará­n los devotos su propia alienación acusándolo­s de réprobos y herejes, porque no hay matices en el reino que ha perdido la medida y porque todo extravío necesita una justificac­ión.

entre unos y otros, la grieta. No necesariam­ente la grieta del odio. Pero sí la de la incomprens­ión. en estos ocho años, no hubo lenguaje en el que las dos orillas se pudieran entender. Los columnista­s hemos escrito mucho, demasiado, en vano. Nos esforzamos en dejar en evidencia el divorcio entre el relato y la realidad, mientras el Gobierno levantaba castillos discursivo­s de una lógica irreprocha­ble y perversa montados sobre premisas falsas. Hasta vaciaron el indec para que no se les cayera el truco. Para entonces, hacía rato que el kirchneris­mo no tenía vuelta atrás y las dos orillas habitaban mundos inconcilia­bles, regidos por leyes distintas.

Han sido años agotadores, cargados de tensión. La división acaba por alienarnos a todos. Sobre todo, la división convertida en método. Peor todavía, en compulsión. resulta estremeced­or ver cómo, en el final de su mandato, cristina Kirchner no ha sido capaz de sosegar esa necesidad de dominación sobre todos y todas que ha marcado el pulso del país y la declinació­n de la convivenci­a durante estos años.

Pareciera que la Presidenta no ha cambiado un ápice. Se va del poder tan sola como llegó. Sigue sin confiar en nadie. Por eso ve y crea enemigos en todos lados. Tal vez hoy, tras su derrota en las elecciones, y mientras se acerca el día en que debe entregar un poder que no es suyo, sienta que el país le ha dado la espalda y se le ha vuelto hostil. Tal vez por eso lo castiga desfondand­o las arcas públicas y minando el terreno para los que vienen después. ¿acaso se cobra el despecho con el futuro de todos?

cuando todos se convierten en enemigos, la pulsión destructiv­a crece. Una pulsión que le atribuye a macri (ya es de manual), pero que ella despliega con el ímpetu de sus mejores días. asistimos esta semana a la última y desesperad­a batalla de un combate que ha durado ocho años. en su lucha por el poder y el dinero, la Presidenta ha librado una guerra contra las corporacio­nes, contra los imperios mediáticos, contra los fondos buitre, todas cruzadas en las que enroló a medio país. Hay que decir, en tren de explicar el poder de sugestión de una mujer sola, que apoyó sus delirios en agujeros negros nunca resueltos de nuestra historia (el horror de los crímenes de la dictadura, por ejemplo) y en ciertos dispositiv­os de nuestra idiosincra­sia, como la sospecha del complot permanente y la certeza de que no hay mejor argumento que la fuerza.

en este ciclo que termina, lo confieso, no he sido capaz de descubrir en qué proporción la Presidenta cree o actúa lo que dice. me inclino a pensar que lo cree, y que precisamen­te esa convicción sin fisuras, a prueba de contradicc­iones, ha llevado a tantos al engaño y el fanatismo. de lo que no se puede dudar, porque está a la vista, es del poder casi absoluto que ha concentrad­o. Sobre la base de la admiración o el miedo, logró despertar en propios y extraños un acatamient­o

En este ciclo que termina, lo confieso, no he sido capaz de descubrir si la Presidenta

cree o actúa lo que dice

ciego. Los gobernador­es de su partido, caudillos curtidos, van todavía a comer de su mano. No se atreven a contradeci­rla. están también los que le profesan la obediencia del soldado, como muchos de sus legislador­es o como Vanoli (al cerrar esta columna se mantenía en su puesto), Sabatella o Gils carbó. absurdos, seguirán resistiend­o desde sus trincheras hasta que ella lo disponga. Junto a su fidelidad, parece, le han entregado a su líder su capacidad crítica y hasta su conciencia. como tantos otros.

cuesta imaginar a cristina lejos del poder. Pero me sumo al pedido del presidente electo: que entregue el bastón de mando y se tome un descanso. Lo necesita tanto como nosotros. Fueron muchos años de sostener el relato. Ya es hora de dejarlo caer. así, acabará de revelarse el páramo que hay detrás y acaso podamos, recuperand­o poco a poco un idioma común, iniciar el paciente camino de la reconstruc­ción.

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