LA NACION

Un café con cortázar

En Almagro, el bar que lleva su nombre busca mantenerlo vivo

- Natalia Blanc

“Todo hay que volver a inventarlo. El amor no tiene por qué ser una excepción.” Citas de textos de Julio Cortázar (la del comienzo pertenece a Libro de Manuel, de 1973); fotos célebres y desconocid­as del escritor, solo, con amigos, con sus mujeres y hasta con sus gatos, tapas de algunos de sus libros, una rayuela pintada a todo color, dos murales alegóricos realizados por el artista plástico Ricardo Villar. Todo esto decora las paredes del Café Cortázar, un bar inaugurado esta semana en Almagro, que se suma a la red de Cafés Notables porteños. Es el primer espacio cultural dedicado a rendir homenaje permanente al autor de Rayuela.

Ubicado en la esquina de Cabrera y Medrano, además de servicio de cafetería, picadas, ensaladas y sándwiches (el menú está inspirado en títulos de Cortázar como Bestiario, Un tal Lucas y Los premios), allí se realizarán ciclos de lectura, exhibicion­es de arte, presentaci­ones de libros, cursos literarios y conciertos de jazz. En los próximos meses estará disponible al público una biblioteca con sus obras más reconocida­s y también con material crítico y de estudio. La idea es que quienes se acerquen a tomar, por ejemplo, un café Rayuela, con whisky, crema y canela, puedan acceder sin cargo a cualquiera de los libros e instalarse a leer en una de las mesas con tapa de mármol inspiradas en los bares parisinos.

En el primer piso, donde también hay un sector reservado para la lectura, se exhibe una muestra de fotografía­s inéditas, Siempre empezó a llover, de Bernardo Cornejo Maltz. El fotógrafo, que vivió durante un año en el departamen­to del barrio Rawson que perteneció a la madre y la hermana de Cortázar, registró delicadas imágenes del interior de la vivienda. Son tomas subjetivas que buscan reproducir el paisaje que veía el escritor a través de la ventana de su cuarto, en distintos momentos del día. En el piso de Artigas 3246, donde vivieron María Herminia Descotte y su hija Memé hasta 1978, todavía se conserva el armario de madera que Cortázar utilizaba como biblioteca. Objeto de culto más que de decoración, aparece en una de las fotografía­s que integran la exhibición, que se puede visitar hasta marzo.

Con la apertura de la muestra, que tuvo lugar el miércoles 16, quedó inaugurado oficialmen­te el café. Allí se reunieron colegas, amigos y admiradore­s de la obra de Cortázar, que compartier­on anécdotas con el público. Una de las invitadas fue la socióloga Nelly Schmalko, que le compró el departamen­to a la familia Cortázar hace casi cuarenta años, y alojó al fotógrafo en su casa para que pudiera realizar su ensayo visual sobre la perspectiv­a del escritor. También participó el arquitecto Horacio Spinetto, creador del logo del café, realizado con una tipografía de máquina de escribir Olivetti Lettera 22, la misma con la que escribía el Cronopio mayor.

En tributo a la influencia del jazz en la vida y en la obra de Cortázar, la música en vivo estará siempre presente en las noches del café. En la inauguraci­ón, el dúo Swing Mamas, integrado por la cantante Guadalupe Raventos y la guitarrist­a Patricia Grinfeld, interpretó algunos de los temas preferidos del escritor.

Mientras reunen los libros para la biblioteca Cortázar, los responsabl­es del café convocan a quienes tengan materiales inéditos (fotos, cartas, textos) y ediciones de colección a cederlos para la consulta del público. Lejos del lucro, el objetivo es formar una red de cortazaria­nos fanáticos para que compartan experienci­as vinculadas al creador de la Maga.

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Fotos de dAmián liviche El Café Cortázar, en Cabrera y Medrano, en homenaje al escritor
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Recreación de un espacio de trabajo cortazaria­no

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