Reparto de poder. España se prepara para abrir la era de la nueva Transición
Por primera vez desde la apertura democrática, hace cuatro décadas, se quebrará el bipartidismo que conformaron los conservadores del PP y los socialistas del PSOE por el avance de Podemos y Ciudadanos; deberán negociar para evitar bloqueos
MADRID.– Felipe González alertó hace poco más de un año de que España corre el riesgo de terminar con un sistema político a la italiana, pero sin italianos para gestionarlo.
La profecía del ex presidente socialista se vive casi como una certeza 24 horas antes de las elecciones generales más reñidas e inciertas de la historia reciente: los pronósticos anticipan un escenario de gobiernos inestables y un reparto del poder entre cuatro partidos obligados a negociar para evitar el bloqueo.
Casi tan fuerte como la intriga de quién ganará, se instaló la duda sobre si los líderes que se disputan la presidencia del gobierno serán capaces de asumir la cultura del pacto e impulsar las reformas que llevan en sus programas. El resultado de mañana marcará en gran medida la velocidad y la magnitud de esos cambios, aunque en el ambiente político se ve inevitable el inicio cercano de una “segunda Transición”.
Los consensos de la apertura democrática posterior a la dictadura franquista se tambalean. El bipartidismo conservador-socialista no muere, pero envejece, reducido a su mínima expresión histórica y abandonado por los jóvenes. El independentismo catalán amenaza la unidad del país. La ilusión del progreso permanente se rompió con la crisis que estalló en 2009 y recrudecieron los reclamos de derechos sociales.
“En unos pocos años se abrió un ciclo distinto en España –sostiene el filósofo Daniel Innenarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática de la Universidad del País Vasco–. La ciudadanía pasó del desinterés por la política a una efervescencia que puso en cuestión aspectos centrales que hasta hace poco parecían sacrosantos.”
A su juicio, tres causas desencadenaron el giro en la conducta social: la visibilización de la corrupción, el estancamiento de los partidos tradicionales y la mala gestión de la larguísima crisis económica.
Las encuestas colocan primero al actual presidente conservador, Mariano Rajoy, líder del Partido Popular (PP). Pero ninguna lo ubica por encima del 30% y su cosecha de diputados se ubicaría entre 110 y 130, la menor para un primer partido desde que rige la Constitución de 1978. La mayoría para formar gobierno se consigue con 176.
Los analistas siempre consideraron que el mínimo que garantiza un gobierno estable es 150. José María Aznar, entre 1996 y 2000, fue el presidente con menos bancas: 156.
A los dirigentes españoles les espera el desafío de negociar, una práctica que el dominio bipartidista atrofió. ¿Tendrán los reflejos italianos a los que aludía con ironía Felipe González?
Para que Rajoy continúe en el poder tendría que explorar un pacto. El único partido al que podría tentar es Ciudadanos (C’s), de ideología liberal y discurso renovador, al que las encuestas colocan en la indefinida disputa del segundo con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y los indignados de Podemos.
El líder de C’s, Albert Rivera, advirtió que no pactará con Rajoy, a quien calificó como “un obstáculo para el cambio que necesita España”. Ayer dejó abierta la puerta para abstenerse, lo que facilitaría la investidura. Pero hay sondeos que muestran a Rivera en descenso y con un caudal de diputados insuficiente para complementar lo que le falta al PP.
Ante esa opción, se abrirían infinitos caminos. Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Podemos) se trenzan en el cierre de campaña en una durísima lucha por la primacía de la izquierda. Se ilusionan con el segundo puesto y con quedar vivos para liderar las negociaciones de un pacto de regeneración, en el que deberían incluir a Rivera.
El PSOE, Ciudadanos y Podemos abogan por una reforma constitucional amplia. Con sus claros matices, los tres incluyen la necesidad de revisar el encaje de Cataluña para evitar la secesión, blindar derechos sociales, revisar el sistema electoral que alentó al bipartidismo e incluir garantías contra la corrupción.
La Casa Real intuyó a tiempo el terremoto social y aceleró en junio de 2014 la abdicación de Juan Carlos I. Felipe VI asumió con una agenda modernizadora, pero es consciente de que está en examen permanente. Tocar la Constitución implicará ratificar o no el modelo monárquico.
En el PP descuentan que deberá asumir cambios, aunque la reforma constitucional no figura en su programa. “Todo se puede revisar, pero tampoco haría grandes revoluciones. Se puede perfeccionar, pero tampoco hace falta dar una patada al tablero y poner todo patas arriba”, opina Pablo Casado, un dirigente al que Rajoy encargó el control de la comunicación de su campaña.
Miquel Roca Junyent –uno de los padres de la Constitución– considera que hay un “deseo mayoritario y evidente” por acometer una reforma de la ley fundamental. “Las motivaciones entre los distintos partidos son muy diferentes. Hay que ver si existe la voluntad de ceder que se vio en la Transición.”
Su colega Javier Pérez Royo, catedrático de la Universidad de Sevilla, percibe “un riesgo enorme de que la Constitución termine implosionando; lo que no se renueva acaba perdiendo la legitimidad”.
La fragmentación podría ser un obstáculo adicional. Si no se equivocan las encuestas, habrá cuatro partidos con entre el 30% y el 15% de los votos. no pasó jamás en la era democrática: el tercer partido con más apoyo fue el comunismo en 1978, con 10,7%. Y nunca el cuarto pasó del 7%.
“Lo que ocurrió en España fue que descubrimos con la crisis que gran parte de lo que nos habían contado era mentira –sostiene el sociólogo César Rendueles–. Ahora estamos despertando y se vienen transformaciones que son inevitables, pero será un proceso lento y complejo.”