LA NACION

Votar a la sombra de la crisis: el desastre económico sigue presente

- Martín Rodríguez Yebra

MADRID.– Si de verdad la gran crisis económica española quedó en el pasado, como celebra el gobierno de Mariano Rajoy, es posible viajar en el tiempo con sólo manejar 45 minutos hacia el oeste de Madrid.

En cuanto se entra en Castilla-La Mancha aparece Chozas de Canales, un municipio de 4000 habitantes, que sintetiza el daño que causó el derrumbe iniciado en 2009: 71% de desempleo –el más alto del país–, éxodo de jóvenes, cientos de casas vacías por desalojo, negocios clausurado­s.

“Aquí ya no hay quien quiera vivir”, dice en la calle Mayor del pueblo Roberto Hilarión, un jubilado nacido en Chozas. En los años 90 residían allí 800 personas. Era el típico pueblo rural que se vio transforma­do por el boom de la construcci­ón. Crecieron como hongos filas de chalets que atraían a vecinos de la periferia de Madrid, fascinados por los precios bajos, la calma de campo y la cercanía con la capital. La explosión de la burbuja inmobiliar­ia hizo quebrar a las dos constructo­ras del lugar. La fábrica de muebles que daba trabajo a 30 personas cerró. El negocio agrícola se paralizó.

Chozas es un ejemplo extremo, pero las huellas del desastre siguen presentes por todos lados en la España que mañana vota quién será el presidente encargado de gestionar una economía que resurge en medio de constantes peligros.

El presidente Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP), planteó su campaña con la lógica de Ronald Reagan en su competenci­a contra Jimmy Carter en 1980: preguntarl­es a los votantes si están mejor que hace cuatro años. La diferencia es que la respuesta que él espera es “sí”.

Se basa sobre todo en los números de crecimient­o económico. España salió de la recesión en 2014 y este año crecerá 3%, muy por encima de la media europea. El gobierno destaca la generación de empleo, aunque con cifras de doble filo. Los cuatro años de Rajoy terminan con un punto menos de desocupaci­ón que al inicio (21%), pero también con menos puestos de trabajo. El éxodo de jóvenes e inmigrante­s sin oportunida­des redujo la población activa.

La oposición rechaza el optimismo de Rajoy. Lo acusan de haber devaluado el salario promedio, señalan que el 90% de los contratos laborales que se firman son temporales y que la pobreza escaló a cotas desconocid­as en los últimos 30 años, con más de dos millones de personas que necesitan de la caridad para comer.

Los recortes sociales fueron el motor que impulsó a los indignados de Podemos. Su líder, Pablo Iglesias, lleva como bandera la necesidad de un “rescate ciudadano”. Al igual que el socialista Pedro Sánchez, promete rediscutir los términos de la relación con la Unión Europea (UE), que mantiene un estricto control de la economía del país.

Durante el turno de Rajoy la deuda española se disparó, hasta alcanzar el 100% del PBI. Aunque España ya no es un riesgo para el euro, como lo fue entre 2010 y 2012, los líderes europeos siguen con ansiedad el proceso electoral.

Bruselas entró en la campaña la semana pasada al reiterar que el próximo gobierno deberá hacer más recortes de gasto para cumplir los objetivos de déficit, pidió una nueva reforma laboral y consideró que la economía del país aún es “vulnerable a shocks externos”.

Sánchez denuncia que Rajoy aplicará 10.000 millones de euros de ajuste presupuest­ario para cumplir con Europa. Él propone estirar los plazos de cumplimien­to del déficit para combatir contra la desigualda­d. Iglesias habla de sentarse a negociar desde una posición de fuerza. “España no es Grecia. Somos la cuarta economía del euro. Tenemos capacidad para aplicar políticas responsabl­es, pero que abandonen la austeridad”, señala.

El PP busca ilusionar con promesas de bajas de impuestos. Incluso se sumó a la moda de ofrecer subsidios a los más necesitado­s, como hicieron Podemos y los liberales de Ciudadanos en el amanecer de la campaña.

Según el instituto estatal de encuestas CIS, el 80% de los españoles dice que la economía es lo que más pesará a la hora de decidir el voto. La gran mayoría es escéptica sobre el futuro y crítica sobre el presente.

En Chozas de Canales el sentimient­o es unánime. A sus calles no se acercó esta vez ningún candidato. Resisten apenas tres cartelitos (uno de Rajoy, uno de Sánchez y otro de Iglesias). Están en la rotonda de entrada, como si los militantes que los colgaron no se hubieran atrevido a ir más allá.

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