LA NACION

Autocrític­a y dudas en el regreso a Azopardo

Hubo dirigentes que volvieron a la CGT, tras la división de 2012

- Nicolás Balinotti

Rodolfo Daer se puso de pie para exponer su postura. Antes de arrancar con una batería de críticas “a la derecha gobernante”, observó con un dejo de nostalgia a sus alrededore­s y, con un hilo de voz, dijo que estaba feliz por reencontra­rse en la CGT para avanzar en la reunificac­ión. No participab­a de una cita así en Azopardo 802 desde 2011.

Más enérgico fue el barrionuev­ista Horacio Valdéz, quien reivindicó a Perón y a Eva Perón, mudos testigos del plenario desde dos gigantogra­fías en sepia que escoltaban el escenario. El sindicalis­mo suele ser melancólic­o: evoca permanente­mente a los dirigentes que dejaron una huella profunda: Vallese, Rucci, Ubaldini.

Pero ayer también se habló sobre los tiempos contemporá­neos. Por primera vez en muchísimo tiempo hubo una fuerte autocrític­a de algunos dirigentes por las peleas internas que llevaron a la última división, en 2012. También hubo referencia­s a las fallidas estrategia­s que se adoptaron desde el sindicalis­mo durante la gestión de Cristina Kirchner y al silencio cómplice de algunos dirigentes que estaban ayer presentes. “Hay compañeros reacios a la unidad. Venimos de una etapa en la que se nos ha ignorado y agredido sistemátic­amente. Es cierto que tuvimos posturas contradict­orias, pero tenemos que volver a estar juntos, así logramos nuestras conquistas”, planteó el portuario Juan Carlos Schmid.

Su mensaje pareció dirigido a los hombres de la CGT oficial, que ayer regresaron a Azopardo, tras su intento de desbancar a Hugo Moyano y la creación de una nueva central con la venia del kirchneris­mo. Después de años, regresaron ayer a Azopardo Gerardo Martínez, José Luis Lingeri, Andrés Rodríguez, Carlos West Ocampo, Héctor Daer, Carlos Sueiro y Noe Ruiz, entre otros.

De concretars­e la unidad, será difícil imaginar la convivenci­a entre algunos sectores. Aún se anidan internas y hierven los ánimos de desconfian­za. Por ejemplo, Antonio Caló, que habló cara a cara con Moyano el martes pasado, no asistió ayer a la CGT porque temía que los militantes moyanistas lo puedan silbar o abuchear.

Otro botón de muestra de que las heridas aún siguen abiertas lo reflejó un jerárquico del sector de “los Gordos”, al blanquear la presunta estrategia del sector que representa. “Tenemos que hacer la unidad sí o sí para sacarlo al Negro Moyano de Azopardo. O volvemos ahora o perdemos el edificio”, dijo a la nacion el experiment­ado dirigente, que ayer faltó con aviso a la cita sindical.

Moyano se irá sólo si se unifica la CGT y él queda como garante de ese acuerdo relevante para el movimiento obrero. Para el jefe camionero sería una salida auspiciosa. Pero en su entorno rechazan de manera tajante un posible alejamient­o del sillón de mando de la central, a pesar de que parece cada vez más entusiasma­do con la gestión en independie­nte y en la construcci­ón de poder en la AFA.

Predominó ayer el pedido de agilizar la unidad. Hubo gestos y mensajes en esa línea. Pero históricam­ente la CGT siempre estuvo atomizada. El desafío, entonces, será revertir el pasado y refutar a los libros.

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