LA NACION

El auto: el mejor amigo del turista argentino

La relación entre costo y beneficio posicionó a este medio de transporte en la opción familiar predilecta; sobre todo, para llegar a las costas del sur de Brasil, el destino más elegido este año

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Ya en Brasil, pasan por Rosario do Sul y San Gabriel, la ciudad en donde la mayoría de los argentinos pernocta antes de seguir viaje.

Para tener en cuenta, de los 750 kilómetros que separan San Gabriel de Florianópo­lis, los primeros 300 (de mano única) son los que presentan más dificultad, por el tránsito de camiones. A 20 kilómetros de Porto Alegre arranca la archiconoc­ida BR101 y sus 430 kilómetros de autopista doble mano hasta Floripa.

En octubre pasado, Palmeiro hizo el camino con varios cabezas de familia para reservar el alojamient­o (“estando allá con anticipaci­ón tenés mejor poder de negociació­n”, asegura). De hecho, el vínculo entre compinches de ruta, fogoneado por el grupo de Facebook, creció tanto que terminaron haciendo una reunión anual en el Club de Pescadores de Lobos, en donde la semana pasada se juntaron casi 150 automovili­stas. Por el placer de manejar

“Me gusta manejar, sentarme al volante durante horas y horas”, confiesa Gabriel Pacchiarot­ti, que pasa en febrero de 2016 en Florianópo­lis con su mujer y dos hijas de 14 y 10 años. Su primer viaje en coche fue en 2012, incentivad­o por un amigo del grupo de Facebook que creó Palmeiro. En general, se juntan cuatro o cinco familias y no sólo coinciden en la ruta (cruzan por Paso de los Libres, en donde hacen noche) sino que también ponen puntos de encuentro en la playa. “Nos citamos tal fecha, a tal hora en Praia do Forte o en Lagoinha, pasamos música, nos divertimos mucho”, cuenta.

Marisa Pulido también elije Florianópo­lis en febrero. Y, como Pacchiarot­ti, va en caravana con varios autos más. “En general salimos a eso de las cuatro de la mañana y paramos a la noche en Santo Tomé, del lado brasileño. Es importante tener reservado el hotel desde ahora, porque sino no encontrás alojamient­o en ninguna ciudad cerca de la frontera”, aconseja. Y también recomienda las estaciones de servicio del país vecino: “Están súper equipadas, los baños están limpios y la comida es deliciosa”, agrega Pulido, copilota de su marido y madre de dos muchachos de 14 y 12 años. “Los chicos están acostumbra­dos porque siempre hicimos viajes largos”, dice. Además, cada uno va lo más pancho con su tablet. Charlas de familia

“Nos pasaron un montón de cosas viajando en auto, pero lo mejor siempre fueron las charlas de pareja y de familia, que no se dan en otro contexto. Es como una situación ideal: estás bien, sólo tenés que ocuparte de la ruta”, afirma Mariana Morales, que el verano pasado llegó a Garopaba con su troupe (Fernando Ponce de León y dos hijos, Manuel y Juana) y en enero planea escaparse de nuevo. “Salimos a las 6 de la mañana de Buenos Aires para llegar tipo 4 a Paso de los Libres, pero nos empezó a chorrear aceite y estuvimos tres horas buscando un taller mecánico”, recuerda. Luego, en la frontera, tuvieron que hacer una cola de 8 cuadras y, cuando estuvieron del lado brasileño, ya era demasiado tarde para llegar a San Gabriel. “La sensación de cruzar de noche, con todo oscuro, sin señalizar, y con el GPS que no funcionaba bien nos asustó un poco; por suerte los chicos dormían y pisamos el acelerador. A las 3 de la mañana paramos en un pueblito y el dueño de un hotel nos dejó dormir en el lobby porque estaba completo”, evoca. Por fin arribaron a Garopaba a la tardecita de ese día.

“Este año queremos repetir, pero haciendo las cosas bien. Nunca más cruzamos por Paso de los Libres”, avisa, y da un par de claves de convivenci­a en el habitáculo. “El mate ayuda mucho al viaje, porque te mantiene despierto, activo; y la heladerita con fruta es importantí­sima. Para los chicos, hay que llevar películas sí o sí”, entiende

Daniela Trad, diseñadora y publicitar­ia, fundadora de la agencia VuelaBarca dice que frenar a sacar fotos en el camino y ver el atardecer en la ruta son cosas irremplaza­bles. Junto con Sebastian Moré, ingeniero electrónic­o 30 años viajaron a Tilcara y, el auto, ya es parte de su plan cuando se habla de vacaciones. “Todos dirían que el mate en lo que no puede faltar, pero para nosotros es la música. Aunque tenemos distintos gustos musicales, coincidimo­s con: Foo Fighters, Arctic monkeys, Blur y Calamaro”, dice. En caravana y con handys

Jorge Sanguesa y su familia viajan en auto a Florianópo­lis desde 2003. Este año, como otras veces, lo hacen en caravana con otras dos familias. Van todo el viaje en fila, comunicánd­ose por handy para que nadie se pierda en el camino y para coordinar las paradas (además en Brasil pierden la señal del celular y -jura Sanguesa“te matan con los precios” de la telefonía).

“El viaje es aventura y nosotros lo preparamos bien. Hasta ponemos calcos en el auto que dicen ‘Brasil 2016’. Nos divertimos mucho, hacemos chistes todo el tiempo por el handy”, comenta. “Pese a los vaivenes en la economía de los últimos años, siempre te termina conviniend­o ir en auto a Brasil antes que veranear en las playas argentinas o en Uruguay. Es una cuestión de precio-calidad”, detalla. En cada uno de los tres autos viajan, junto a sus padres, tres adolescent­es, que a la vez son compañeros de colegio. En el coche de Elisabet Puente, que se incorporó este año a la caravana (es el tercer coche de la fila), parecen muy divertidos con formar parte de la experienci­a. “Ellos lo hacen todos los años y siempre les ha dado buenos resultados”, asegura, y define el itinerario: “Salimos el 8 de enero, dormimos a mitad de camino y el 9 llegamos a Florianópo­lis”. El tema precios también pesó en la decisión: “Si te ponés a pensar -yendo en autopago lo mismo por una semana en Valeria del Mar que por 15 días en Florianópo­lis”. La vuelta a América

Gustavo Zenklusen vive en Rafaela, es martillero público y este 8 de enero, a las 5 de la mañana, parte a Rio de Janeiro con su mujer y sus hijos de 12 y 15 años. Hace un primer tramo bien largo hasta Cataratas y cruzan por Foz de Iguaú, en donde pasan la primera noche. Al alba del día siguiente, toman la ruta 257 hasta una ciudad llamada Registro -queda pasando Curitiba-, en donde pasan la noche. Desde allí, salen temprano para evitar el tránsito en San Pablo y llegan a Río cerca del mediodía. “Me gusta manejar, voy conociendo y parando en los lugares que me gustan. Y claro, el tema económico también pesa: pensá que los pasajes a Rio en enero para cuatro cuestan como 40.000 pesos y yo por 10.000 pesos voy y vengo en auto”, dice Zenklusen, que no es ningún novato en la materia.

De hecho, el año pasado también viajó en caravana con otros dos matrimonio­s con hijos, pero no fueron a Brasil sino que subieron por Chile y Perú hasta llegar a Lima, en un periplo de 25 días. Pero el gran proyecto es de acá a dos años: “Mi sueño es hacer la vuelta completa a América latina: ir por Chile, Perú, Colombia y Venezuela, cruzar allá arriba y bajar todo por Brasil, en un viaje de 60 días”, fantasea, aunque pareciera que ya tiene todo bastante calculado.

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Paula salischike­r Pablo Palmeiro, creador de www.enautoabra­sil.com.ar, le aporta algunos datos de la ruta a Gustavo Lays
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Gentileza Daniela Trad y Sebastián Moré, viajeros frecuentes, aquí en Tilcara, Jujuy
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