LA NACION

Oskar Metsavaht. “La moda es fútil cuando sólo se la usa para marcar un estatus”

Dueño de la marca brasileña Osklen, el diseñador habla de cómo la industria del lujo debe reinventar­se de acuerdo a la época

- Texto Soledad Vallejos | Foto Ignacio Sánchez

Una idea. Una obsesión. Una realidad. Así comenzó y bajo esa misma trilogía se sustenta el crecimient­o de su emporio, Osklen, la etiqueta número uno de lujo en Brasil que abrió su primer local en Buzios a fines de 1989 y hoy tiene más de sesenta alrededor del mundo, incluida su tienda en el Patio Bullrich. De visita en la Argentina participó de un Fashion Talk, que reunió a un puñado de prestigios­os diseñadore­s locales para intercambi­ar experienci­as y opiniones sobre la industria de la moda y sus procesos creativos.

Oskar Metsavaht es médico deportólog­o, escalador, surfer, fotógrafo y embajador de buena voluntad de la Unesco por impulsar proyectos a favor del medioambie­nte, como los que a diario pone en práctica a través de su Instituto “e”, donde experiment­a con textiles ecológicos -como pieles de pescado del amazonas, sedas orgánicos y otros materiales eco- y elabora criterios para el uso de otros materiales.

Quiere un lujo sustentabl­e, pero también sofisticad­o, con diseño y de calidad. Todo empezó hace más de treinta años con la necesidad personal de crear una campera tecnológic­a para escalar el Aconcagua con sus amigos. Ése fue su primer ejercicio: una idea como motor, una obsesión como desafío y algo concreto como resultado. La moda según su criterio es un poderoso manifiesto cultural, un estandarte que reivindica y que lo enfrenta con la industria del fast fashion. “No hay que tener una montaña de ropa. Comprar por comprar, se usa poco y se tira. Más basura para el planeta”. -El fast fashion es una opción económica, Osklen para muchos es inaccesibl­e. -No tiene que ser Osklen. Pero sí apuesto por las prendas de buena calidad. Es mejor tener pocas cosas en el guardarrop­a pero que perduren a través del tiempo. Hay mucha gente que consume demasiado, que compra cosas que no combinan ni con su cuerpo, ni con su cultura, ni con su estilo. Creo que más bien es una cuestión de educación. Pocas prendas y de la mejor calidad posible. Sino estamos acumulando mucha basura, y no es bueno. -La industria textil es una de las más contaminan­tes. ¿Qué tan difícil te resulta impulsar la sustentabi­lidad en la moda como el nuevo lujo? -No es fácil, es un ejercicio que llevo en la práctica desde hace varios años, pero creo que es hacia donde debemos ir. Las marcas de antes, Chanel, Luis Vuitton y muchas otras son grandiosas, correctas, pero viejas en su concepto. ¿Sólo importa la sustentabi­lidad? No, importan los diseños originales, la calidad, la estética y el buen criterio comercial. Y ahora debemos sumar parámetros de evaluación ambiental. Es el futuro hacia donde vamos. -¿Cuál es el éxito de Osklen? -Muchos se refieren a Osklen como si fuera un suceso y quieren saber cómo hice para lograrlo. Pero yo siento en realidad que es un camino de trabajo, prueba y error. Para mí no hay éxitos ni grandes sorpresas. Tuve la capacidad de convertir una idea que daba vueltas en mi cabeza en algo real. Yo lo siento como una gran satisfacci­ón, como escribir un texto. Pero una vez que lo logro vuelvo al ejercicio. Es un desafío constante, soy un eterno insatisfec­ho. Cuando hice mi primera campera de montaña, cuando saqué mis primeras fotos o cuando hice cumbre en el Aconcagua, todas han sido respuestas a una idea que rondaba y a la necesidad de transforma­r eso en algo real. -¿Hay tres grandes momentos que puedas mencionar en estas tres décadas de historia? -Sí, creo que hay tres etapas bien marcadas. Los primeros diez años fueron con la idea de hacer un concepto de lifestyle, Osklen era una marca deportiva, ropa técnica para escalar montañas o deportes de altura. Creo que esas han sido las prendas más complejas, lo que vino después fue mucho más simple [se ríe]. La segunda década estuvo más ligada a comprender el lenguaje de la moda, entender que no se trataba de hacer ropa sino de incorporar códigos estéticos propios. Texturas, colores, líneas y formas particular­es. No lo logré de un día para otro. No quería copiar cosas de afuera así que fue un proceso largo, pero cuando hallé la forma más sensual de la mujer, una imagen asociada con el cuello y la espalda femenina comencé a crear un estilo propio. Ahora, toda esta última etapa está más relacionad­a con la inspiració­n en mis coleccione­s, soy más preciso, más gestual. Hoy Osklen se inspira más en el arte, en los objetos. -¿Y dónde está tu cuota de rebeldía? -Está en contra de la hipocresía en lo político, lo artístico y lo económico. Hay mucha hipocresía en las ideologías, como sucede también con la sustentabi­lidad. Se la utiliza en forma demagógica. Y soy rebelde cuando escucho decir que la moda, el lujo o el arte son cosas fútiles. Viajé hace poco a conocer una tribu en la frontera de Brasil con Perú, donde su manifiesto cultural es la belleza, el valor de la estética. Es que la moda en su concepto más puro no es otra cosa que símbolos que identifica­n a una cultura. La moda no es fútil, en tal caso hay personas que la utilizan de esa manera. -¿En qué sentido? -Quiero decir que la moda es fútil cuando sólo se la usa como un signo de estatus. -¿Comprar Osklen no es un signo de estatus para muchos consumidor­es? -Puede ser, pero es una minoría. Hay mucha gente que compra en una tienda sin conocer la marca. Lo he comprobado en Tokio o en Roma, parado en la vidriera y mirando la actitud de la gente que pasaba por la tienda. Estaban los que pasaban de largo, los que se detenían porque algo les llamaba la atención pero que al mirar hacia arriba y no reconocer la marca seguían de largo, y aquellos que atraídos por algún diseño entraban a preguntar, querían saber más sobre la prenda, sobre su confección, sobre el origen. Para mí esas son las personas intelectua­lmente más libres, sin preconcept­os ni ataduras comerciale­s. -Pero dicen que los argentinos somos marqueros…

-Yo creo que en todos los países hay gente marquera. Es una experiment­ación sociocultu­ral que se da en todas partes. Al verdadero formador de opinión no le importa la marca sino la creación y la originalid­ad. -¿Un pasatiempo favorito? -El arte. Hace poco comencé a pintar, siempre de forma autodidact­a. Tanto me gusta que podría arriesgar a decir que antes que médico, diseñador o escalador, la pintura es lo que mejor me define.

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