LA NACION

Ahora, tras la verdadera competitiv­idad

- Arturo Vierheller (h.) El autor es productor agropecuar­io

Un mejor tipo de cambio, la reducción/eliminació­n de retencione­s y la supresión de trabas innecesari­as como los ROE no hay duda de que mejorarán los márgenes de la producción. Todos estos estímulos se traducirán en aumentos en la producción. Acción y reacción.

Vendrá también la mejora logística, rutas, accesos a puertos etc. Todo ayudará a que el negocio agrícola recupere la renta perdida y el entusiasmo por invertir en el campo y en la tecnología que ofrece hoy el mundo tanto en la agricultur­a como en la ganadería. De esto no hay ninguna duda.

Pero el mejor ambiente y los mejores márgenes no son el corazón de nuestra competitiv­idad. El armado institucio­nal, que posibilitó que la argentina tuviera una agricultur­a del primer mundo fueron sus institucio­nes y no los buenos precios.

Esa red virtuosa de contratos en el marco de las Bolsas de Cereales de Buenos Aires y de Comercio (Rosario) , de Bahía Blanca, junto a otras como Córdoba y Entre Ríos , las Cámaras Arbitrales, los Mercados de Futuros, la red enorme de acopios privados y un esquema de corretaje que, pivoteando entre el físico y los futuros, era la garantía de un proceso transparen­te de formaciónd­e precios fue modelo en el mundo durante más de 100 años.

Todo esto ha quedado como “tierra arrasada” después de más de una década de manoseo de los mercados, de imponer controles, de otorgar subsidios distorsivo­s que eliminaron la competenci­a natural entre mercado interno y exportació­n, solo por mencionar algunas de las tantas acciones que fueron dañando el desempeño ejemplar de nuestras institucio­nes del comercio de granos.

En la actualidad se opera muy poco en los mercados de futuros y opciones, hay muy pocos acopios privados, ya que la mayoría han quedado en manos de la exportació­n, consecuent­emente mucho tonelaje se opera en forma directa entre el productor y el exportador (o la industria) y el sistema de corretaje ha quedado literalmen­te diezmado. Es lógico pensar que los tiempos cambian y que el comercio se moderniza, pero aquí ha quedado todo de un solo lado y justamente no es el de la producción.

Se plantea un nuevo desafío: tenemos un nuevo gobierno que va a liberar al campo de la pesada e insoportab­le maraña burocrátic­a y de impuestos d is torsiv os. Tenemos que ser optimistas, los márgenes serán mejores y el ambiente favorecerá la inversión. Vamos a ser optimistas y pensar que el Gobierno nos dará el“marco” tantas veces reclama do :“que nos dejen trabajar… que nos saquen el pie de encima…”

Pero cabe la pregunta: ¿quién, cuándo, con qué equipos y mandato se ocupará de reconstrui­r y modernizar nuestras Institucio­nes del comercio granario? Sin ellas no será posible la aspiración de generar competitiv­idad en el formato de cadenas. Prueba de ello es la carne, donde por no tener ninguna fortaleza institucio­nal en el sector seguimos con los mismos problemas de hace 50 años: competenci­a desleal, doble standard sanitario y la falta de un sistema que premie la calidad de la media res, entre otros. Hay una enorme diferencia en el armado institucio­nal de la cadena de la carne si miramos por ejemplo a Uruguay, donde la carne tiene un respaldo de política de estado y donde el sector privado interactúa con el oficial en forma permanente. Aquí tenemos que empezar “limpiando” desde lo más chiquito como el descontrol en la faena de los pueblos del interior, donde a cambio de varios kilos de lomos y asado las autoridade­s miran para otro lado. Así no se arma ninguna cadena competitiv­a.

Que el árbol no nos deje ver el bosque: es necesario un gran esfuerzo del sector privado en el plano institucio­nal para que las mejoras que nos dará este gobierno puedan generar competitiv­idad sostenible y genuina. La que no depende“solamente” de los precios.

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Archivo La ganadería uruguaya se integra en una cadena de carnes moderna

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