El año en que todos nos pusimos nariz de payaso
Las narices rojas revivieron y marcaron el escenario de la movida de los chicos. el retorno de Vivitos y coleando, las historias clownescas que nos reflejan en vicios y virtudes, creadas hace más de dos décadas por Hugo midón, fue sin dudas el gran suceso. Permitió recuperar para el público infantil actual, que obviamente no había podido disfrutar de la versión original, una obra de antología y a dos actores de primer orden del musical como roberto catarineu y carlos march. más oculto detrás de escena había en esta puesta en escena otro retorno a la platea infantil: la del director manuel González Gil, quien había marcado tendencia en la comedia musical para chicos en los años 80, antes de lanzarse de lleno al teatro para adultos.
el otro gran éxito de la temporada fue Shrek, el musical, en una gran producción teatral que excedió el marco del público infantil y que, junto a Vivitos y coleando, acaparó gran parte de los Premios Hugo. estas dos propuestas de la avenida corrientes –en realidad ambas a metros de esta, una en el Picadero, la otra en el maipo– ponen en evidencia que no hace falta recurrir a figuras de la televisión para llenar las butacas de grandes salas, si el producto es de calidad. claro que contaban con las generaciones de padres que se habían criado viendo las obras de midón y, en particular, sus historias de payasos, por un lado, y con los seguidores de la película del monstruo no tan monstruoso, por el otro. Son aún pocos los artistas de los chicos que pueden afrontar el desafío de los escenarios mayores. Uno de ellos es Luis Pescetti, quien por primera vez presentó su show de humor y música con su banda en el Gran rex.
La gran mayoría de las creaciones más innovadoras siguen surgiendo de pequeñas salas, cada vez más repartidas en la ciudad. Y tal vez esto no sea nada inapropiado para generar ámbitos vivenciales más cercanos a los tiempos y la sensibilidad de los chicos. Héctor Presa, el director de La Galera encantada, lo explicita: manifiesta sentirse más cómodo en la sala propia de Palermo o en el pequeño escenario al aire libre de los jardines del museo Larreta que en un teatro de 400 butacas. así se lo pudo ver en Los tres mosqueteros, donde volvió a mostrar también su versátil histrionismo como actor de múltiples personajes. Su ductilidad como dramaturgo y director encontró por otra parte una nueva veta en puestas en escena con actores de capacidades diferentes. La versión estrenada sobre el final de la temporada de El mago de Oz es una demostración cabal de lo que puede lograr una marcación lúcida de tiempos y matices para darle una nueva vuelta de tuerca a una historia conocida.
Hubo dos visitas que aportaron también visiones originales sobre tramas clásicas. Por un lado, El viejo
príncipe, la recreación del relato de antoine de Saint-exupéry, extrapolada a los recuerdos en un geriátrico, que puso en escena césar brie en el Galpón de Guevara con un elenco italiano. Y La niña, el diablo y el molino, la versión con aires brechtianos de un cuento de los hermanos Grimm que llevó a escena en el centro cultural recoleta el francés oliver Py, el director del Festival de aviñón. La escasez de obras originales para chicos encuentra en estas reescrituras un contrapeso.
Se multiplicaron las propuestas titiriteras de calidad, que hallan un generoso espacio para sus retablos en el centro cultural de la cooperación, en Pan y arte y en La Nube. eva Halac con La bella durmiente del bosque, Gabriela marges con La flauta mágica, y adriana Sobrero con Poquito a poco volvieron a dejar a la vista el profesionalismo y la creatividad de los titiriteros locales.
Un desarrollo particularmente grato ha tenido también la música para chicos. Los últimos discos y recitales de mariana baggio (Barcos y
Mariposas 4), magdalena Fleitas (Risas del sol) y el dúo Karma (¡Vámonos de viaje!) tienen con lenguaje musical y poético contemporáneo el nivel de sofisticación, creatividad y calidad que expusieron en su momento maría Teresa corral y Judith akoschky. Y tienen a la vez llegada potente entre los chicos que amerita ir mucho más allá de la franja de edad que suele asistir a los recitales.