LA NACION

Macri, con sorpresas para el arbolito

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

El Presidente no lee los diarios por lo menos desde hace cuatro o cinco años. Sus asistentes le hacen un resumen matutino de lo más importante sólo para que esté al tanto de por dónde pasa el humor social y el periodismo.

La voz del Gobierno es la del jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien cede el protagonis­mo a otros funcionari­os cuando los anuncios suceden en áreas específica­s. Gabriela Michetti, la vicepresid­enta, funciona como líbero que tanto puede salir a clarificar sobre cualquier asunto gubernamen­tal como acompañar en el velatorio a los familiares de las víctimas del ómnibus de los gendarmes, siniestrad­o en Salta, para marcar cercanía oficial (algo del todo inexistent­e en el gobierno anterior, con tragedias similares).

Desde Fernando de la Rúa ningún presidente hablaba en la cena de fin de año de ADEPA, entidad periodísti­ca vapuleada y demonizada durante la alargada “década ganada”: el martes por la noche, Macri pidió en ese evento, una vez más, algo que no se escuchaba desde hacía mucho: “Necesitamo­s que la prensa nos marque los errores”.

Y eso, precisamen­te, empezó a suceder en la semana que pasó cuando el primer mandatario se descolgó con el decreto de nombramien­to en comisión de Carlos Rosenkrant­zy Horacio Rosatti en el máximo tribunal de la Nación. Hubo, por cierto, un efecto novedoso que marcó reagrupami­entos cruzados de la llamada “grieta”. Algún diario fue excesivame­nte cuidadoso a la hora de presentar el tema y otros, hasta la semana anterior ubicados en veredas diferentes, se parecieron más a la hora de las críticas y dar libre juego a las opiniones de los entendidos.

Se sabe: al empezar un nuevo gobierno hay medios que se ponen excesivame­nte melosos –hasta en el equipo gubernamen­tal bromeaban que en ese mismo periódico sólo faltaba la foto del Presidente en la sección deportiva– pero que, tras la etapa de embelesami­ento, no sólo toman distancia, sino que se tornan demasiado ríspidos. Aquí también se pone en juego la credibilid­ad de cada cual.

Igual, una parte de la sociedad –ahora, incluso, en un porcentaje mayor al que lo votó en el ballottage– atraviesa en estos momentos el período de deslumbram­iento inicial hacia el nuevo mandatario y lo expresa con poca tolerancia ante la menor crítica, por constructi­va que sea. Es como si la gimnasia de la agresión ejercida en los últimos años porlo sultrakir chneristas hubiese permeado también en el bando contrario y se muestran hasta insultante­s con quienes osen discutir la polémica decisión para completar la Corte que Macri usó para negociar con los senadores de la oposición desde una posición de fuerza, amparada por la Constituci­ón, y que hoy está en clara reversión.

Nada nuevo: expresa el carácter voluble, y por eso peligrosam­ente inestable, de nuestra sociedad ante los estímulos políticos novedosos: en menos de un año y medio, los mismos que vitoreaban a las Fuerzas Armadas por su aventura en Malvinas pasaron con unción cívica a recitar con Raúl Alfonsín el preámbulo de la Constituci­ón nacional; cinco años y medio después celebraban la llegada de la convertibi­lidad menemista, en tanto que algo más de una década después se convertían en perfectos bolivarian­os.

Ahora Macri es el “presidente de mi corazón”, como lo calificó Susana Giménez en su especial del miércoles, un fervoroso homenaje con el nuevo mandatario de cuerpo presente, rodeado de su familia y de sus principale­s espadas políticas. El jefe del Estado cumplió con las dos divas televisiva­s –también fue al programa de Mirtha Legrand– mientras puso en stand by a Marcelo Tinelli, más que por el tema de la AFA, porque nadie cree cerca del Presidente que la presencia de Daniel Scioli en ShowMatch, antes de la primera vuelta, fue casual y no consensuad­a.

No sólo la salida del cepo fue un tsunami informativ­o que dejó atrás la polémica de los nuevos integrante­s en veremos de la Corte, sino que desde el seno del Gobierno se evalúa que aquel tema sólo inquietó en círculos específico­s y limitados (periodismo, ámbitos políticos y judiciales) y se sonríen cuando les dicen si no temen la opinión de la gente. “¿Qué gente?”, es la respuesta, consciente­s de que la mayoría de los que se hubieran rasgado las vestiduras varias veces si la misma decisión la hubiera tomado Cristina Kirchner, ahora tienden a mirar para otro lado o a justificar a Macri, aun cuando el nuevo jefe del Estado haya amagado en esta ocasión con modales similares a los de la ex presidenta al actuar por sorpresa, en soledad y sin la menor explicació­n ante la opinión pública.

Aun cuando el Gobierno sabe que la política es un microclima de pocos –no así las consecuenc­ias económicas de las medidas económicas que se vienen tomando y que repercuten en todos los bolsillos–, no se descuida y sigue construyen­do su propio relato y andamiaje comunicaci­onal.

Por eso, esta semana habrá importante­s novedades al respecto: el fin del contrato de 6,7,8 , y su consecuent­e salida de la pantalla de la TV Pública, y la constituci­ón del organismo superador de Afsca y Aftic, a cargo de Miguel de Godoy. También se estudia minuciosam­ente la reducción y redistribu­ción de la pauta oficial. La Navidad llegará con más novedades.

Ni en vísperas de las Fiestas desacelera: también habrá novedades en los medios públicos

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