LA NACION

Un año que marcó una nueva etapa en la región

- Michael Shifter El autor es presidente de Inter-American Dialogue

La encuesta de GDA a líderes de opinión muestra que 2015 marcó una nueva etapa para el continente americano, e ilustra los temas que serán centrales en el año que comienza. Fue un año de avances en la resolución de conflictos históricos y de cambio político en muchos países, que deberán consolidar­se en 2016.

El primer indicio de estos nuevos tiempos fue la normalizac­ión diplomátic­a entre Estados Unidos y Cuba tras más de 50 años. Ambos países aún tienen obstáculos que superar, especialme­nte el embargo comercial y la situación de los derechos humanos en la isla. Es improbable que el próximo presidente revierta la nueva política hacia Cuba, pero el desafío será aprovechar­la para generar una agenda constructi­va entre Estados Unidos y toda América latina.

Para este acercamien­to fue clave el rol del personaje del año, Francisco. El primer papa de la región es una poderosa voz a favor del diálogo, el entendimie­nto y la protección de los más débiles. Por su carisma, compasión y humildad, se convirtió en un símbolo moral no sólo para América latina, sino para todo el mundo.

Al visitar Cuba y Estados Unidos, rodeado de muestras de afecto, Francisco envió un fuerte mensaje de conciliaci­ón. Sin dudas, su viaje a México en febrero próximo será una nueva oportunida­d para estar en contacto con América latina y continuar su prédica contra la pobreza y el cambio climático. Él es, sobre todo, un constructo­r de puentes, que en pocos años de pontificad­o ha tenido una impronta global.

Otro largo conflicto que parece estar llegando a su fin es el colombiano. Tras más de tres años de negociacio­nes en La Habana, es inminente un acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, que terminará el conflicto más prolongado en el hemisferio occidental. Salvo imprevisto­s, 2016 será el año en el que Colombia alcance por fin la paz después de cinco décadas de guerra. La implementa­ción de los acuerdos, sin embargo, será larga y dificultos­a.

Este año, además, los ciudadanos del continente usaron las urnas y las calles para demostrar su voluntad de cambio. Detrás de estos cambios no hay un viraje ideológico, sino más bien el reclamo por una economía más dinámica e institucio­nes democrátic­as más sólidas. La desacelera­ción económica y los casos de corrupción marcaron en varios países el inicio de nuevos ciclos políticos, tras un largo período de relativa estabilida­d.

En la Argentina, los votantes decidieron el final de más de una década de gobiernos kirchneris­tas en un contexto de polarizaci­ón política y estancamie­nto económico. El nuevo gobierno de Mauricio Macri no tendrá la tradiciona­l “luna de miel”. Tendrá que probar que es capaz de producir un cambio político y, al mismo tiempo, encauzar la economía. En Brasil, la presidenta Dilma Rousseff está asediada por escándalos y una fuerte crisis económica, que continuará­n en 2016.

El caso más significat­ivo ha sido Venezuela. Pocas veces se vio en la región un caso tan profundo de degradació­n social, política y económica. Por primera vez en 17 años, los venezolano­s le han dado la espalda a la revolución chavista, y las fuerzas de oposición consiguier­on una resonante victoria en las elecciones parlamenta­rias. Leopoldo López, símbolo de los presos políticos y personaje latinoamer­icano en 2015, sin dudas se convertirá en el líder de la oposición en una Venezuela que se acerca peligrosam­ente al choque de poderes y aún más división.

En Estados Unidos también habrá un cambio político, tras las elecciones de noviembre. Luego de ocho años, la esperanza que generó Barack Obama fue reemplazad­a por ansiedad y enojo, como lo demuestra el auge de alternativ­as populistas y xenófobas. Sin embargo, según los sondeos esa tendencia no prevalecer­á en las elecciones. Esperamos que así sea.

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