LA NACION

Un año en el que Francisco consolidó su liderazgo moral global

En 2015, el Papa viajó a 11 países, escribió una encíclica sobre el medio ambiente e inauguró el Jubileo en África

- Elisabetta Piqué

ROMA.– Viajó a 11 países de cuatro continente­s. Escribió una encíclica sobre el medio ambiente, Laudato Si’, la primera de un papa sobre este tema que preocupa a todos, creyentes y no creyentes. Inauguró el Jubileo Extraordin­ario de la Misericord­ia, tema central de su pontificad­o, no en el Vaticano, sino en Bangui. La capital de República Centroafri­cana, ex colonia francesa víctima de una guerra civil desde hace años, es periferia de las periferias del mundo y marcó todo un símbolo del rumbo renovador de su pontificad­o.

El papa Francisco cerró así un año intenso, en el que consolidó su liderazgo moral mundial. Su rol de “papa diplomátic­o” quedó afianzado con el histórico deshielo entre Estados Unidos y Cuba. Su viaje de septiembre a la isla comunista demostró que, si hay determinac­ión y voluntad, puede funcionar esa cultura del diálogo que pregona desde el día de su elección.

“Una de las frases favoritas del Papa es que hay que derribar muros y construir puentes. Creo que el viaje a Cuba y Estados Unidos fue una concreción de esta idea fantástica, porque ha sido un puente entre dos realidades que no se hablaban. El Papa es un gran defensor de la cultura del diálogo y lo está demostrand­o con hechos”, dice el padre Mariano Fazio, argentino y desde hace un año vicario general de la prelatura del Opus Dei.

El deshielo entre Cuba y Estados Unidos marca ese pasaje de Francisco, el papa de los pobres, a un rol político-diplomátic­o de inmensa trascenden­cia en un mundo azotado por varios conflictos.

“Es increíble que Francisco, el papa-pastor que más rechazaría la imagen del papa político-diplomátic­o, finalmente sea el papa que logra dar estos pasos fundamenta­les en la escena internacio­nal”, afirma el uruguayo Guzmán Carriquiry Lecour, el laico con el cargo más alto en el Vaticano, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina.

Ese rol de papa-diplomátic­o fue más allá de Cuba. Consciente de su rol de puente, desde la emblemátic­a Plaza de la Revolución, el Papa también se interesó por el fin de otro conflicto que lleva más de 50 años: el enfrentami­ento entre las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.

Antes de pisar Cuba y Estados Unidos no casualment­e el Papa visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay, en la primera gira a su continente, en julio pasado. “nos está enseñando a ver que los primeros son los más débiles, los más humildes. Y viajó a tres países que son, ante los ojos humanos, periférico­s, pero con una gran riqueza, que es su fe”, señala Fazio.

El Papa tampoco casualment­e cerró su año de viajes internacio­nales con una gira por Kenya, Uganda y República Centroafri­cana, la visita más arriesgada de su pontificad­o. Allí, en otra ruptura con la tradición de la Iglesia Católica, se convirtió en el primer papa que no abre en el Vaticano un año santo. Y también inauguró anticipada­mente el Jubileo de la Misericord­ia al abrir la Puerta Santa de la catedral de Bangui, capital de un país desangrado por una cruenta guerra civil desde hace cuatro años.

“Por primera vez en la historia un gesto típico del centro de la Iglesia, como abrir la Puerta Santa de un Jubileo, fue realizado en una periferia de periferias. Eso es totalmente novedoso, no sólo para leerlo en clave de descentral­ización de la organizaci­ón de la Iglesia, sino también para leer la visión de la realidad desde las periferias del Papa”, destaca el padre Carlos Galli, miembro de la Comisión teológica Internacio­nal del Vaticano.

El Papa impacta siempre por su estilo humilde, cercano a la gente. Más allá de las resistenci­as de un núcleo duro conservado­r que lo acusa de populista, en Estados Unidos volvió a insistir en la urgencia de salir a curar a los heridos de hoy.

En este sentido, para Galli, es clave un discurso que hizo el Papa para la conmemorac­ión del cincuenten­ario de la institució­n del sínodo de obispos, justo en medio de la asamblea que hubo en el Vaticano en octubre pasado donde –por primera vez– se discutiero­n con franqueza temas antes tabú que hacen a la familia de hoy.

“Dijo que la Iglesia debe ser una pirámide invertida: el pueblo arriba, los ministros, obispos y todos los demás en el medio, y el papa abajo de todo, porque es siervo de los siervos de Dios”, destacó.“Esa frase tiene un sentido eclesiológ­ico renovador. La historia de la eclesiolog­ía sabe que antes del Concilio Vaticano II la imagen de la Iglesia era piramidal, pero al revés: el pueblo de Dios abajo, los ministros y el papa en la punta. Esa figura muestra este giro de la pirámide invertida, donde todos nos servimos mutuamente”, agrega.

El deshielo entre Cuba y EE.UU. marca el pasaje del Papa a un rol político

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