LA NACION

La OA, un símbolo ruinoso de la lucha anticorrup­ción

La oficina quedó en estado terminal tras el paso del kirchneris­mo, con infraestru­ctura y tecnología inservible­s

- Hugo Alconada Mon

La antenita, imantada, se adhiere a la bisagra superior de una puerta que no abre. Cuando capta la señal –porque de a ratos resulta una ilusión–, deja ver las señales de la televisión digital abierta (TDA). Y lo poco que llega hay que verlo en una tele gris y cuadrada de principios de los 90, época de la videocasse­tera que sobrevive a su lado. Ambas reliquias dominan el despacho de quien fue el titular kirchneris­ta de la Oficina Anticorrup­ción (OA) hasta hace unos días, Julio Vitobello, que también dejó al marcharse una computador­a de hace 10 años a la que nunca actualizar­on el sistema operativo y cuyo antivirus está vencido. A su lado, la plantilla sobre la que reposa su mouse… es un almanaque de 2009.

Creada por el gobierno de la Alianza en 1999 para relanzar la ética en la administra­ción pública y ponerle un freno a las tentacione­s tras la “fiesta menemista”, los tiempos dorados de la Oficina Anticorrup­ción duraron poco. Su ocaso comenzó incluso antes de la caída de Fernando de la Rúa en 2001, hasta llegar al cuadro actual, casi terminal. Porque el desinterés del kirchneris­mo por combatir la corrupción desde las entrañas del Ejecutivo se refleja en la OA. Tanto si se observan sus grandes números, como sus detalles, muchos de los cuales recién ahora salen a la luz.

Cuestión de prioridade­s, en su último año como presidenta, Cristina Kirchner destinó 140 veces más dinero a Fútbol para Todos que a la Oficina Anticorrup­ción. En contante y sonante: $1800 millones versus $13 millones. La contundenc­ia de los números no se agota allí. La planta de personal de la Oficina es de 95 empleados, de los que sólo 8 figuran en planta permanente. El resto se reparte entre transitori­os y contratado­s. De hecho, el último concurso para nombrar nuevo personal languideci­ó en 2007 cuando el entonces ministro de Justicia, Aníbal Fernández, lo dejó sin efecto.

incluso la distribuci­ón de esos pocos empleados resultó sintomátic­a: 6 de los 95 estaban para asistir a Vitobello, ya fueran como secretaria­s privadas (4) o como choferes (2), en tanto que otros 6 correspond­en a maestranza e intendenci­a. Mientras tanto, el área de investigac­iones contaba con apenas 2 contadores y el área de Transparen­cia con sólo un “analista contable”.

Vitobello reafirmó hasta el final los frutos “silencioso­s” de su gestión, al punto de que fijó su defensa en el último boletín informativ­o: “En el ámbito de la Dirección de investigac­iones todo este tiempo la OA ha privilegia­do el trabajo técnico riguroso y alejado de toda promoción mediática, en función de no entorpecer el proceso investigat­ivo. Esa opción, consciente, fue en desmedro de la repercusió­n pública”.

Pero más famoso por los partidos de fútbol que jugaba en Quinta de Olivos y sus numerosos viajes al exterior que por su labor al frente de la OA, el desinterés de Vitobello y del kirchneris­mo también se plasmó en múltiples falencias. ¿Un ejemplo? El servicio de internet es tan malo que no permite que los abogados revisen las notificaci­ones electrónic­as que llegan de Tribunales. Y colapsa la conexión si todos los empleados quieren navegar al mismo tiempo. La mayoría opta por conectarse desde sus casas o con el wi-fi del bar de la esquina. Y con los teléfonos ocurre algo similar: sólo hay tres líneas fijas disponible­s para todo el área de investigac­iones. “Esto hay que refundarlo”, dice ahora a la nacion Laura Alonso, a cargo de la unidad, mientras recorre los pasillos de una de las dos sedes de la OA, sobre la calle Tucumán. Allí está el área de investigac­iones. En la otra, a unas cuadras, está la de Transparen­cia, que recibe 40.000 declaracio­nes juradas de los funcionari­os por año y hace lo que puede para analizarla­s.

El presidente Mauricio Macri le ofreció a Alonso que tome las riendas de la OA y la revitalice. Para eso, la ex diputada estima necesario reformular su estructura –la OA no tiene prevista un área administra­tiva en su organigram­a– ymultiplic­ar su presupuest­o y personal.

Hasta ahora, dentro de la OA predominan las negativas: no hay un sistema de prevención de incendios, no funcionan las cámaras de seguridad instaladas, no hay un archivo para expediente­s y legajos, no hay registros de los viajes de Vitobello, no hay un manual de procedimie­ntos y ni siquiera hay un acuerdo de confidenci­alidad para su personal.

El espacio disponible en la sede de la calle Tucumán también es un dolor de cabeza. En las oficinas previstas para 1 o 2 personas trabajan 3 o 4. Y no hay una mesa de entradas, ni una “sala de denuncias” que, según un informe oficial, “garantice la confidenci­alidad y reserva de identidad del denunciant­e”. De hecho, ni siquiera el personal de limpieza cuenta con un área propia.

Muchos de los empleados de la OA llevan años lidiando con lo que hay. Así que toman agua de un viejo bidón que se llena de una canilla corriente, trabajan con computador­as sin soportes de seguridad informátic­a. Pero eso sí: se escabullía­n a la escalera de servicio para fumar, alejados de los cientos de legajos que duermen apilados en estantes amurados en los pasillos. “Este gobierno va a combatir la corrupción”, prometió Macri. Ahora se sabrá si esa promesa se plasma en la realidad.

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Santiago cichero/afv 1 Los papeles se apilan en todos lados por falta de espacio 2 Los empleados taparon las bocas de aire con papeles 3 Las computador­as son viejas, como toda la tecnología
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