LA NACION

Hambre extrema y vulneració­n de derechos

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El Observator­io de la Deuda Social Argentina, de la Universida­d Católica Argentina (UCA), ha informado sobre la alimentaci­ón insuficien­te que asedia a niños y adolescent­es en áreas suburbanas de nuestro país, donde se conjugan entre otros factores el hambre con la pobreza de recursos. Según ese estudio, se estima que, a fines de 2014, no menos de 2,5 millones de personas de hasta 17 años padecían de carencias significat­ivas y, dentro de ese grupo, llegaban a 568.000 los que sufrían de hambre severa no obstante el beneficio que reportó la Asignación Universal por Hijo (AUH). Es de hacer notar que el afán de confrontar los datos señalados con los oficiales del anterior gobierno no es posible desde 2013, cuando el kirchneris­mo decidió de manera siniestra no publicar más ese tipo de informació­n.

En ese grave e inexplicab­le contexto representa un significat­ivo paso adelante el dado por el nuevo gobierno al prometer no sólo un sinceramie­nto de estos datos, sino trabajar para lograr una drástica disminució­n de la pobreza.

Los penosos problemas de la insuficien­te alimentaci­ón se unen a otras cuestiones no menos agudas, como el hacinamien­to y la falta de salubridad en las viviendas. También, a la falta de una educación elemental en una población adulta sumida en necesidade­s que no puede resolver.

El mayor número de personas en esa triste y escandalos­a condición habita en el conurbano bonaerense, área en la cual se calcula que prácticame­nte el 68% de los menores de edad padece hambre. Si se comparan los datos más recientes con otros anteriores referidos al mismo problema, la cantidad de chicos en esa dura situación aumentó un 21%.

Se ha podido comprobar que ciertas medidas económicas reducen parcialmen­te esos graves problemas, pero persisten otras privacione­s, como la falta de agua corriente y de sanitarios, que lesionan derechos esenciales, según opinó Ianina Tuñón, investigad­ora de la UCA.

La suma de carencias que sufre la minoridad no es de fácil ni inmediata solución. En opinión de Tuñón, es necesario generar “programas complement­arios de fortalecim­iento de las capacidade­s productiva­s” y capacitar a los adultos en la preparació­n de una alimentaci­ón adecuada según las edades de los chicos. Se justifica insistir, en este punto, en que resulta indispensa­ble contar con una informació­n precisa de carácter oficial sobre la cantidad de pobres e indigentes de nuestro país.

El tratamient­o de los problemas que afectan a las generacion­es más jóvenes reclama un esfuerzo planificad­o y continuo a fin de resolver cuestiones de salud, alimentaci­ón y atención médica; además, concierne a las políticas económicas y laborales la gradual disminució­n del desempleo y la pobreza. Ambas cuestiones se encuentran íntimament­e ligadas a los objetivos que el nuevo gobierno ha priorizado y para las cuales habrá que trabajar sin mayor pérdida de tiempo.

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