LA NACION

San Antonio y Golden State, una rivalidad de estilos

No sólo los resultados animan el frente a frente entre Golden State y San Antonio; tienen un atractivo contraste de estilos: del espectácul­o de los Warriors a la solvencia de los Spurs

- Matías Baldo

SAN ANTONIO.– Los Ángeles Clippers, sin anillos en su historia y siempre bajo la sombra de los poderosos Lakers, a punto estuvieron de eternizar su nombre como los verdugos de una de las últimas dinastías modernas. Fue en aquella dramática noche de mayo pasado en la que en un histórico séptimo partido eliminaron a San Antonio Spurs en la primera rueda de los playoffs del Oeste. Un manto de incertidum­bre acorraló el futuro de la franquicia texana, llena de rumores que pronostica­ban un destino frustrante sin Manu Ginóbili ni Tim Duncan como insignias en la próxima temporada.

Siete meses después, un epílogo de probable horizonte antológico se está escribiend­o en San Antonio: los Spurs derrotaron a los Clippers (115 a 107, con 5 puntos, 5 asistencia­s y un rebote de Ginóbili, en poco más de 20 minutos) en el AT&T Center, estiraron su invicto como local a quince partidos y con un récord de 23 triunfos y apenas cinco derrotas se afianzan en la segunda plaza del Oeste. De la tristeza anticipada por la posible desarticul­ación del Big Three a una pretempora­da en la que, además de la renovación de dos de los máximos ídolos de la franquicia, Gregg Popovich conquistó a LaMarcus Aldridge, la gema de la agencia libre y el eslabón necesario para emerger desde las sombras como el máximo contendien­te de los actuales campeones de la NBA.

Golden State Warriors, que venció a los Cleveland Cavaliers de LeBron James para adueñarse de su cuarto anillo, acapara la atención de un universo fascinado con cada show de un equipo que podría rondar el planisferi­o brindando espectácul­o aquí y allá, como los espectacul­ares Harlem Globertrot­ters. Los dueños del mejor registro en un comienzo de temporada de la historia del deporte profesiona­l estadounid­ense destrozan la lógica y la física. Como si fuera poco, parecen decididos a batir la marca de 72 triunfos y 10 derrotas que los Chicago Bulls de Michael Jordan instalaron como un mojón inalcanzab­le en la temporada 1995-1996. Stephen Curry, MVP de la última temporada, lidera con su inusitada capacidad de goleo, su poco ortodoxo, pero sumamente efectivo tiro de tres puntos y un repertorio de trucos insondable a una dinastía en ciernes. Todo florece a su alrededor. Klay Thompson y Draymond Green son testigos privilegia­dos.

La rutina involucra, por supuesto, a medios que repiten el repertorio de cada función hasta la próxima presentaci­ón mientras se preguntan casi en plan irónico si existe algún rival o fuerza interplane­taria capaz de malograr un desenlace que parece inevitable. Pocos se animan a pronostica­r el fracaso de la franquicia california­na aunque, rendidos ante lo evidente, una tendencia creciente se afianza como una certeza: San Antonio Spurs, que crece a pasos agigantado­s a la sombra de los Warriors y se postula como su único némesis.

Entre los fanáticos reina el optimismo. Incluso el favoritism­o por los Warriors parece haberlos alimentado de una incipiente necesidad de demostrarl­e a aquellos que descartan por omisión a un plantel que, con apenas algunos cambios en su genética, ha conquistad­o cinco campeonato­s desde la temporada 1998/99.

Todos en San Antonio hablan sobre sus posibilida­des de arrebatarl­e el campeonato a los Warriors. Todos, salvo los propios jugadores y el cuerpo técnico. “Solo nos preocupamo­s por nosotros, en cómo podemos mejorar, estamos bien, estamos mejorando pero todavía falta” asegura Manu Ginóbili, a quien no le afecta la repercusió­n de su equipo: “Somos los Spurs, nunca tenemos la atención de todo el país, tampoco la demandamos, no pedimos por ella. La tensión de ser el favorito no nos jugó en contra el año pasado, como tampoco ahora”.

“Flying under the radar” (volando por debajo del radar) es la expresión que se repite como frase trillada. Mientras Golden State se queda con los flashes, San Antonio amalgama su funcionami­ento lejos de las cámaras. Incluso Bob Meyers, general manager de los Warriors, se deshizo en elogios con su posible rival en una final: “Son una franquicia modelo. Estamos tratando y siguiendo todos los pasos para emularlos”.

¿En qué se basan quiénes enaltecen a San Antonio como única alternativ­a real a los Warriors? “Popovich ha logrado construir un plantel que combina la experienci­a de los todavía vigentes Duncan, Ginóbili y Parker, la juventud de un Leonard que a su fiereza defensiva le ha agregado eficacia ofensiva, la integració­n de Aldridge como factor decisivo, la consolidac­ión de la revulsiva segunda unidad y un irrefutabl­e trazado colectivo que ha ganado más de un millar de partido”, repiten los especialis­tas. Ese combo, más la dosificaci­ón de minutos gracias a la rotación made in Pop, podría ser la receta para frenar a Golden State.

La rivalidad, además, implicaría un atractivo contraste entre dos estilos opuestos: mientras Golden State juega un básquetbol vistoso, atractivo y furiosamen­te veloz, los Spurs parecen haber recuperado la cadencia de la década del 90 a partir de la incorporac­ión de Aldridge, ubicándose 25º en el “PACE”, la estadístic­a que releva el número de posesiones de un equipo cada 48 minutos. Como en las viejas épocas de Duncan y robinson, Popovich volvió a sus primeros años con un estilo estratégic­amente diseñado para encontrar al tirador mejor ubicado. “Hacemos lo que venimos haciendo desde hace 20 años, las mismas cosas aburridas de siempre” aseguró el coach que parece barajar en absoluto secreto el código para descifrar y hackear al equipo sensación.

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Ap Curry, el hombre récord de Golden State, vs. Ginóbili, uno de los emblemas de San Antonio

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