LA NACION

Los pasos de la despedida

danza. A los 50 años, la bailarina francesa Sylvie Guillem dejará los escenarios

- Néstor Tirri

“en el futuro querría ocuparme de mejorar el medio ambiente: es mi otra pasión.” este anuncio lo formuló en público Sylvie guillem en 2012. Pues bien, el futuro es hoy, este final de 2015 que cifra, también, el cierre de su impresiona­nte carrera como bailarina. esta noche, en Tokyo, con su espectácul­o

Life in Progress, la estrella francesa dirá adiós al público que, en distintas latitudes, la admiraron como una de las más virtuosas de su tiempo.

Hace un año inició ese rito de despedida que está reservado a artistas excepciona­les: así como hace poco lo cumplió Paloma Herrera, con una recorrida por distintos puntos de su país, guillem iniciaba entonces una gira internacio­nal de 12 meses, en un itinerario que incluyó Taipei, beijing, Singapur, génova, roma, Shanghai, nueva York, la ciudad austríaca de St. Pöltu y, en París, el Théâtre des champs elysées, con veladas de apoteótico entusiasmo de sus fans compatriot­as.

en algún momento deslizó una frase que, en su parquedad, parecía el resumen de un alma zen: “He bailado, he cumplido 50 años: es todo”, dijo, acaso citando inconscien­temente un título postrero de marguerite Duras. en su paso por milán, dijo algo que sonaba a la confesión de los temores de esos artistas que exponen su cuerpo y a veces su voz: “Prefiero ser yo misma quien elija el momento del retiro, antes de que mi cuerpo comience a aflojar”.

Antidiva, siempre

es bien conocido su rechazo de las jerarquías y rituales pomposos en que suele incurrir cierto código romántico (anticuado) del mundo del ballet. “Yo no estaba predestina­da a la danza clásica”, suele decir, aun hoy, sin que esto implique una pose de modestia fingida. es que su origen no se localiza en academias ortodoxas, sino en la gimnasia rítmica, pero a los 16 años la transfirie­ron de la escuela de Danza de la Ópera de París a la prestigios­a compañía estable de ese teatro. Y no hubo vuelta atrás.

De ahí, su ascenso hasta la cima duró menos de cinco años: en la navidad de 1984 saltó a la condición de primera bailarina, y cinco días después el entonces director del ballet de la Ópera, rudolf nureyev, la erigió en étoile (estrella). en poco tiempo llegaría a ser considerad­a mundialmen­te como una de las estrellas más prestigios­as de su siglo.

a medida que iba asumiendo su madurez expresiva, la Sylvie ultra clásica de El lago de los cisnes comenzó a frecuentar a coreógrafo­s más avanzados, neoclásico­s y contemporá­neos. así es que su espectácul­o en gira, Life in Progress, reúne a cuatro coreógrafo­s actuales: William Forsythe (Dúo), mats ek (Bye), russell maliphant (Here

& After) y akram Kahn, uno de sus preferidos, con su pieza Technê.

Sin embargo, después del “cierre oficial” de hoy, Sylvie guillem ofrecerá un bonus dedicado a su público japonés, compartien­do el escenario con el ballet de Tokio: hará el raveliano Boléro, coreografi­ado por maurice béjart, y un Forsythe, In the Middle Somewhat Elevated (un fragmento de esta pieza se puede rastrear engoogle).

¿Por qué este privilegio para con ese país? ocurre que en Japón tuvo lugar su primera actuación en el exterior, cuando la precoz Sylvie contaba con sólo 15 años: “Fue gracias a la cultura japonesa que me abrí al mundo”, indica. así, su última aparición sobre un escenario, ya fuera degira, ha sido programada para el 31 de diciembre y se titulará, a secas, Final.

conocida desde hace años como activista del equilibrio ecológico, esa disciplina absorberá toda su energía, esa que, durante casi cuatro décadas, movió con indescript­ible precisión su cuerpo, en prodigios que nadie olvidará, esa rara dualidad de su antidivism­o y la más rigurosa técnica corporal. Ya lo había dicho la misma Sylvie, hace unos años: “nunca he sido diva; siempre bailé para mí”.

 ?? Robbie Jack ?? Hoy, en Japón, la estrella del ballet se despide oficialmen­te para, luego, dar rienda suelta a su militancia ecológica
Robbie Jack Hoy, en Japón, la estrella del ballet se despide oficialmen­te para, luego, dar rienda suelta a su militancia ecológica

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