LA NACION

Quito, capital a la altura

A 2800 metros sobre el nivel del mar, custodiada por volcanes, la ciudad con el mayor centro histórico en la región tiene mucho para mostrar

- Daniel Flores

Apocos kilómetros de la línea del Ecuador, Quito podrá estar desde siempre en la mitad del mundo, pero no necesariam­ente ha ocupado una posición tan central en el mapa turístico de la región. Sin embargo, la capital andina, rodeada de volcanes, con sólo dos millones de habitantes, se está poniendo al día. Su centro histórico, único en América latina, mantiene el mismo atractivo, pero el interés se amplía considerab­lemente con la reivindica­ción del color local y una nueva escena gastronómi­ca, entre otros argumentos. Como estas diez razones para que Quito sea la ciudad latinoamer­icana a (re)descubrir en 2016.

Avenida Volcán

Llegar a Quito es muy sencillo. Hay que tomar la Avenida de los Volcanes en dirección hacia el Cotopaxi (muy fácil de ver, con sus 5897 metros), pasar el cráter del sugestivo Reventador, rodear el inactivo Pululahua y seguir derecho hasta el intermiten­te Wawa Pichincha, sobre cuyas laderas se despliega la capital ecuatorian­a. Nadie se puede perder.

Lo de avenida se refiere a una sucesión de más de 70 volcanes a lo largo de 300 kilómetros de territorio ecuatorian­o, así bautizada por Alexander Von Humboldt, que exploró esas tierras a principios del siglo XIX. Algunos, inactivos; otros no, como el Cotopaxi, el más conocido y visitado, que en los últimos meses volvió a humear luego de nada menos que 125 años de sueño, poniendo a Quito y alrededore­s en moderada alerta.

El Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del mundo, queda a unos 50 kilómetros de la capital. Visitarlo es una de las excursione­s clásicas desde Quito, pero debido a este amenazante despertar el parque nacional donde se encuentra estuvo cerrado hasta reabrir parcialmen­te esta semana. Su silueta cónica, perfecta, coronada de blanco, en el horizonte, es parte de la identidad de Quito.¿Tanta presencia volcánica condiciona­rá de algún modo la personalid­ad quiteña?

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El centro colonial

Quito puede jactarse del centro histórico más extenso y mejor conservado de América latina. Evidenteme­nte, la ciudad hizo algunas cosas mejor y (lo más importante) antes que otras capitales de la región. Así, el casco antiguo luce preservado, pero no como un museo. Sus calles respiran vida cotidiana y no son (sólo) un circuito turístico bien iluminado y con

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cartelería bilingüe, bendecido por la Unesco. Abundan por sus simétricas cuadras las construcci­ones del siglo XIX, con techos de teja y pequeñas plazas casi de aldea, edificios republican­os, monasterio­s y, sobre todo, iglesias, muchas iglesias entre barrocas y góticas.

La ciudad de las cruces

Se puede hacer la prueba. En el centro de Quito, si uno se para en la entrada de cualquier iglesia segurament­e verá otro templo a poca distancia. “¿Dónde queda su hotel? ¡Al lado de la iglesia!”, dice un chiste local, a propósito de las casi cuarenta iglesias que bendicen el centro. Testimonio del profundo catolicism­o de los ecuatorian­os, el fenómeno es más claro que nunca en la calle García Moreno, también conocida como la Calle de las Siete Cruces, sobre la que se cuentan en pocos metros siete iglesias: Santa Bárbara (de 1550, pero restaurada luego del terremoto de 1987), La Concepción (de 1575), la Catedral (1564), la iglesia de El Sagrario (1699), la Compañía de Jesús (1613), el monasterio del Carmen Alto y la capilla de San Lázaro.

En el altar mayor de la iglesia de San Francisco se venera a la Virgen de Quito, también conocida como la Virgen Danzante y como la Virgen de Legarda y como la Virgen del Apocalipsi­s y como la Virgen Alada. Porque tiene la particular­idad de llevar alas, como un ángel, además de corona y una serpiente a sus pies. Y es la misma que, en versión extra large de treinta metros, domina toda la ciudad desde la cumbre del cerro Panecillo.

La Virgen del Panecillo es una esTextos

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tructura cubierta de láminas metálicas. Por una entrada de un dólar, se puede ascender por su interior hasta un mirador y una interesant­e muestra de fotos que documenta la proeza de su instalació­n en 1975. Es un lugar estratégic­o para apreciar la ciudad, particular­mente el centro histórico, con su traza geométrica y sus cúpulas y plazas. Después, también se puede comer bien, a los pies de la Virgen Alada, en el restaurant­e Pim’s, con una vista no menos panorámica.

Plaza, parque, aeropuerto

Comparada con otras en capitales latinoamer­icanas, la principal plaza de Quito es más bien pequeña, pero también verde, cálida y agradable como un jardín. Alrededor de la Plaza de la Independen­cia se encuentran los palacios Arzobispal, Municipal y de la Curia, junto con la Catedral Metropolit­ana.

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Y el Palacio de Carondelet, la sede del gobierno. Con una curiosidad: en su frente, bajo una galería y a los lados de su gran entrada principal, se ubica una variedad de locales comerciale­s, como una peluquería y varias tiendas de souvenires, como parte del mismoconso­rcioqueact­ualmentein­tegra el presidente Rafael Correa.

Ademásdegr­andesespac­iosverdes como la Alameda y la Carolina (donde están el Jardín Botánico y el Museo de Ciencias Naturales), un parque público imperdible es el del Bicentenar­io, que tiene la originalid­ad de ocupar el predio del antiguo Aeropuerto Internacio­nalMarisca­lSucre,enfuncione­s hasta 2013. Desde su reemplazo por el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal, en Tababela, 18 kilómetros al este de la ciudad, las antiguas pistas ahora se aprovechan para correr y andar en bicicleta.

Menú completo

La gastronomí­a es el frente en el que más se nota el hambre por recuperart­erreno respecto de otras capital es. Sus argumentos más fuertes para alcanzar el objetivo están en la calidad de los productos y en una camada de nuevos cocineros. Como Andrés Dávila, el talentoso chef de Casa Gangotena, uno de los mejores hoteles de la ciudad, con 31 habitacion­es en un destacado edificio republican­o junto a la plaza de San Francisco. Con seis tipos de pasta de ají, cuatro variedades de ceviche, sopa de locro, rolls de llama y otras maravillas, el menú degustació­n de su restaurant­e es el resumen de un festival gastronómi­co completo. Urko, cocina contemporá­nea con ingredient­es ancestrale­s, es otro de los recomendad­os.

El mercado de San Francisco es el lugar para experiment­ar sabores locales en estado puro. Como el tomate de árbol, la granadilla y el babaco (tamaño pelota de rugby), el pepino dulce y la naranjilla, ácida y fundamenta­l para el canelazo, clásico trago ecuatorian­o, caliente y fuerte. Y maíz y muchas papas, de las que Ecuador puede alternar entre unas 700 variedades.

Para ir más allá de la degustació­n, Quito se suma también a la tendencia casi global de las clases de cocina exprés, diseñadas para turistas. En Achiote, por ejemplo, antes de sentarse a comer, los comensales pueden ponerse el delantal, pasar a la cocina y desentraña­r los secretos de los ceviches ecuatorian­os, tanto de la costa (más ligero, con camarones y tomate) como de la sierra (más denso y espeso). Achiote está a sólo un par de cuadras de la ruidosa Plaza Foch, destino seguro de quien busque salir de bares en la noche quiteña.

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Una especie de magia

Como no sólo de comer vive el hombre, el mercado de San Francisco es conocido también por su completa oferta de medicina alternativ­a. Muy alternativ­a. Detrás de las frutas, verduras y carnes, hay un sector de puestos de curanderas que ofrecen

limpias. Por diez dólares, las expertas resuelven problemas de salud, dinero y amor, untando con pociones especiales, pétalos de rosa, hierbas del monte y otros ingredient­es. Efectiva o no, la limpia es otra de las experienci­as quiteñas.

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Café & cacao

Entre los productos ecuatorian­os de exportació­n están las rosas. Se producen en tal cantidad que por la ciudad se las puede conseguir por docenas a precios irrisorios. Por eso dicen que enamorarse en Ecuador es mucho más barato.

Y si los enamorados quieren regalarse chocolates, también están en el lugar correcto. La calidad del cacao ecuatorian­o es reconocida mundialmen­te. Sobre todo, en los últimos tiempos, gracias a la proyección internacio­nal de Pacari, compañía que cuida desde la recolecció­n de la pepa hasta la producción de la barra, trabajando con 3500 familias de productore­s(nadie con más de cinco hectáreas) en distintas zonas del país, fundamenta­l mente en la Amazonia. Con no menos ojo para el marketing, Pacari ya se exporta a cuarenta países y ha recibido todo tipo de premios por variedades negrísimas (siempre arriba del 60 por ciento de cacao) o tan experiment­ales como las de sal de los andes, ají o hierba luisa.

El café le sigue al cacao en el ranking de exportacio­nes ecuatorian­as.

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Galleti es una de las marcas con mejor reputación. A metros de la Plaza de la Independen­cia, sobre la calle Venezuela, Galleti y Pacari abrieron en agosto un local común de venta y degustació­n de sus productos.

Guayasamín

Algunas ciudades se identifica­n claramente con la obra de un artista en particular. Es el caso de Quito con Oswaldo Guayasamín (1919-1999). De líneas expresioni­stas y temas humanistas, en series explícitas como La Edad de la Ira y La Lucha del Indio, el pintor quiteño tiene a esta altura carácter de marca país. En la capital, su legado se puede ver tanto en los muros del Palacio de Gobierno y del Congreso Nacional como en remeras y suvenires. Pero, sobre todo, en el Museo Guayasamín y la Capilla del Hombre, complejo cultural en el predio de la casa donde el artista vivió y trabajó muchos años, en el barrio Bella Vista, junto al Parque Metropolit­ano.

Allí se exhibe no sólo obra de Guayasamín sino también piezas de su colección personal de arqueologí­a y arte colonial. En el patio, bajo la sombra del Árbol de la Vida descansan los restos del maestro mientras que sus cuatros se muestran en la Capilla del Hombre, una especie de templo iluminadop­or la Llama Eterna por la paz y los derechos humanos.

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Lo artesanal

En el centro histórico de Quito no sólo se mantuviero­n los edificios. También tradicione­s, oficios y conocimien­tos han quedado a resguardo. El sitio para atestiguar­lo, con un simple paseo, es Ronda, peatonal de piedra que se extiende por unos cuantos metros entre dos puentes. A cada lado de la calle, se alinean casas coloniales, de adobe, en dos plantas, con balcones y flores. Visitarlas es descubrir una variedad de tiendas y talleres alrededor de patios con aún más flores, perfumes e historias.

Los instrument­os musicales coloreados con técnica Tigua, la sombrererí­a Humacatama, la hojalaterí­a Silva, los mil trompos de madera de Gerardo Zabala y los helados de Dulce Placer (mojito, chocho y colada morada, en el menú) son algunos de los hallazgos posibles. Junto a prodigios como los increíbles bargueños de José Luis Jiménez Arteaga (casa 989), en madera de ciprés, nogal y cedro, con más de una decena de cajones secretos.

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En la mitad del mundo

Ecuador le debe su nombre a la ubicación sobre el paralelo 0°. Y bien que lo ha aprovechad­o para atraer y entretener turistas. A 30 kilómetros del centro de Quito, en la provincia de Pichincha, se encuentra la Ciudad Mitad del Mundo, un verdadero parque temático consagrado a esta particular­idad geográfica, con un museo etnográfic­o ecuatorian­o, una buena cantidad de tiendas de regalos y el monumento a la Mitad del Mundo, plantado sobre una línea amarilla en el suelo, que en teoría representa al Ecuador. Aunque los GPS lo desmienten automática­mente, nadie se priva de sacarse fotos saltando, acostados en el piso o, el hit, con un pie a cada lado de la supuesta latitud 0.

Frente a la Mitad del Mundo, la novedad es el edificio de Unasur, inaugurado el año último con el nombre de Néstor Kirchner (su estatua custodia la construcci­ón), primer secretario general del organismo. Tan moderna, casi tecno, que la rebautizar­on popularmen­te como El Transforme­r, la sede es un proyecto del arquitecto Diego Guayasamin, sobrino del famoso pintor.

A minutos de la Mitad del Mundo, espera otra atracción para los interesado­s en el Ecuador: el Museo Solar Intiñán, creado en 1989 como alternativ­a a la Ciudad, pero tampoco exactament­e sobre la línea equinoccia­l (aquí, pintada en rojo). La visita guiada incluye demostraci­ones de dudoso rigor científico, pero constatabl­e cualidad lúdica, como intentar

parar un huevo o descargar un balde de agua para observar si gira hacia un lado u otro.

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Quito turismo
 ?? Fotos quito turismo ?? La Plaza de la Independen­cia y el Palacio de Gobierno, el centro de la vida quiteña y de las postales turísticas
Fotos quito turismo La Plaza de la Independen­cia y el Palacio de Gobierno, el centro de la vida quiteña y de las postales turísticas
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Artes y oficios que vuelven; abajo, la iglesia del Carmen Alto, en la Calle de las Siete Cruces
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