LA NACION

Del Parque Kruger al Serengeti, el sueño de conocer África

- Por daniel tello

Cuando era chico, veía por televisión en blanco y negro Daktari, y desde esa época África y sus animales me quedó como uno de los grandes misterios por conocer. Finalmente, al cumplir los 60, con mi esposa hicimos realidad ese sueño de juventud y partimos a África.

El objetivo, ver a los Big Five, pero sobre todo vivir África. Así partimos a Johannesbu­rgo en Sudáfrica; ya el aeropuerto nos sorprendió, como cualquiera del primer mundo. Llegamos a la 8 y teníamos por delante que manejar 600 km hasta el Parque Kruger que cerraba las puertas a las 18. La sorpresa de manejar por la izquierda es mayúscula, digamos que después de la primera hora de conducción fue necesaria una parada para distender los nervios… Finalmente llegamos al campamento de Crocodile Bridge con tiempo suficiente para prepararno­s para lo que veríamos durante un mes.

Al día siguiente partimos temprano a la búsqueda de las fieras, y para nuestra sorpresa vimos a los Big Five: león, elefante, rinoceront­e, búfalo y para remate a la noche a un leopardo cazando, todo el primer día. El parque Krugger es enorme, está muy bien señalizado y con un simple mapa se puede ir a cualquier lado. Los campamento­s tienen un cerco perimetral electrific­ado y puertas que se cierran a las 6 de la tarde, para protegerno­s de los animales durante la noche, aunque los monos son otro tema. Y así vimos elefantes con crías mamando, retozando en el agua, cebras, búfalos, unos jabalíes que se llaman Pumbas con sus crías recién nacidas, hienas, cocodrilos, hipopótamo­s, todos viviendo en distendida armonía. Finalmente volvimos a Johannesbu­rgo, ya conduciend­o como un africano más. Al día siguiente volábamos a Nairobi, la ciudad de Daktari…

Aquí se sumaron Graciela y Héctor, un matrimonio argentino que respondió a nuestra búsqueda de compañeros de viaje, y que resultaron excelentes compañeros.

Llegamos a Kenia. El aeropuerto era un poco más caótico que lo normal, pero esperábamo­s ver un cartelito con nuestros nombres. El que apareció con un car te lito indescifra­ble lo hizo un ahora más tarde y nos depositó en un hotel cuyas habitacion­es eran carpas, con un gusto exquisito para la decoración. Aunque deberíamos acostumbra­rnos a que todo es “pole, pole” y “hakuna matata”…. (despacio, despacio y sin problemas). Al día siguiente partimos en un 4x4 con nuestro guía Freddy, que en su medio castellano lo primero que nos dijo fue“desde ahora los 5 somos una familia…” Y así fue.

Dormir junto a hipopótamo­s

Partimos al Masai Mara: esto ya no era el Kruger, aca no había carteles, tampoco caminos, el paisaje era de sabana abierta, verde, y miles de animales desparrama­dos hasta el horizonte, la jirafas en familia caminado parsimonio­sa mente, con sus cabezas asomando por arriba de los árboles, imagen que me quedará grabada para siempre, cebras con viviendo con losñues,hi en asco n sus crías, y miles y miles de impalas.

La experienci­a de los tented camps, o sea los hoteles en carpa fue increíble, dormimos a orillas de río Mara con el ruido de los hipopótamo­s. Conocimos a los Masai, una de las tribus más extensas de África. Nos invitaron a conocer sus casas, nos deleitaron son sus saltos y con sus niños. El lago Naivasha con su miles de pelícanos e hipopótamo­s nos sorprendió por la noche. En el hotel que nos alojamos, de antigua prosapia inglesa, hermoso, con unos jardines inmensos con gacelas, nos dicen que luego de las 19, para salir de la habitación, debíamos avisar para que un guardia nos acompañar a. Nos pareció exagerado,pero hicimos caso, y para nuestra sorpresa, el jardín estaba lleno de hipopótamo­s comiendo el césped, que habían salido por la noche del lago, y nos explicaron que pueden ser agresivos y peligrosos.

Así vimos cómo se comió el león más viejo un impala frente a nuestros ojos, familias inmensas de elefantes, jirafas, en los paisajes más increíbles que se puedan soñar y gracias a nuestro guía Freddy nos enteramos qué hacían en cada momento, quién era quién en ese mundo animal, como una familia.

Luego de atravesar el Amboseli, donde está la cantidad más impresiona­nte de elefantes que vimos, Llegamos a la caótica frontera con Tanzania, donde nos des pedimos de Freddy y conocimos a nuestro nuevoguía tan za no Francis. Conocimos Arusha , un ciudad a los pies del Kilimanjar­o, y seguimos al parque Taranguire, con su paisaje fascinante , casi de otro planeta, y sus Baobab, el árbol del Principito.

Llegamos alNgorong oro, cuna de la humanidad, donde se encontraro­nlos primeros vestigios delHomo Habilis. Hoy es un cráter de 20 km de diámetro donde conviven en un ecosistema, en alegre armonía, miles de flamencos, rinoceront­es, búfalos, leones, elefantes, avestruces y pájaros exóticos.

La gran migración de la sabana

Pero nada nos preparó para ver en el Serengeti los millones de ñus y cebras llegando en su gran migración desde el otro lado del río Mara. El espectácul­o era de no creer, filas hasta el horizonte deñus( calculan que hay más de cinco millones). Así hicimos por ese paisaje de otro mundo cientos de km, parando cada tanto para que crucen los ñus y las cebras.

Finalmente nos instalamos en un tentedcamp en Seronera, el del Ser en ge ti. Eran carpas básicas, sin nada de infraestru­ctura en medio de la sabana; el agua para ducharnos la calentaban con leña y la subían con una soga en una bolsa de lona. A menos de 30 m de las carpas había una familia de leones: los rugidos y bufidos que escuchamos a la noche son indescript­ibles, recién pasado un largo rato nos pudimos dormir. En las noches siguientes escuchamos hipopótamo­s al lado de la carpa, una familia de hienas, pero ya estábamos inmersos en África y dormimos plácidamen­te.

Francis nos llevó a una pista de aviación de tierra, donde un avioneta nos llevó hasta Zanzí bar. Aterrizamo­s cerca de Stone Town, la ciudad principal. Acá el 95% profesa la religión musulmana; el taxista que nos llevó ala playa d EN ungwi en el norte, pidió permiso para rezar a su hora (nos dejó en el auto con el aire acondicion­ado ya que hacían 40°).

Las playas de Zanzíbar, el mar, la gente, los barcitos y restaurant­es en la playa, son el paraíso en la tierra. Pasamos unos días de relax como nunca. Nos deleitamos en las granjas de especias, nadamos con delfines, hicimos snorkel en arrecifes de coral .Un broche de oro para nuestra travesía.A la vuelta anos quedamos dos días en Johannesbu­rgo, de la que nos sorprendió, la infraestru­ctura, el tren Gaultrain, el museo del Apartheid y la epopeya de Mandela.

Nuestra incursión a África nos abrió un enorme panorama de intrigas, el continente es mucho más grande, diverso y complejo de lo que parecía, por lo que nos queda mucho más por descubrir la próxima vez.

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