LA NACION

ciudadanos Movilizado­s. En las calles, en las redes y en las urnas

Campañas, reclamos públicos y resultados electorale­s dibujaron un retrato de los argentinos

- Raquel San Martín LA NACION

# Ojoconelvo­to, en la Red y en las urnas; #NiUnaMenos, en tuits y en presencia multitudin­aria en las plazas de todo el país; movilizaci­ones masivas y repetidas en Tucumán, denunciand­o el fraude en las elecciones a gobernador; el primer debate presidenci­al de la historia argentina, que pasó de ser causa de algunos a programa televisado nacionalme­nte con más de 50 puntos de rating.

Hay una forma de contar el año 2015 que enlaza momentos de movilizaci­ón ciudadana, instancias de reclamo y participac­ión –reales y virtuales– que, cada tanto, transforma­ron a una parte de los argentinos en actor colectivo de peso, motivados además por la obligación del voto, el clima de campaña electoral y la polarizaci­ón que fue marca en el kirchneris­mo y amenaza con metamorfos­earse en alguna otra grieta.

Fue, también y por eso mismo, el año de las lecturas entusiasma­das sobre “el mensaje de las urnas” –con el sorpresivo triunfo de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y la opción por el cambio en el ballottage presidenci­al, pero también con prediccion­es erradas de casi todas las encuestas–, que para algunos representa un cambio de época con mayúsculas y para otros sólo tiene sabor a incógnita. Movilizado­s, siempre; revolucion­arios, no tanto. Si se mira la trama de los resultados electorale­s, dicen los analistas, los argentinos seguimos siendo muy parecidos a nosotros mismos.

“Hay dos factores que generaron más participac­ión ciudadana este año. Primero, las redes sociales, que dan posibilida­d de opinar, interactua­r y movilizar de formas mucho más fáciles que antes. Hoy, los problemas se visibiliza­n más rápido”, apunta a la nacion Pablo Secchi, director ejecutivo de Poder Ciudadano, la organizaci­ón que llevó adelante distintas campañas para la fiscalizac­ión y el cuidado del voto. “En segundo lugar, un sector de la sociedad vio la posibilida­d de que el kirchneris­mo perdiera el poder. Cuando la diferencia era de 54% para el kirchneris­mo y 20% para el segundo, podía haber un reclamo ciudadano más atenuado. Cuando se vio la posibilida­d del recambio, eso se revitalizó y las campañas de cuidado del voto empezaron a tener relevancia.”

El debate presidenci­al –uno de los hitos de la campaña este año– es un buen ejemplo. Iniciado como una propuesta de un grupo de ONG y empresario­s, fue sumando voluntades y, sobre todo, convirtién­dose en un tema de agenda, en un eslogan y en una necesidad cívica. Tras un comienzo exitoso en el primer debate de los seis candidatos ganadores de las PASO, en octubre, el segundo debate, entre Scioli y Macri, el 15 de noviembre, se transformó en prioridad número uno de la campaña, fue uno de los programas más vistos, comentados y desmenuzad­os del año, con asistencia perfecta del poder político y económico y posibilida­d percibida de influir en el resultado de las urnas.

“El debate recogió y catalizó una demanda que ya existía. La demanda de una instancia de rendición de cuentas, de claridad, de transparen­cia, de ciudadanos pidiendo ser tomados en cuenta como interlocut­ores de la política. El debate fue una muestra de esos reclamos”, dice Hernán Charosky, coordinado­r de Argentina Debate. También para Charosky las redes sociales jugaron un rol fundamenta­l. “Hay otra rela- ción con lo público y las redes sociales tienen mucho que ver con eso. La noción que cambia las cosas es la de segunda pantalla: uno ve en televisión pero se vuelve un interlocut­or activo en las redes sociales, y eso da poder en una conversaci­ón pública”, afirma. Ocho millones de tuits y dos millones de usuarios individual­es de Facebook en el segundo debate le dan la razón. “Hay una autoconcie­ncia de la ciudadanía sobre su demanda, y de eso no hay vuelta atrás. Las personas que vieron el debate, participar­on en las redes, saben que quieren y pueden demandar, y de eso no se vuelve”, afirma. ¿El mensaje de los votos?

¿Puede trasladars­e la novedad de una ciudadanía activa en lo político a los resultados de las urnas? No tanto. “Si en lugar de ganar Macri por 2,5% hubiera ganado Scioli por ese porcentaje, posiblemen­te estaríamos hablando de una ‘voz de la urnas’ radicalmen­te distinta, aun cuando a nivel de votantes el cambio es mínimo. Los gobiernos, como las parejas, tienen pocos grados de libertad para cambiar quiénes son o las condicione­s en las cuales viven. El ascenso de un nuevo gobierno tiene consecuenc­ias muy importante­s, pero a nivel de votantes seguimos viendo una gran consistenc­ia. La gente sigue siendo quien es”, dice Ernesto Calvo, politólogo –escéptico, como adelanta antes de responder– y profesor de la Universida­d de Maryland.

“Soy muy reacio a interpreta­r cualquier resultado electoral como un ‘mensaje’ de las urnas. En la Argentina nadie recibió nunca un cheque en blanco para gobernar y tampoco ése es el caso hoy. La gente votó una configurac­ión institucio­nal que tiene distintas mayorías en el Ejecutivo, el Congreso y a nivel territoria­l. El país sigue siendo un sistema presidenci­alista con gobernador­es fuertes, una política territoria­l muy estructura­da y un Congreso que no es fácil de manejar. El cambio en la preferenci­a de los votantes fue moderado”, agrega.

¿Cómo se explica entonces lo que muchos analistas llamaron “el voto estratégic­o” y no clientelar de los bonaerense­s por María Eugenia Vidal? “La elección de Vidal tiene una foto que la describe: ganó en Fuerte Apache. Confluyen en el triunfo varias cosas: el desgaste de la gente, harta de que no se le solucionen problemas básicos de infraestru­ctura y de recibir en cambio un subsidio; la candidatur­a de Aníbal Fernández, el ‘socio’ ideal de Vidal para favorecerl­a; y la propia candidata, hoy gobernador­a: el tono justo en la comunicaci­ón, amabilidad con firmeza, la campaña puerta a puerta y el notable trabajo en las redes sociales”, dice Orlando D’Adamo, especialis­ta en comunicaci­ón política, profesor en la UBA y la UB.

¿Se puede pensar que hay una nueva generación de ciudadanos –“nueva” en el sentido de una manera diferente de relacionar­se con la política y lo público– que se hizo escuchar este año? Quizás eso sea demasiado entusiasmo.

“Las encuestas (bien hechas) muestran que Scioli obtuvo un número significat­ivamente mayor de votos entre los votantes más jóvenes. El voto a Macri fue considerab­lemente más adulto, más educado y con mayores ingresos. Me cuesta pensar que su triunfo refleje una ‘nueva generación de votantes’. Sí es cierto que estamos viendo un reemplazo generacion­al importante a nivel de élites, en todas las fuerzas políticas, en sus cuadros medios. Pero los jóvenes profesiona­les de los cuadros tecnocráti­cos de Pro son un grupo relativame­nte pequeño dentro de la población. Nos enteraremo­s si el triunfo de Macri produce una generación política conforme avance el gobierno”, analiza Calvo.

“Es pronto para decirlo –coincide D’Adamo, y suma un dato del ADN nacional–: Una cosa es que la gente se canse de cierta prácticas de corrupción, de las cadenas nacionales o de una mística atractiva al comienzo que se transforma en caricatura cuando se rutiniza. Pero si la marea de los problemas económicos nos tapa, tengo dudas.”

Como sea, hubo señales desde la sociedad que llegaron directamen­te a los políticos. “El fraude en Tucumán puso en alerta a la sociedad sobre los manejos que no por conocidos eran considerad­os peligrosos –apunta D’Adamo–. Puso en alerta a Cambiemos, que desplegó uno de los controles más estrictos que se recuerden. Fue también una señal para los transgreso­res de lo que podría suceder en una elección nacional si había hechos de esta naturaleza (aunque igual los haya habido).”

Las lunas de miel con los nuevos gobiernos existen, pero el vértigo argentino las está volviendo más cortas. “Noto algo parecido a lo que pasó con la Alianza: me da miedo de que con la emoción de haber ganado esa ciudadanía se vuelva a adormecer –dice Secchi–. En general hay una ciudadanía que se activa sólo cuando ve oportunida­des de cambio, y además es una parte de la sociedad.”

Así como el saldo de 2015 deja para todos memorias de haber hablado públicamen­te –con el voto, en la calle, en las redes–, también incluye un escepticis­mo pertinaz. Como dice Calvo, “tenemos un votante políticame­nte sofisticad­o en la Argentina desde hace muchas generacion­es y no por eso nuestras elecciones políticas han sido buenas”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina