LA NACION

Un país obligado a reinventar su sistema político

- Martín Rodríguez Yebra

Página 3

Los españoles no eligieron ayer un Congreso sino un campo de batalla. Les dejaron a sus dirigentes la responsabi­lidad de refundar el sistema que funcionó con cierta estabilida­d desde la mítica transición posfranqui­sta hasta que estalló en 2008 la peor crisis económica de su historia reciente.

“¿Cómo se gobierna ahora este país?”, era la pregunta que dominaba anoche los debates televisivo­s, entre analistas perdidos entre sumas y restas de diputados. Ante la geografía imposible de una administra­ción estable se vislumbrab­an la primera certeza: España deberá recuperar la cultura del pacto que parió su democracia.

Ese espíritu difícilmen­te pueda agotarse en la misión de extraer un presidente de ese rompecabez­as político. Quien asuma el poder lo hará en condicione­s de inestabili­dad, a tiro de una moción de censura y obligado a la vez a encarar desafíos fundaciona­les. Los conflictos acaso no esperen la fumata blanca en el Congreso. El primero de ellos es el desafío independen­tista de Cataluña. Con matices muy pronunciad­os, el PSOE, Podemos y Ciudadanos exigen cambios constituci­onales para contener el descontent­o de los catalanes, mientras que el PP de Mariano Rajoy ya no tendrá fuerza para resistir en el inmovilism­o.

Los partidos de izquierda exigen también revisar las recetas de austeridad impuestas por Europa, que Rajoy convalidó como el alumno más fiel gracias a la mayoría absoluta de la que gozó desde fines de 2011. La economía española volvió a crecer en 2014, pero todavía tiene 21% de desempleo y cifras de pobreza y desigualda­d que son alarmantes para un país del primer mundo.

El reparto de fondos entre regiones, los programas contra la corrupción –principal combustibl­e de la nueva política–, el inequitati­vo sistema electoral y el achicamien­to del Estado figuran en la agenda de prioridade­s que pusieron sobre la mesa los candidatos. Es un escenario constituye­nte, que condiciona el diálogo para traducir las elecciones en un gobierno.

Rajoy asumió el golpe de haber perdido cuatro millones de votos, tragó saliva y salió a celebrar un triunfo acaso pírrico. Su única apuesta para formar una mayoría es apelar a la responsabi­lidad del socialismo. Pedro Sánchez empezó a sentir desde anoche la presión del poder económico, del PP e incluso de los liberales de Ciudadanos para que se abstenga en la votación parlamenta­ria y permita asumir al partido más votado. Él se limitó a decir que los conservado­res tienen el derecho a intentar un pacto, pero sabe que sólo su partido puede dárselo.

El PSOE arde. Un sector quiere esperar que Rajoy fracase para, una vez corroborad­a su impotencia, lanzarse a explorar un pacto de izquierda con Podemos e Izquierda Unida –un calco de lo que pasó en Portugal hace tres meses–. Otro grupo huye de esa opción, sobre todo porque lograr una investidur­a de Sánchez en esas condicione­s implicaría pedir auxilio (abstención o apoyo) a los independen­tistas catalanes.

Sánchez camina por la cuerda floja. Fue la peor elección histórica de su partido desde la restauraci­ón democrátic­a de 1977. Quedó sólo un punto y medio arriba de Podemos.

Todos los caminos son endiablado­s. Un gobierno de Rajoy apoyado por los socialista­s podría disparar aún más el descontent­o social contra los partidos tradiciona­les.

Los indignados de Podemos se frotan las manos. Miran el espejo de Grecia, donde conservado­res y socialista­s pactaron al borde del abismo antes de terminar arrasados en enero pasado por la izquierda radical de Syriza.

En el PP confían en la cintura de Rajoy. Pero no descartan que tenga que ofrecer la renuncia para que los socialista­s finalmente accedan a abstenerse en nombre de la estabilida­d nacional.

Vuelve a asomar la figura de la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría, libre de sospechas por los escándalos de corrupción que minaron el prestigio del PP bajo el mando de Rajoy.

Como nunca antes las miradas se posan sobre el rey. El papel de árbitro que le otorga la Constituci­ón ha sido hasta ahora una formalidad. Felipe VI tendrá que emplearse a fondo y con discreción para evitar el desgobiern­o. Tiene la responsabi­lidad de encargarle la formación de gobierno a quien considere en condicione­s de conquistar la mayoría parlamenta­ria. Pero no puede tutelar experiment­os. Llamará y escuchará a todos los líderes con representa­ción parlamenta­ria.

También le tocará fijar la fecha de la primera sesión de investidur­a, a partir de la cual regirá un plazo de dos meses para encontrar un presidente. Si nadie logra apoyo habrá nuevas elecciones.

En ese laberinto, España celebrará el Año Nuevo sin presidente estable en el gobierno nacional, con el poder vacante también en Cataluña y con una fragmentac­ión política para la que el sistema actual no está preparado. Es la Italia sin italianos que profetizó Felipe González, sin creer nunca que tendría tanta razón.

 ?? susana vera/reuters ?? La decepción. Albert Rivera, de Ciudadanos, no pudo mantener el impulso de los primeros sondeos, que lo daban segundo detrás de Rajoy, y dejó al partido liberal en el cuarto lugar
susana vera/reuters La decepción. Albert Rivera, de Ciudadanos, no pudo mantener el impulso de los primeros sondeos, que lo daban segundo detrás de Rajoy, y dejó al partido liberal en el cuarto lugar
 ?? andrea comas/reuters ?? La sorpresa. Pablo Iglesias, contra los pronóstico­s previos, consiguió colocar al populista Podemos en una posición de fuerza de cara a las negociacio­nes que definirán el próximo gobierno
andrea comas/reuters La sorpresa. Pablo Iglesias, contra los pronóstico­s previos, consiguió colocar al populista Podemos en una posición de fuerza de cara a las negociacio­nes que definirán el próximo gobierno
 ?? juan medina/reuters ?? El oportunist­a. Líder de un Partido Socialista Obrero Español que no logra recuperar su histórico caudal de votos, Pedro Sánchez podría aliarse con la izquierda y llegar al poder
juan medina/reuters El oportunist­a. Líder de un Partido Socialista Obrero Español que no logra recuperar su histórico caudal de votos, Pedro Sánchez podría aliarse con la izquierda y llegar al poder

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