Cuando el riesgo es “morir de éxito”
La salida del cepo cambiario ha resultado hasta ahora bastante menos turbulenta que lo que muchos pronosticaron y el kirchnerismo residual y rabioso desea. Las medidas y precauciones tomadas por el Ministerio de Economía y el Banco Central fueron exitosas, desarmando un par de bombas, como los contratos de futuros de dólar y el atraso en la liquidación de las importaciones ya realizadas, cuyo stock, en cualquier caso, se pagará siguiendo un cronograma.
El futuro es crucial. Y no son pocos riesgos los que acechan al nuevo gobierno. Los sindicalistas que por años se sentaron junto a los gobiernos de los Kirchner a ver cómo la inflación y la inconcebible presión del impuesto a las ganancias –que por mucho superaba lo que alguna vez exigió el Fondo Monetario– destruían el poder adquisitivo del salario ahora reaccionan por lo que ellos pronostican que va a pasar.
Son los mismos que le toleraron a Cristina Kirchner que paralizara las exportaciones negándoles a las empresas dólares para insumos y atrasando el tipo de cambio, mientras subsidiaba el turismo en el extranjero.
Es deseable que se solucionen pacíficamente estos conflictos causados hasta por sindicalistas que decían oponerse al kirchnerismo y ahora parecen sumarse a las operaciones políticas para facilitarle el regreso.
El frente político es muy importante, y también el económico. El equipo de Mauricio Macri ha impulsado la aplicación de una alta tasa de interés para los depósitos como atractivo para que los ahorristas se queden en pesos y no sigan huyendo al dólar.
E intentará atraer también, mediante instrumentos financieros del Banco Central, fondos extranjeros para terminar con la sequía de divisas.
Es una apuesta bien planteada, pero de dimensiones políticas. Requiere que la población que se acostumbró a gastar alegremente en los últimos doce años ahora prefiera ahorrar e invertir, porque el modelo anterior se agotó hace rato, y sostenerlo en su final agónico ha resultado carísimo en crecimiento del déficit fiscal y de la deuda pública, en caída de las reservas y del patrimonio del Banco Central, en recesión con inflación y en cero creación de empleos privados.
Pasar de una economía basada en el consumo, en la que hasta se prohíbe exportar y es obligatorio comerse los ahorros, a otra donde lo mejor es ahorrar es el proceso inverso de lo que intenta China, el país que hasta ahora era uno de los que más ahorraban en el planeta, como lo explicaba el economista y profesor argentino en la Universidad de Columbia en Estados Unidos Guillermo Calvo.
La falta de un sistema previsional razonable llevó a los chinos a ahorrar durante toda su vida laboral a tasas miserables en los bancos y a no tolerar una inflación superior al 6% anual.
El crecimiento basado en ese esquema que privilegia las exportaciones, es decir, el consumo en el extranjero de lo que allí se produce, está terminado, al menos a las “tasas chinas” que se vieron en las últimas décadas.
Atraer fondos a la Argentina con tasas de interés relativamente altas puede ser inicialmente sencillo para un gobierno que recién comienza, como el de Macri, mientras en Brasil los capitales buscan salir, pero no escapar de la región.
Si todo saliera “demasiado” bien, las tasas más altas podrían llevar a una sobreabundancia de dólares, que tal vez al principio serviría para contener la inflación.
Pero podría llevar a un sobrecalentamiento de la economía, como pasó en el final del menemismo, cuando los activos locales no dejaban de encarecerse por la entrada de capitales a la exitosa economía que no había sucumbido, pese a la crisis del sudeste asiático sucedida entonces.
Armar una “bicicleta” que permita ganancias financieras imposibles de lograr en otra parte puede ser parte de un accidente que lleve a una situación de la que luego es muy difícil salir.
Por ello es bueno que el Gobierno haya armado un directorio solvente de profesionales en el Banco Nación, con Carlos Melconian y Enrique Szewach a la cabeza y con Luis Secco encargado de un equipo que se ocupará de monitorear la macroeconomía.
Secco es un profesional de amplios conocimientos y experiencia, de modo que está en inmejorables condiciones para detectar desvíos que podrían llevar a “morir de éxito”. Que no es otra cosa que la “fiebre del oro”: un lugar deprimido y atrasado adonde de golpe llegan inversores desesperados a colocar fondos a troche y moche.
Es difícil también rechazar el proceso de reactivación que esos fondos generan. Cuando en los años 90 el economista y profesor Carlos Rodríguez y también el consultor Miguel Kiguel hablaron del probable recalentamiento fueron denostados por el peronismo, entonces menemista, que luego abjuraría del riojano y sus políticas.
Sería deseable que la Argentina no repita uno de sus característicos procesos, que, como dice el economista y profesor Juan Carlos de Pablo, más que ciclos, son ciclones.
Armar una “bicicleta” que permita ganancias imposibles puede ser parte de un accidente