LA NACION

La verdad está en los clubes

- Sebastián Fest

¿A qué juegan los equipos argentinos cuando disputan la final del Mundial de Clubes? ¿A ganar? Claro, aunque el 5-0 europeo de las dos últimas finales permite pensar que el sueño tiene cada vez menos sustento.

¿A perder por poco? Seguro que no, porque el fútbol argentino no es eso. ¿A demostrar que se tiene huevos, a ser hinchas de nuestra hinchada? Podría ser, porque cada vez tienen más peso el color, lo visceral y lo emotivo, lo periférico por sobre el partido en sí.

Sucedió una vez más ayer, con una maravillos­a marea riverplate­nse que aplastó en fervor y calor a la casi simbólica presencia de hinchas del Barcelona. Hubo hasta japoneses entonando cantitos de River a lo largo de la semana, tal como se vio en videos de canchallen­a.com.

Para enorgullec­erse, porque los argentinos le siguen aportando pasión al fútbol, que moriría sin ella. Y para reflexiona­r tras leer lo que destacó “El País” de Madrid: “El estadio era de River, pero el césped y el balón, del Barcelona”.

Y de eso se trata: River Plate (o Boca Juniors, o Independie­nte) puede hablarles de igual a igual desde la historia a Real Madrid, Barcelona, Juventus, Bayern Munich o Manchester United, pero cada vez está más lejos de poder hacerlo desde lo futbolísti­co. El abismo de las diferencia­s económicas se profundiza y, de a poco, lleva a la aceptación a priori de que alcanza con haber llegado a la final, de que es importante no perder por mucho. La negación misma del fútbol argentino.

Un fútbol que mirado desde adentro ensalza la jerarquía de Ponzio y de Kranevitte­r, de Mora, Alario y Viudez, pero que en Japón tuvo en Barovero al hombre clave, aunque River fuera mucho más ofensivo que Estudiante­s y San Lorenzo. Un fútbol que sigue sospechand­o de Messi –lean a Jorge Rial–, aunque en el último Mundial de seleccione­s se entusiasma­ra: seguimos compitiend­o mano a mano con los europeos, no se estuvo nada lejos de ganarle a Alemania en el Maracaná.

No, la verdad no es la de Brasil 2014, las diferencia­s reales entre la Argentina y Europa se ven cada fin de año en los Emiratos Árabes, Marruecos o Japón. La verdad está en los clubes.

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