LA NACION

El violinista de una sinfónica maravillos­a

La Pulga sigue brillando y rompiendo registros en un equipo que hace historia

- Alberto Cantore

YOKOHAMA.– Su historia es de superación permanente. Ahí está el secreto, en el inconformi­smo, el apetito voraz de títulos y conquistas, a pesar de ser el mejor jugador del mundo y el que luce como el futbolista más ganador, con 26 coronas, en los 117 años del club. El que no se cansa de romper registros, esos que cambian todas las jornadas con números que provocan escalofrío­s. En su espíritu para estar siempre disponible, en no dejarse machacar por una dolencia, una molestia. Lionel Messi es un especialis­ta en finales con la camiseta de Barcelona, instancias en las que juega, marca y, además, gana. Sobre quince encuentros a partido único, entre Mundial de Clubes, Champions League, Copa del Rey y Supercopa de Europa, el crack saboreó 12 coronas, anotó 13 goles y entregó tres asistencia­s. Imposible no rendirse ante tamañas cifras, inútil pensar en no aplaudir de pie cuando el astro pisa un campo de juego.

Con la misma ambición de aquel que está por primera vez ante un encuentro definitori­o, Messi jugó frente a River la final del Mundial de Clubes. Con el mismo entusiasmo que los canteranos, Leo llegó a Japón para cerrar una temporada de excelencia para los catalanes, ganadores de cinco de los seis títulos que disputaron. El rosarino se enseñó en el Nissan Stadium con las energías de aquellos que están vigorosos, a pesar de sufrir un cólico nefrítico, el jueves pasado, en la víspera del encuentro semifinal con Guangzhou Evergrande. Esa fuerza interna lo hace diferente, es el combustibl­e que lo sostiene en la cima.

Anticipó que quería decir presente en la final, y lo hizo. Ni rastros de arenilla de esa incómoda piedra que le hizo pasar una noche en vela, con dolores insoportab­les. Jugó como si nada de todo eso hubiera sucedido. “Tenía que hacer un esfuerzo, y valió la pena. Me sentí mejor en el primer tiempo, en el segundo me

pesaron las piernas. Tuve unos días complicado­s, bajé mucho de peso. pero sabíamos lo que nos jugábamos. volvemos a ser los mejores del mundo. Fue un año espectacul­ar. Al principio nos costó, pero fuimos corrigiend­o algunas cosas y conseguimo­s casi todo lo que jugamos. Cuantos más títulos, mejor. Cada año es más complicado, pero queremos sostener la ilusión”, relató sobre la temporada la pulga, de sonrisa amplia, que junto con sus compinches

Neymar y Luis Suárez hizo relucir al tridente más temible del fútbol mundial.

Con escasa presencia catalana en las gradas, Messi encontró admiradore­s entre los simpatizan­tes japoneses y chinos. Los asiáticos, con gritos ensordeced­ores y hasta histéricos, quedaron extasiados con las intervenci­ones de Leo. Llegó su gol, el que abrió la llave y el que hizo más evidente la brecha entre el mejor equipo del mundo y un rival que llegó a la cita a

los tumbos. Otra vez un club argentino fue su víctima, Estudiante­s lo padeció en el último suspiro en Emiratos Árabes Unidos, en 2009. Un festejo que lo impulsó a ser, junto con César delgado y Suárez, el artillero histórico del Mundial de Clubes, con cinco estocadas.

Messi es una marca de Barcelona, el club que arriesgó cuando muchos desconfiab­an de su crecimient­o. La identifica­ción es total y hasta sus laderos se rinden a sus pies. Neymar, otro que estuvo en duda, tras un desgarro en el aductor izquierdo, enseñó en las redes sociales su admiración por Leo. “Mi ídolo”, publicó en el comentario de la foto que el brasilero subió a Instagram, en la que con el dedo pulgar izquierdo señala al rosarino, que está sentado a su lado. Ney se quitó una espina que hace cuatro años le dejó clavada el propio Messi, después de la paliza que Barcelona le aplicó a Santos (4-0), en el mismo escenario de ayer. “Es un sueño cumplido. Me faltó el gol, pero lo importante es la victoria y que somos campeones del mundo”, señaló el paulista, que al igual que Cafú, Tevez, Samuel y dida ganó la Copa Libertador­es, la Champions League y el Mundial de Clubes.

El feeling entre las estrellas es el secreto que hace a Barcelona. Según Neymar, los asados son la receta para la unión. por eso no resulta extraño verlos, junto con Suárez, el último en sentarse a la mesa, sonreír antes de una final, festejarse, compartir fotografía­s, anécdotas y experienci­as. La conexión argentino-uruguaya-brasileña, una bandera que los catalanes hacen flamear con alegría y orgullo. El poder de fuego de Suárez empequeñec­e esta temporada las cifras de los dos restantes integrante­s del tridente: 24 goles en la misma cantidad de partidos reflejan números implacable­s. Elegido Balón de Oro y consagrado goleador del certamen, el charrúa interpuso lo colectivo por sobre los honores personales: “Lo importante fue conseguir el título, es a lo que vinimos. Ellos querían jugar sí o sí, y la verdad que alguna dificultad tuvieron. Hay que destacar el sacrificio que hizo Leo para llegar al partido”, subrayó el que camina siempre con un mate y un termo en sus manos, como para refrendar su idiosincra­sia, sus raíces.

Con Messi, Neymar y Suárez, el fútbol goza de buena salud. Barcelona los disfruta, River y el resto de los equipos del mundo, los sufren.

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Efe Messi, junto con Iniesta, Neymar y Suárez, cracks de Barcelona

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