El “efecto caipirinha” golpea al vino
La devaluación brasileña, sumada a un nuevo impuesto y a la crisis del país, hizo caer las exportaciones un 10% desde marzo
A partir de la devaluación del real, las exportaciones de vino argentino a Brasil acumulan una caída del 10% y la industria local pierde terreno contra la competencia chilena
Los vinos argentinos sufren desde principios de este año los embates del “efecto caipirinha”. En este caso, los tres componentes de la tradicional bebida brasileña no son cachaza, lima y azúcar, sino crisis económica, devaluación y presión tributaria. La combinación de los tres ingredientes provocó que las exportaciones vitivinícolas locales al principal socio del Mercosur cayeran 6,9% en el período octubre/noviembre, respecto de igual bimestre de 2014, y 10% si la cuenta se hace desde marzo, fecha en la que el vecino país comenzó a depreciar su moneda con más fuerza.
En efecto, en el período octubre/ noviembre de 2015 la exportación de vino fino embotellado a Brasil cayó de US$ 45 millones a US$ 42 millones, respecto de igual período de2014. Dicho de otro modo, se pasó de 1.263.000 cajas de nueve litros (12 botellas), equivalente a 11.367.000 litros a 1.222.000 (10.998.000 litros), todo según datos de la consultora especializada Caucasia.
El dato no es menor si se tiene en cuenta que Brasil es el cuarto destino en importancia para los vinos argentinos, detrás de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Un 5% de las exportaciones vitivinícolas argentinas va a parar a la tierra del buen fútbol y atractivas playas.
“Todos ven con preocupación lo que pasa, porque lo que genera esta situación de devaluación, nuevos impuestos y crisis económica es que la gente gasta lo mismo en reales, pero se vuelca a una franja inferior de precios. Es ahí donde quedan afuera los vinos argentinos”, dice Guillermo Barzi (h.), presidente de Wines of Argentina, la asociación que representa a las bodegas exportadoras argentinas.
Rafael Squassini, director comercial de Bodega Dante Robino, agrega que el verdadero “efecto caipirinha” se produce desde el 15 de marzo, fecha en que Brasil tuvo su gran devaluación. “Además, hay que ver que ellos agregaron impuestos a las importaciones, con lo que, todo junto, nos pone las cosas bastante difíciles”, explica.
En efecto, según relata Marcelo Burgos, gerente general de Andeluna Argentina, una bodega mediana ubicada n° 50 en el ránking de exportadoras argentinas, con Brasil pasan dos cosas, no solo el tema de la devaluación (desde hace tres años depreció más de 50% su moneda), sino que además hay, a partir de noviembre, un nuevo impuesto a los vinos y destilados de 10% sobre el valor del vino. “Todo esto junto va a llevar a que un vino que estaba a 30 reales, pase a casi 60 reales”, ejemplifica
Es que, a pesar de ser Mercosur, para importar un vino de US$ 3 en Brasil hay que agregarle un 80% correspondiente a impuestos y fletes. “Para un brasileño tomar un vino importado es muy caro”, dice Burgos. A la franja que más le pega es a la de productos entry level, que van desde US$ 25/30 la caja. Según el ejecutivo, a los segmentos más altos también le afecta la situación, pero de un modo más leve.
Caída de precios
Como era esperable la baja en el volumen de compras brasileñas fue acompañada por una importante caída en los precios, ya que todos los importadores salieron a pedir descuentos. “Y nos vimos complicados, porque Chile sí hizo descuentos ayudado por la depreciación que tuvo el dólar en ese país”, acota Squassini.
Las quejas se repiten entre los bodegueros. En Nieto Senetiner, su brand ambassador, Federico Ruiz, comenta que en Brasil hay un desconcierto muy grande que termina por afectar a la Argentina. “No se sabe qué va a pasar con el consumo y además la devaluación del real provocó un desorden en la fijación de precios. En los últimos meses está complicado, tanto por parte de las vinotecas y los supermercados, como de los importadores”, afirma el ejecutivo.
A pesar del “efecto caipirinha”, algunos bodegueros argentinos no pierden la esperanza. Ese es el caso de Roberto Luka, presidente de Sophenia, una bodega mediana ubicada en Tupungato, Gualtallari, en Mendoza. “Acá tenemos experiencia en padecer dificultades para exportar. Estuvimos con un tipo de cambio subvaluado y sin embargo seguimos exportando y manteniendo los mercados, porque no podemos abandonar lo que nos llevó años ganar”, subraya.
Ante la amenaza que significa la avanzada de la competencia chilena, muchos dueños de bodegas argentinas ya comenzaron a afilar el lápiz y a bajar los precios hasta lo que se puede, con el impulso que les da la quita de las retenciones a las exportaciones que se anunció la última semana (que eran del 5%) y la devaluación del peso que se dio tras la caída del cepo cambiario. Es que en el sector todos coinciden en que más allá de los problemas coyunturales, no se puede perder un mercado como el brasileño que costó tanto conquistar.