LA NACION

Le quedó lejos

River no fue la excepción y padeció al mejor Barcelona, que goleó por 3-0 y ganó el Mundial de Clubes, en Japón; el equipo de Gallardo debe reinventar­se

- Alberto Cantore ENviADO EspECiAL

YOKOHAMA.– Como una roca que impacta en un cristal, la ilusión se hizo añicos a 18.000 kilómetros de Buenos Aires. River sufrió en carne propia lo que se observa por televisión cada fin de semana, cuando el equipo que hizo del fútbol un arte va desargreso ticulando rivales a fuerza de goles y un juego imperial. Barcelona es el amo del universo no porque se consagró campeón del Mundial de Clubes. La filosofía, el pensar y el sentir es lo que hizo del club catalán una escuela que todos quieren copiar, pero nadie logra calcar esa matriz. No existe manera, el molde es único, no acepta réplicas. Y aunque muchos quieran parecerse nadie podrá igualarlo.

La excursión por Japón, el re- después de 19 años a la cita interconti­nental, aunque en aquel entonces tenía formato de partido único y no de certamen, significar­á el cierre de un ciclo para los millonario­s. Los blaugranas le pusieron fecha de vencimient­o a una era que en un corto tiempo hizo reverdecer a la entidad de Núñez. La caída 3-0, sin atenuantes, sin discusione­s, marcará un quiebre, más allá de que Marcelo Gallardo seguirá conduciend­o, que el presidente D’Onofrio se mantendrá en su cargo y que el director deportivo Enzo Francescol­i intentará reforzar el plantel con nombres de jerarquía. Una vez más, River deberá reinventar­se, como lo fue haciendo en la cancha para sumar títulos. Ahora la exigencia será más abarcadora, porque envolverá a todas las áreas de la institució­n. Un período signado por los éxitos llegó a su punto límite, en la sabiduría y capacidad de reconstrui­rse sobre los sólidos

pilares estará el secreto para que la frase “River vuelve a ser River” mantenga vigencia.

Un abismo separa a Barcelona de River, pero también de la mayoría de los clubes del planeta. La estructura, la economía, el marketing, el peso de la marca… Los catalanes se sienten reconocido­s en cualquier rincón del mundo, su juego provoca asombro y sus futbolista­s son observados como ídolos por todas las generacion­es. La belleza de su juego es irresistib­le, arropa a los desprotegi­dos y satisface las expectativ­as de los más descreídos. Medirse con el mejor es un desafío de lo más atractivo, que pone a prueba la inteligenc­ia y la estrategia. Son pocos los que en sus mejores jornadas pueden borrar la sonrisa que siempre dibuja Barcelona. River lo intentó, pero las energías, la concentrac­ión y el orden, duró media hora. Un tiempo demasiado escaso para contener a un bloque que hace un culto de la técnica depurada, del pase ajustado, de la cesión milimétric­a.

La pasión y el frenesí que transmitie­ron los de afuera, esos casi 20 mil hinchas que tiñeron de blanco y rojo el Nissan Stadium, fue alimento para los de adentro, que empezaron a lo grande, con presión alta incluida, pero que terminaron desahuciad­os por lo que el rival le hizo en noventa minutos de partido. Las equivalenc­ias futbolísti­cas no fueron tales: River llegó al Mundial de Clubes desgastado, con las últimas gotas en el tanque, mientras que Barcelona, que jugó más encuentros en la temporada, exhibió una frescura que hace pensar que este equipo no tiene freno.

En jornadas como estas se extraña a los que fueron fundamenta­les y no están, como Funes Mori, Ariel Rojas y hasta Teo Gutiérrez. Desde ahora, River empezará a recordar los días en que Kranevitte­r y Carlos Sánchez fueron elementos de un equipo que se ganó el reconocimi­ento de muchos, que fue audaz con su propuesta en un momento del ciclo; que –cuando la circunstan­cia y el cambio de apellidos lo determinó– se convirtió en una estructura rocosa, que hizo de la táctica y de la inteligenc­ia dos virtudes para salir airoso de escenarios incómodos. En la noche japonesa, la abrumadora supremacía de Barcelona hizo que todos los logros conseguido­s desde que asumió Gallardo quedaran opacos, sin lustre, pero River deberá repasar la lección, porque será enriqueced­ora para su futuro. Sentir orgullo por la seguidilla de conquistas internacio­nales, esas que lo impusieron como el dueño de América con los títulos de la Copa Sudamerica­na, Recopa Sudamerica­na, Copa Libertador­es, pero también planificar el futuro con ambición. Que lo que se edificó no desaparezc­a, para que las vueltas olímpicas en continuado no sean un simple y gratifican­te recuerdo. Esa es la nueva historia que empezó después de sufrir a Barcelona.

Las equivalenc­ias futbolísti­cas no fueron tales; River llegó a Japón desgastado, mientras que Barcelona exhibió una frescura que hace pensar que este equipo no tiene freno

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Reuters Se va Messi por la banda derecha y lo sufren Martínez, Kranevitte­r y Balanta; el crack abrió el partido con su gol y luego Suárez marcó los restantes tantos
 ?? RodRigo néspolo ?? No pudo ser. Gallardo consuela a Ponzio, mientras Alario, Bertolo y Maidana son puro dolor.
RodRigo néspolo No pudo ser. Gallardo consuela a Ponzio, mientras Alario, Bertolo y Maidana son puro dolor.
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