Desde Diputados, una señal al peronismo en el Senado
Primera lección de política legislativa: no es lo mismo aprobar una ley arañando el número justo de votos que ostentar una mayoría aplastante y variopinta en el recinto. La legitimidad que tendrá esta última será incuestionable. A esto apunta, justamente, el oficialismo de Cambiemos: enviar una señal clara al peronismo en el Senado de que el acuerdo con los holdouts, que reuniría esta madrugada más de 150 votos positivos en la Cámara de Diputados, no admitirá modificaciones que demoren su sanción final.
El bloque del Frente para la Victoria, que conduce Miguel Pichetto, es mayoría en el Senado y, como tal, tiene la llave para la aprobación del acuerdo que permitirá a la Argentina salir del default. El debate comienza hoy en comisión en la Cámara alta, con la presencia del ministro de Hacienda, Alfonso Prat- Gay, y, pasado mañana, con los gobernadores. Se rumoreaba hasta ayer que el peronismo pretendería demorar la sanción final de la ley y devolverla, con cambios, a la Cámara baja. El oficialismo no tiene tanto tiempo: el 14 del mes próximo debe afrontar el primer pago a los fondos buitre.
El Gobierno no quiere demoras. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, anduvo ayer recorriendo los pasillos del Senado para cosechar adhesiones y suavizar los reclamos. Su crédito será la mayoría contundente que espera reunir en la Cámara de Diputados a favor de la ley. Esa mayoría no sólo refleja el acompañamiento de casi todos los bloques opositores ( excepto el kirchnerismo, Libres del Sur y la izquierda), sino también de un puñado de diputados del Frente para la Victoria que anticipaban su voto a favor en general. Entre ellos, los misioneros que responden al también diputado Maurice Closs. El cordobés Ramón Bernabey también sería de la partida. Anoche no se descartaban nuevos desgajamientos en el ya vapuleado bloque del Frente para la Victoria.
“Con este escenario, ¿ qué margen tendrá el peronismo en el Senado para demorar la ley?”, desafiaban en Cambiemos, convencidos también de que la gente, expresada en las encuestas, ya quiere ponerle punto final al problema del default.
Pero la política ha demostrado no ser tan lineal. Menos aún cuando cada voto vale. De ello pueden dar cuenta Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, y Mario Negri, titular del interbloque Cambiemos. La debilidad numérica del oficialismo en la Cámara baja los llevó a abrir el dictamen a casi todos los cambios que reclamaba la oposición. Sin ir más lejos, hasta última hora de anoche, Sergio Massa ( Frente Renovador), junto a su par Marco Lavagna, seguían discutiendo con el oficialismo la letra chica del dictamen.
El líder del Frente Renovador logró sacar de las casillas en varias oportunidades a los líderes de Cambiemos. Hizo su juego político, el de erigirse como negociador imprescindible para el oficialismo, y sabe pasarle la factura. El propio Mauricio Macri, fastidiado, lo tildó de querer “sacar la ventajita de corto plazo”. Massa se enojó, aunque no lo admita en público. El oficialismo recogió el guante; anteayer Macri lo calificó como un gran dirigente opositor. La necesidad tiene cara de hereje.
El oficialismo no tiene alternativa: si quiere leyes, necesita negociar con la oposición. Esta madrugada se aprestaba a superar su primera gran prueba de fuego. El acuerdo con los holdouts y la salida del default es una suerte de “ley de leyes” para el Gobierno, pues sobre él se sustenta todo su programa económico.
Más allá de las subjetividades, de los egos y los recelos, lo cierto es que el Congreso recuperó la vitalidad perdida, después de demasiados años de haber sido una escribanía exprés del gobierno kirchnerista. Una dinámica más saludable, de apertura y de debate franco, se demostró ayer en la primera sesión en la gestión de Mauricio Macri de la Cámara de Diputados. Se demostró, por fin, cómo de la debilidad se puede ejercer fortaleza.