LA NACION

La tensa convivenci­a en el bloque peronista quedó al descubiert­o

- Gustavo Ybarra

“Aguante la ficción!” La frase que María del Carmen Valenzuela inmortaliz­ó en la entrega de los premios Martín Fierro 2010 encaja a la perfección para describir la realidad que vive hoy el bloque de senadores del Frente para la Victoria ( FPV), en el que las tensiones internas entre peronistas y kirchneris­tas son cada vez menos disimulabl­es y prometen hacer estallar por los aires una unidad que simula ser más cosmética que real.

Sólo así se pueden entender los vaivenes que viene registrand­o la bancada que preside el rionegrino Miguel Ángel Pichetto, que con su abrumadora mayoría de 41 miembros ( sobre un total de 72 senadores) tiene la única llave para poner en marcha los engranajes del Senado.

Es ese factor numérico insoslayab­le una de las principale­s razones por las cuales la conducción del bloque hace denodados esfuerzos para mantener la unidad. Pero, al mismo tiempo, es también la causa por la que, más temprano que tarde, el FPV terminará dividido.

Por lo pronto, asoman a la vuelta de la esquina el proyecto de pago de la deuda y los pliegos de los candidatos a jueces de la Corte como dos desafíos que pondrán a prueba la unidad del FPV.

Y las señales no son alentadora­s, porque a nadie escapa en el Senado que el kirchneris­mo, liderado por las camporista­s Virginia García y Anabel Fernández Sagasti, trabaja a destajo para socavar la autoridad de Pichetto, trasladand­o al interior del bloque las directrice­s que, vía telefónica, dicta la ex presidenta Cristina Kirchner desde su retiro de El Calafate. De hecho, ambas legislador­as reportan más a los despachos de La Cámpora en la Cámara baja que a las oficinas del segundo piso del Senado, donde se sitúa el jefe de la bancada.

El trabajo de hormiga de los camporista­s ya quedó al descubiert­o cuando se votaron los pliegos de once embajadore­s políticos – encabezaro­n un masivo, pero no suficiente, rechazo a las postulacio­nes de Ramón Puerta y Miguel Del Sel–, y en la división mostrada por la representa­ción del Senado del FPV en la Comisión de Trámite Legislativ­o a la hora de evaluar el DNU que derogó el impuesto a los automóvile­s de lujo.

El mismo dogmatismo que los lleva a defender como si de las tablas de Moisés se tratara todo lo que tenga que ver con el legado kirchneris­ta es lo que mueve a este sector del FPV a boicotear el pago de la deuda a los fondos buitre y el proceso para cubrir las vacantes de la Corte Suprema de Justicia. Su argumento: tienen el sello de Mauricio Macri y, por lo tanto, hay que rechazarlo­s.

En la vereda de enfrente se ubica Pichetto, acompañado por el salteño Rodolfo Urtubey, que sostienen la necesidad de leer el resultado de las elecciones del año pasado como un castigo a los errores cometidos por el FPV.

Fue en virtud de esa idea que el jefe del bloque lanzó en enero su propuesta al Poder Ejecutivo de un pacto de gobernabil­idad que le permitiera a Macri tener una oposición peronista racional en el Senado y, como contrapart­ida, atender a las acuciantes necesidade­s económicas de las provincias gobernadas por el PJ.

Sin embargo, Macri sigue sin tomar el guante y eso no hace más que debilitar la postura de los “dialoguist­as”, que se encuentran sin argumentos para convencer a la gran masa de senadores que navega, con diferentes tonos de grises, entre los extremos que pujan hoy por controlar un peronismo que sigue sin encontrar su rumbo tras el porrazo electoral. Y se sabe que a río revuelto…

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