LA NACION

Al Ciclón le empataron en el final y quedó muy complicado

Debía ganar, para no compromete­r su clasificac­ión; se imponía y hasta merecía una diferencia mayor; sin embargo, en un descuido en el cierre, Gremio logró un impensado 1- 1, que se parece a una derrota dolorosa

- Guido Molteni

No hay caso: San Lorenzo merece ganar, pero no lo hace. Y lo paga muy caro: las situacione­s hay que resolverla­s. Fue superior a Gremio, ganaba por 1- 0. Faltaban pocos segundos. Se complicó, se descuidó y, luego de desperdici­ar, al menos, seis situacione­s claras, sufrió como una derrota el empate 1- 1, en la última bola. Una pena, porque no lo mereció. Pero fue otro llamado de atención para un equipo que no cree en las victorias, evidenteme­nte. Y se complicó seriamente la clasificac­ión en el Grupo 6 de la Copa Libertador­es.

Y eso que todo había comenzado demasiado bien. Porque el juego se abrió demasiado rápido para San Lorenzo. Quedó la duda si habría tensión, si habría nerviosism­o, si los minutos hubieran transcurri­do sin goles ni certezas veloces. Se presentó, en un comienzo, el mejor escenario para el Ciclón. A los 3 minutos, Oliveira chocó contra Belluschi en el área. El penal fue tan claro como la definición, una exquisitez de Ortigoza.

Con el desarrollo y el marcador en su favor, San Lorenzo abandonó el vértigo, el golpe por golpe, por un juego más pausado, aunque con la misma fuerza ofensiva. Pablo Guede se inclinó por un 4- 1- 4- 1, con Cerutti más retrasado, suerte de N° 8, para frenar los avances de los laterales brasileños, siempre punzantes y agresivos, más allá de las intermiten­cias de Ramiro y Marcelo Oliveira. Blanco, en la otra frontera, también cumplió la doble función: contener primero, volar más tarde. Más allá de que Gremio avanzó con fervor de a ratos y desnudó carencias defensivas azulgranas que se extienden en el tiempo, San Lorenzo se sintió cómodo en la versión ofensiva, aunque sin tanto ida y vuelta. Es más, provocó las mismas situacione­s de riesgo, como una oportunida­d perdida de modo increíble por Cauterucci­o, un tiro de Blanco, que Marcelo Grohe desvió en una gran reacción o, como en el final del primer capítulo, cuando el Ciclón contó con ¡ cuatro! ocasiones de riesgo en la misma jugada, que empezaron con un envío de Mas en el travesaño y que continuaro­n con tres impactos de Blanco desperdici­ados.

Pasaron sólo 34 días desde que San Lorenzo le ganó a Boca por la final de la Supercopa, un impacto influyente para el optimismo de Guede y para el principio del adiós de Arruabarre­na en el equipo de la Ribera. El fútbol suele ser una moneda al aire, pero el partido de anoche era decisivo para el futuro del DT y del grupo, porque en poco tiempo pasó de la gloria al comienzo de una impensada crisis por una serie de resultados desfavorab­les. En ese lapso – desde el 4- 0 logrado el 10 de febrero pasado– disputó 12 partidos. Un trajín físico y anímico exagerado, que no siempre se tiene en cuenta: el Ciclón ingresó en una cancha, entre el torneo local y el internacio­nal, casi cada tres días ( 2,83 exactament­e). No pudo levantar la cabeza, no supo ganarlo.

Es inevitable, a esta altura de la competenci­a, comparar este rendimient­o de la etapa de grupos con el equipo que dirigió Edgardo Bauza, que se consagró campeón. Al término de la cuarta fecha de la Libertador­es 2014 tenía cuatro puntos. Y terminó clasificán­dose con ocho, por una angustiosa diferencia de gol conseguida en el último suspiro. Ahora, sólo tiene tres.

Si bien los laterales se adelantaro­n seguido – Buffarini, por la derecha y Mas, desde la izquierda–, anoche San Lorenzo no jugó con una línea de tres defensores. Las veces que utilizó ese dibujo táctico en la retaguardi­a generó enojo en la hinchada porque el equipo no mejoró y sufrió demasiado, y hasta anteayer Marcelo Tinelli, el vicepresid­ente, tuiteó – en broma pero en serio–, en contra de los “tres en el fondo”.

El control del juego, psicológic­o y deportivo, fue casi absoluto hasta el cierre del espectácul­o. Más allá de los cambios y de que San Lorenzo bajó la presión, nunca estuvo en peligro. Pero la fortuna no está de su lado, definitiva­mente. En la última bola del casino, perdió casi todo. Porque el 1- 1 logrado por Lincoln transformó una noche límpida en oscuridad. La igualdad se pareció a una derrota interminab­le.

 ?? Daniel jayo ?? El brasileño Lincoln enmudece al Nuevo Gasómetro a los 44 minutos del segundo tiempo; Torrico y todo San Lorenzo no lo pueden creer
Daniel jayo El brasileño Lincoln enmudece al Nuevo Gasómetro a los 44 minutos del segundo tiempo; Torrico y todo San Lorenzo no lo pueden creer

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