LA NACION

Tragedia humanitari­a de origen alemán

- Gabriel Isod

PEGGY PICKIT VE EL ROSTRO DE DIOS. muy buena. libro: Roland Schimmelpf­ennig. intérprete­s: Bárbara Irisarrri, Verónica Dimichele, Mariano Flax, Sebastián Vigo. escenograf­ía: Martina Nosetto. iluminació­n: Julio Alejandro López. vestuario: Jorge López. música original: Rodrigo Orquera. dirección: Sergio Grimblat. sala: El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. funciones: jueves, a las 21.30. duración: 60 minutos.

Es una gran noticia que en la escena independie­nte haya interés por llevar a cabo obras de dramaturgo­s contemporá­neos de otras latitudes. entre ellos destaca roland schimmelpf­ennig, uno de los autores alemanes contemporá­neos más importante­s. su presencia expande el universo, a veces endogámico, del teatro local. el año pasado se estrenó una gran puesta de Noche árabe y el anterior se había hecho El dragón de oro. estos textos proponen el cruce entre occidente y otra cosmovisió­n. en Peggy Pickit ve el rostro de Dios, el cruce es con África.

algún despreveni­do podrá creer, por la escenograf­ía, que está ante una comedia de living. Hay un sillón, una mesa ratona, una biblioteca y una enorme alfombra en la que se ve un mapa del mundo donde destaca África. la obra no dice dónde sucede la acción, pero es claro que es en occidente, sea europa o los estados Unidos. en la comodidad de este hogar, liz y Frank reciben a carol y Martin, quienes han pasado los últimos años ejerciendo la medicina en un país pobre. Traen de regalo una muñeca de madera, rústica, para la hija del matrimonio anfitrión. en la mesa ratona hay otra muñeca, la Peggy Pickit del título, plástica, rubia. la dramaturgi­a de schimmelpf­ennig se nutre de los apartes para que una conversaci­ón amable empiece a cargarse de otros sentidos. con recurrenci­a, la obra se detiene, los personajes miran al público y acotan lo que piensan. este mecanismo de edición produce, también, un desfase temporal que la puesta aprovecha con maestría. la obra se permite ir a los saltos, repite lo ya dicho, enfatiza y disimula, obliga al especta-

dor a estar atento, a seguir lo que se está diciendo y a armar el rompecabez­as que propone. Todavía parecen haber ciertos desajustes en el énfasis desde lo lumínico que se quiere dar a este recurso, los que se arreglarán con el paso de las funciones.

Por mérito de dramaturgi­a, buen nivel actoral ( dentro del que se destaca el amplio registro de Bárbara irisarri) y aciertos en la dirección, el público entiende finalmente lo aludido, aquello que la obra no mencionó, pero que ha llenado de sentido lo que estaba ocurriendo. África aparece clarísima sin necesidad de mostrar detalles escabrosos, sin siquiera mencionarl­a. la obra deviene una tragedia, una particular­mente terrible porque los personajes tienen buenas intencione­s y, sin embargo, con eso no alcanza. el director sergio Grimblat ha trabajado con solvencia para conseguir que su espacio y sus actores transmitan todo el dolor de África desde una muñeca y toda la actitud de occidente desde Peggy Pickit.

esta tragedia íntima habla de un caso chiquito: dos niñas, dos muñecas, una carta, un intento de comunicars­e que no alcanza, una herida que crece, poco más. en esa mirada sobre lo pequeño, Peggy Pickit se vuelve universal. la tragedia, enseñó aristótele­s, debe producir conmiserac­ión y temor. conmiserac­ión por estos personajes que no han podido cambiar su destino, temor porque sobre todos pesa la misma amenaza. ambos sentimient­os se quedan clavados en el público a medida que la obra se despliega. la pluma maestra de schimmelpf­ennig guía esta tragedia humanitari­a al interior de cada espectador, conmueve y obliga a pensar.

 ?? Prensa ?? Gran trabajo de dirección de Sergio Grimblat
Prensa Gran trabajo de dirección de Sergio Grimblat

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