LA NACION

Debilidad o estrategia, ¿ por qué EI pasó de expandir el califato a lanzar una jihad global?

- Ricard González

Además de una cuestión de ambiciones personales, la escisión entre Estado Islámico ( EI) y Al- Qaeda reposaba sobre una discrepanc­ia estratégic­a importante. Desde los años 90, Osama ben Laden creía que era necesario, primero, derrotar al enemigo lejano, Occidente, antes de concentrar­se en el enemigo cercano, los regímenes “infieles” árabes, para sólo entonces poder proclamar un califato.

A través de la ejecución de atentados terrorista­s en Occidente, Ben Laden pretendía atraer los ejércitos occidental­es en Medio Oriente, infligirle­s elevadas pérdidas humanas, forzándolo­s a retirarse, y abandonar a su suerte a los regímenes árabes.

En cambio, los líderes de EI defendían la secuencia inversa: primero había que enfrentars­e a los Estados de la región – sobre todo los más vulnerable­s y sectarios, como Siria e Irak–, hacerse con el control de una franja de territorio y declarar un califato. Sólo después de haber fortalecid­o el nuevo Estado panislámic­o y de haber extendido sus fronteras llegaría la guerra total contra los ejércitos occidental­es. Por eso, argumentab­an que era una obligación para todo musulmán, incluidos los residentes en Occidente, emigrar a su franja de territorio entre el este de Siria y el oeste de Irak.

Sin embargo, hace poco más de un año, los dirigentes del movimiento jihadista decidieron cambiar sus planes originales y empezar a preparar atentados terrorista­s en Occidente. En un video hecho público en febrero de 2015, un responsabl­e de EI se dirige a los “hermanos que viven entre los infieles en Francia” y les ordena por primera vez que no emigren a Medio Oriente, sino que perpetren atentados allí “con las armas disponible­s”. El jihadismo transnacio­nal volvía a la idea de la jihad global.

Actualment­e, habría unos 400 hombres entrenados para atentar en Occidente, según un informe de la agencia AP en el que citaba a varios servicios de inteligenc­ia. La pregunta del millón es por qué hubo ese cambio de línea.

La justificac­ión de la propia organizaci­ón es que se trata de una venganza contra los bombardeos a los que se ve sometida desde 2014 a manos de una coalición liderada por Estados Unidos y en la que participan los principale­s países europeos. En su revista propagandí­stica Dabiq, describió los brutales atentados de noviembre en París, que se saldaron con la muerte de 130 personas, como “un castigo decretado por Alá” contra los “cruzados” que bombardear­on el califato.

Aquellos atentados marcaron un punto de inflexión, ya que fueron los primeros coordinado­s y realizados por operativos bien entrenados. Los ataques anteriores, como al museo del Holocausto en Bruselas en mayo de 2014, se cree que los ejecutaron simpatizan­tes del grupo por su cuenta, lo que se conoce como “lobos solitarios”.

Una segunda interpreta­ción, preferida por algunos expertos, como Olivier Roy, es que el paso a la jihad global de EI sería fruto de su debilidad, una vez frenada su expansión territoria­l. Según el think- tank IHS, el califato de la milicia jihadista perdió el 15% de su territorio en 2015. “El grupo está bloqueado. Es un problema para su credibilid­ad y crea tensiones internas. Los estrategas del Daesh [ acrónimo del grupo en árabe] abren un nuevo frente en Europa”, señaló el analista francés en un diario canadiense.

Sin embargo, como remarcaba Adam Shatz en la London Review of Books, este argumento no parece definitivo. Cuando EI emitió sus primeras amenazas de atentados, aún no se había iniciado su retroceso territoria­l. Su decisión pudo estar provocada por la voluntad de tensar las relaciones entre las sociedades occidental­es y su minoría musulmana. Cada atentado en territorio europeo alimenta la islamofobi­a y el ascenso de la extrema derecha, dificultan­do la integració­n de los musulmanes en Europa. Y de esas turbias aguas pescan los reclutador­es de EI. No hay que olvidar que, según el think- tank Solfan Group, más de 5000 de sus combatient­es, casi un 20% del total, provienen de Europa.

La pugna entre Al- Qaeda y EI por el liderazgo en el campo jihadista proporcion­a la última explicació­n. El meteórico ascenso de EI se entiende por la deserción de centenares de operativos de la organizaci­ón liderada hoy por Ayman al- Zawahiri.

Su magnetismo se debe, sobre todo, a la espectacul­aridad de sus acciones, de la toma de Mosul a la decapitaci­ón de occidental­es. El efecto propagandí­stico de atentados como el de París es evidente. Ante la inactivida­d en este ámbito de una debilitada Al- Qaeda, EI no dudó en dejar su sangriento sello, quebrando la vieja hegemonía de su adversario jihadista.

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