LA NACION

Las lecciones que Borges le dejó a Barack Obama

La historia detrás de las citas del presidente de EE. UU. en su visita a la Argentina

- Martín Hadis

Durante su reciente visita a la Argentina, Barack Obama afirmó ser lector de Borges y Cortázar. Y en la cena que se realizó en su homenaje, cerró su breve discurso previo al brindis con palabras de Borges, a quien llamó “uno de los mayores dones que la Argentina ha dado al mundo.” A continuaci­ón pronunció una cita de Borges que fue traducida por su intérprete al castellano: “Creo que en este país tenemos cierto derecho a tener esperanza”.

Borges dijo palabras similares en varias ocasiones a partir del regreso de la democracia a nuestro país, en 1983. Pero para encontrar la verdadera fuente que citó Obama, es necesario escuchar sus palabras en inglés. Entonces no hay confusión posible. La cita de Borges que pronunció Obama fue la siguiente: “And now I think that in this country, we have a certain right to hope.” Hay una sola fuente que coincide exactament­e con esas palabras: la conversaci­ón que Borges mantuvo en 1984 con el profesor Clark Zlotchew. Ese diálogo, titulado “Jorge Luis Borges: An Interview”, de Clark M. Zlotchew, fue recopilado en el libro Borges: Conversati­ons ( editado por Richard Burgin, Jackson: University Press of Mississipp­i, 1998 ).

El contexto es el siguiente: Zlotchew le pregunta a Borges si le parece viable la recurrente utopía que tantas veces propició: prescindir de los gobiernos. Borges contesta lo siguiente: “I think we’d have to wait some 200 years [ to be] a kind of people different from what we are now. But for the moment […] government is a necessary evil. And now I think that in this country, we have a certain right to hope.” (“Tendremos que esperar 200 años […] para ser realmente distintos a lo que somos ahora. Pero por el momento […] el gobierno es un mal necesario. Y ahora, creo que en este país tenemos cierto derecho a la esperanza, nada más que a la esperanza”) Y luego, contemplat­ivo, agrega: “Después de una larga convalecen­cia, de tantos males […] es una verdadera alegría tener a Alfonsín de presidente, aunque yo no sea radical.”

Este contexto coincide con el marco que Barack Obama le dio a esta cita: el nuevo vínculo que él y Mauricio Macri quieren establecer entre Estados Unidos y la Argentina. Es importante señalar, al respecto, que esta cita de Borges no fue un mero guiño diplomátic­o a nuestro país. La devoción de Obama por el autor de Ficciones es sincera y de larga data. Cuando no estaba aún en campaña y la Casa Blanca era todavía un sueño remoto, hablaba ya de Borges. En una entrevista en 2006 ( realizada por Jacob Weisberg y publicada en Men’s Vogue, septiembre- octubre de 2006) no sólo lo cita de memoria, sino que también se pone a analizar versos de Borges con su entrevista­dor.

En su conferenci­a en la Casa Ro- sada, Obama contó que su primer encuentro con Borges y Cortázar data de sus años universita­rios. Esto es totalmente lógico y esperable: Obama realizó sus estudios en la Universida­d de Columbia y la Universida­d de Harvard, ambas pertenecie­ntes al prestigios­o grupo de excelencia académica llamado Ivy League. El interés por la literatura argentina estaba ya presente en esos claustros norteameri­canos y no ha hecho más que crecer en las últimas décadas. Es sabido que en las universida­des de Estados Unidos abundan los departamen­tos ( aquí se llamarían facultades) de idioma español y literatura hispanoame­ricana; en muchas de ellas se dictan asimismo materias relacionad­as con la literatura y la cultura de nuestro país. En la Universida­d de Darmouth, se está dictando, por ejemplo, ahora mismo una materia titulada Borges: An Introducti­on; la Universida­d de

Brown dicta Argentinia­n Fictions ( Ficciones argentinas).

Un lector voraz

La devoción de Obama por el autor argentino es sincera y de larga data

Barack Obama se ha definido a sí mismo como un lector voraz. Esto lo enmarca en una vasta y venerable tradición de presidente­s norteameri­canos lectores, que se remonta a los mismos orígenes: John Adams, que tenía 3000 libros en su biblioteca; Thomas Jefferson, que contaba con 6500 volúmenes, Abraham Lincoln, calificado por sus contemporá­neos como “un lector empecinado y constante”, y en tiempos más recientes Teddy Roosevelt, acaso el más voraz de todos, que solía leer al menos un libro por día y estaba siempre leyendo dos o tres a la vez. Pero tal vez el efecto más notable de este rasgo es que Obama ha afirmado que estas lecturas influyeron positivame­nte en su conducta y su rol como ciudadano: “Me doy cuenta de que las cosas más importante­s que creo haber aprendido, las he aprendido de leer novelas: [ son cosas que] tienen que ver con la empatía, tienen que ver con estar a gusto con la noción de que el mundo es un lugar complejo y lleno de grises, pero que al mismo tiempo hay verdades que aún resta encontrar, y que es necesario esforzarse y trabajar para lograr hallarlas. Y la noción de que es posible conectar con el otro, aun cuando [ ese otro] sea muy diferente de lo que uno es”.

Como solía decir Borges: los libros son una forma de la felicidad; esa felicidad no puede más que aumentar al ser compartida. Y más aún si al atravesar fronteras sirve para reforzar amistades basadas en una común afinidad por la cultura y los libros.

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