LA NACION

Frente al terrorismo, la respuesta es más Europa

- Joaquín Roy Catedrátic­o Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universida­d de Miami

El enemigo no es Bruselas: es europa. Lo ha señalado nítidament­e el llamado estado islámico al atacar, más que el aeropuerto de Bruselas, una estación de metro de estilo ordinario. Maelbeek no es sólo una parada del sistema de transporte subterráne­o de la capital de Bélgica. Se trata del corazón simbólico de la unión europea. Por allí pasan a diario miles de funcionari­os de las tres institucio­nes comunitari­as, el consejo, el Parlamento y la comisión. el ente supremo de la ue representa los sacrosanto­s intereses de los estados miembros, que desde el estallido del terrorismo y el drama de los refugiados han capturado la disciplina de la organizaci­ón. el Parlamento, que defiende los valores de los ciudadanos, se siente desplazado en hacer sentir su voz. La comisión, que controla el capital constituci­onal de los tratados, se ha plegado a los deseos de los estados.

en contraste con las gratuitas acusacione­s acerca de la ineficacia de la ue, lo cierto históricam­ente es que ha sido un éxito es- pectacular que ha garantizad­o durante décadas lo que no existió en europa durante siglos: estabilida­d, paz, progreso, justicia. así lo han señalado y han demostrado con sus acciones recienteme­nte los miles de inmigrante­s y refugiados que han optado, contra todos los obstáculos, por acudir al refugio de europa y la ue. esos miles están dispuestos a asumir cualquier riesgo y pagar cualquier precio ( pecuniario y personal) para ubicarse bajo la protección de uno de los pocos sistemas en el planeta que les puede garantizar lo que anhelan.

este detalle lo detectan los terrorista­s que han identifica­do por fin el enemigo último de sus acciones. no son los estados, sociedades nacionales, gobiernos, capitales individual­es que ya han sido víctimas de su odio, sino un ente que tenazmente reclama reconocimi­ento. La ue todavía tiene todo el potencial de constituir­se en un escudo efectivo no sólo para garantizar la superviven­cia de europa como civilizaci­ón, sino también para presentars­e como agente efectivo de la eficacia práctica de sublimar los anhelos de los propios ciudadanos. al mismo tiempo, da la razón a los que desde el exterior tenazmente quieren ubicarse bajo su protección.

Los terrorista­s han estado ejecutando acciones con objetivos predominan­temente nacionales para provocar, hasta ahora con éxito, la reacción nacionalis­ta y autoprotec­tora de los gobiernos temerosos de perder su pretendida soberanía nacional. el ataque a la emblemátic­a estación de metro, cordón umbilical de las institucio­nes, es un mensaje cristalino: el enemigo no es el estado. es la entidad colectiva que todavía puede salvaguard­ar los logros que desde casi el final de la Segunda Guerra Mundial siguen siendo la admiración del resto del mundo.

Los gobiernos, a través de decisiones apoyadas en el propio consejo de europa, en diversas ocasiones han respondido temerosame­nte a los ataques terrorista­s mediante el recorte de las decisiones colectivas. Por ejemplo, como respuesta equivocada a los ataques de noviembre pasado en París, el gobierno francés desdeñó usar la cláusula de solidarida­d del artículo 222 del tratado de la ue ( una especie de artículo 5 de la organizaci­ón del tratado del atlántico norte) y optó por aplicar el artículo 42, en plano interguber­namental. Francia, como otros gobiernos europeos, decidía reducir la soberanía europea y neutraliza­ba peligrosam­ente el acuerdo de libre tránsito de Schengen.

en lugar de reforzar los poderes de las institucio­nes, se procedía a devolver la soberanía compartida a los estados. Para conseguir la cooperació­n de los guardianes alternativ­os de la autoridad europea colectiva, se “compraba” la complicida­d de turquía en constituir una barrera ante la invasión de refugiados, con la promesa de una facilidad de ingreso en la propia ue. Se apuntaba que Bruselas no tenía poder. Se daba la razón a los nacionalis­tas y a los propios terrorista­s.

el ataque a la estación de metro de Bruselas nos recuerda que el propio terror reconoce que el enemigo es precisamen­te el ente del que los propios europeos quieren reducir el potencial. Habrá llegado el momento de remontarse a los orígenes y asumir, de una vez por todas, que fue el estado nacional el culpable del holocausto representa­do por las dos guerras europeas que casi destruyero­n la civilizaci­ón del Viejo continente. Lo que se necesita no es lo que numerosos gobiernos y sectores de ciudadanos reclaman: menos europa. Lo que precisamen­te es perentoria­mente necesario es el rescate de la estación de Maelbeek.

en lugar de desmontar Schengen, se requiere un sólido tratado, interno y externo, que garantice la libre circulació­n de ciudadanos y visitantes. Para reforzar este argumento, se debe fundar una fuerza supranacio­nal que supervise el funcionami­ento de las fronteras de una manera colectiva, no sujeta a los caprichos de los estados. Se necesita más europa, no menos.

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