LA NACION

“En los Spurs sigo dejando todo, pero ahora disfruto más de otras cosas”

Ginóbili ya no se molesta si algo no se ajusta perfectame­nte a su milimétric­a rutina de trabajo; piensa en la familia y en viajar cuando se retire, algo que continúa sin fecha

- Diego Morini ENVIADO ESPECIAL

SAN ANTONIO.– Con unas bermudas color verde, una camisa y unas zapatillas algo gastadas, camina por el centro de la sala de prensa R. C. Buford, el responsabl­e junto con Greg Popovich, de crear la dinastía Spurs. En su mano derecha un vaso hermético; la izquierda, libre, porque para ingresar al gimnasio donde se entrenan las estrellas, debe colocar el pulgar en un detector de huellas. Mezcla exacta entre lo terrenal y lo sofisticad­o. Poco del mundo de NBA. Detrás, unos minutos después, Jordan Howenstine, uno de los integrante­s del departamen­to de prensa, aparece en escena para organizar cómo deben ubicarse los periodista­s para tomar fotos y realizar notas. Y para cumplir con el protocolo que implica acordar una entrevista con uno de los integrante­s de la familia de San Antonio, se aplica más atención. Todo funciona así en el centro de entrenamie­ntos de la franquicia texana. Sencillo, como si las estridenci­as no formasen parte de ese lugar, pero con la exigencia que requiere una organizaci­ón profesiona­l.

El brillo del parquet de las dos canchas impresiona. Los jugadores, los que acumulan ceros en sus cuentas bancarias y son admirados en el planeta, parecen lejanos a esas cuestiones. Porque el francés Boris Diaw se divierte cuando advierte que debajo de uno de los aros le colocaron un cuadro con una foto suya con una copa de vino. De la misma manera que Kawhi Leonard se hace bromas con Matt Bonner, mientras se le pierde la vista vaya a saber uno dónde, aunque se intuye que es una periodista la responsabl­e.

Emanuel Ginóbili mientras trabaja con uno de sus padres deportivos, Ettore Messina. Manu también se da especio para divertirse con uno de los asistentes de Pop que pasa cerca de él. Termina su sesión de tiros y se prepara para la charla con la nacion, no quiere perder tiempo.

“¿ Hacemos la nota acá?”, dice el bahiense dando a entender que él es el anfitrión y se obliga, sin impostar nada, a sentirse cómoda a su visita. Es que ésta es su casa desde hace 14 años. Llegó aquí a los 25 años, y hoy, a los 38, mantiene su lugar de privilegio. Por eso ahora se permite hablar más de él y no sólo de básquetbol. Todo un síntoma saludable para un deportista que vivió por años bajo una alta autoexigen­cia. Se anima a divertirse durante una entrevista: “¿ Arranco? Pregunto porque veo al camarógraf­o que estaba apuntando para otro lado y pensé que estaba grabando una cucaracha que hay por allá”, dice con una carcajada.

– Llevás muchos años en la NBA, ¿ te seguís preparando igual a cuando llegaste?

– En líneas generales no cambió demasiado. Los horarios de entrenarme, mi sesión de tiros, de almuerzos, siestas y demás, siguen igual. Pero si algo de eso falla no pasa nada, antes era más estricto. En mi casa tenía que haber un silencio sepulcral… El único momento en que se usa la palabra sepulcral es para el silencio, ¿ no? Y ahora, con hijos y con diferentes obligacion­es, estoy más relajado. Si duermo o no duermo no es problema, voy a jugar igual. Es más tranquilo todo.

– Dijiste hace un tiempo que cuando agarrás la pelota ya no sentís que vas a salvar al mundo, sin embargo, en esta ciudad dicen, “necesitamo­s a Manu para los playoffs”

– A todo nivel deportivo, político, social, la percepción es tremenda. El mejor defensor de la NBA durante tres años seguidos puede rascarse los dos años siguientes y va a seguir siendo el mejor defensor, porque tiene la fama y la gente te mira de una forma diferente. Y me parece que con Tim [ Duncan], con Tony [ Parker] y conmigo pasa algo parecido. Está la percepción de que somos competidor­es. Es difícil aislarse de eso y borrar todo lo que pasó. Juegan los sentimient­os y la memoria de la gente. Así que no creo ser determinan­te, no soy el jugador que el equipo siente que si está sano puede ganar o en caso contrario se complica todo. Soy uno más, me siento importante, pero soy una parte del engranaje para que funcione el equipo. La realidad es que el equipo cambió. Los números de Leonard y Aldridge son los que mandan. Y está bien que así sea, si fuésemos todavía nosotros tres los que lideran el equipo estaríamos en otro lugar y no tendríamos esta marca de victorias y derrotas. Lo bueno es que tenemos muchas opciones.

– La gente dice acá que hay que disfrutar estos juegos porque son los últimos para verte.

– La chapa o la historia es lo que genera todo. En cierto modo sí siento que tanto para mí como para Tim son los últimos momentos, eso está claro. La gente nos transmite el cariño y respeta todo lo que fue nuestra carrera. Y el hecho de que hayamos hecho juntos todo el camino, siempre en la misma franquicia, lo hace todavía más especial, porque nos arraiga con más intensidad. Hay muchísima gente que lleva entre 15 y 20 años de abonada y vivió muchas cosas y le transmite a uno esas sensacione­s.

– Vivir tanto con Tim y recorrer la misma ruta, ¿ los hace pensar en decir “adiós” juntos?

– El año pasado acordamos seguir juntos y jugando. Si quiero seguir me gustaría que él siguiese. Pero no creo que ninguno de los dos apoye su determinac­ión en si el otro juega. Creo que la decisión de seguir o no es más profunda, tiene que ver con la familia y con las sensacione­s en la cancha, de sentirlo en el cuerpo. Si Tim no quiere jugar más, puede afectar un poquito mi decisión, pero la realidad es que dependerá de mí. Si decido seguir jugando me gustaría que Tim siguiese, pero no cambiaría mi determinac­ión si él no lo hace.

– Hace un tiempo parecías más cansado y desgastado, pero ahora se te nota diferente, como pensando hasta en seguir un poco más. ¿ Es así?

– Puede ser, posiblemen­te. No digo ni que sí ni que no, porque sería innecesari­o y no es el tiempo. Pero como dije un par de veces, estoy más tranquilo, porque el año pasado estaba más dolorido e ir a cada partido era más una carga. Este año la estoy pasando bien. Más allá de la lesión que no fue para nada grata, estoy más calmo, no estoy sintiendo la responsabi­lidad de ser la primera opción. Tengo un rol un poco más limitado y en este momento de mi vida me viene perfecto. Así que estoy mucho mejor que el año pasado. Estaba buscando este proceso de readaptaci­ón desde hace rato y noto que hasta hace un par de años era más de palabra que mental. Ahora el cambio está en mi cabeza y es donde desdramati­zo un poco más todo.

– ¿ Se renueva el deseo de ganar?

– Una vez que estás en la cancha y estás jugando por la última bola te tirás de cabeza y te matás, pero qué sé yo… Por muchos años pensaba en que debía ser campeón o de lo contrario me sentiría para la m… Y ahora no pasa. Este año tenemos una gran posibilida­d y un gran equipo; si no sucede ser campeones, no sucede. En los Spurs sigo dejando todo, pero ahora disfruto más otras cosas.

– ¿ Te gusta lo que está pasando con el equipo en la cancha?

– Sería un caradura si dijera que no. Tenemos un récord de 60- 11 y es muy raro que suceda en la NBA. Pasa un poco desapercib­ido porque está Golden State que es una aplanadora y un equipo muy único. Pero nosotros estamos bárbaros. Hasta hace un mes teníamos el problemita de no ganarles a los mejores, porque habíamos perdido contra Cleveland, Golden State, Toronto… Ahora cambió un poco porque le ganamos a Oklahoma, a Clippers y a Golden State. Ahora vamos a ver qué pasa.

– Esta libertad mental, ¿ te permite pensar en el después?

– Sigo pensando en que quiero viajar. veo difícil alejarme del deporte, pero todavía no descubro un rol en el que pueda sentirme bien. De entrada me voy a tomar un tiempo, sabiendo que eso implica un riesgo, porque quizá cuando volvés estás afuera del circuito. Pero hoy eso no es mi prioridad.

– Hay quienes se preguntan qué será de tu vida después del básquetbol. ¿ Vas a vivir en la Argentina o en San Antonio?

– Mi sueño es ser un nómade de la vida. Con hijos no es tan fácil. El otro día le decía a mi mamá “ojalá no vaya más en julio y agosto a Bahía Blanca”. Ojalá pueda pasar seis meses en los que la gente esté más relajada y el clima esté mejor. En que pueda disfrutar más a mi familia y a mis amigos. Y después dar alguna vuelta por el mundo. Los primeros dos años van a ser clave para experiment­ar, para que no me agarre la vida a los 70 reprochánd­ome por qué no lo hice a los 40. Ahora voy a probarlo y después habrá tiempo de enderezar la nave. Es la oportunida­d porque mis hijos son chicos, no hay tanto problema con la escuela y ahora se puede tener un tutor y demás. Cuando los chicos crecen y tienen 15, 16 o 17 no se puede hacer como quiero porque ellos se arraigan también. Está todo por escribirse.

– Es complejo llegar a una final de la NBA y Golden State parece incontrola­ble. ¿ Ustedes internamen­te se proponen tener esa chance de estar en la definición?

– Siempre querés una final. La querés porque te entrenaste durante ocho meses, y porque creés siempre que estás en condicione­s. Y además, porque somos un gran equipo. Todos los años lo quise y lo quiero. Llegado el momento veremos si estamos en las mismas condicione­s que ellos. Pero hay muchísmos jugadores en la NBA que ni tuvieron la chance de integrar un equipo como éste o tener una oportunida­d de llegar a una instancia de definición. Entonces, uno quiere aprovechar las pocas chances que tiene y disfrutar. Hay veces en que aparece esa chance y hay que ir a buscarla con el cuchillo entre los dientes. La idea es ir a buscar la final.

 ?? Pablo corradi ?? Ginóbili lanza en una práctica de San Antonio; con él, Messina, un padre deportivo
Pablo corradi Ginóbili lanza en una práctica de San Antonio; con él, Messina, un padre deportivo

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