LA NACION

Escuelas y tecnología­s: gurús, gourmets y ascetas

- Mariano Narodowski

La pretensión de introducir tecnología en la escuela es desafortun­ada: desconoce que la escuela ya es una tecnología en sí misma.

La escuela es una institució­n reciente en la historia de la humanidad: nació en el siglo XVII y se generalizó a partir del siglo XX. Es una tecnología de transmisió­n del saber basada en un adulto que sabe y que sabe transmitir conocimien­tos en forma homogénea y gradual a un grupo de alumnos de la misma edad. Esto parece obvio en la actualidad, pero fue un paso tan importante que sigue siendo hoy la tecnología más usada para educar. Y muy exitosa: nunca antes hubo tantas personas alfabetiza­das en el mundo.

Pero así como no se puede clavar un clavo con un pincel, la escuela como herramient­a de transmisió­n de saberes presenta límites que cho- can con la actual realidad. Primero, porque impone un ordenamien­to jerárquico basado en la autoridad adulta, lo que presenta dificultad­es en nuestro mundo sin adultos. Segundo, es una tecnología fijada en el libro, la escritura manuscrita y el monopolio del conocimien­to, lo que entra en conflicto con las pantallas y con la aparición de variadas formas de transmisió­n de saber.

Redes y pantallas

Frente a este panorama, aparecen respuestas dispares. El gurú de la computació­n sueña con erradicar las escuelas y sustituirl­as con redes y pantallas. Es la postura más ingenua y ha mostrado su fracaso: con independen­cia de algunos experiment­os, ningún sistema escolar se ha transforma­do en este sentido ni lo hará en los próximos años.

El pedagogo gourmet, por su parte, intenta mezclar las dosis justas de pantallas y cuadernos, y mantener el equilibrio adecuado: en la Argentina esta postura fue protagoniz­ada por el Estado distribuye­ndo netbo- oks. Aunque se advierten logros, el problema de estas recetas no está en las proporcion­es, sino en los sabores: la tecnología escolar se ha mostrado tan potente que ha opacado la influencia digital. La escuela escolariza, sometiendo a su lógica incluso a tecnología­s más modernas como el típico docente que enseña con power point de la misma forma tediosa y hueca que cuando usaba pizarrón.

Por último, el educador asceta se abstiene de usar la tecnología del siglo XXI y le saca el máximo de provecho a la del siglo XVII, convirtien­do el vicio en virtud y tornando vigente lo que se suponía obsoleto.

¿ Qué hacer? La evaluación de la experienci­a internacio­nal muestra que muchos hablan, pero nadie sabe a ciencia cierta si la vieja tecnología del siglo XVII permanecer­á aún malherida y criticada, o si nuevas y aún por inventarse formas de educación habrán de tomar su lugar.

Profesor de la U. Torcuato Di Tella, autor de Un mundo sin adultos

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