No se respeta la propiedad intelectual
En la Argentina tenemos una interesante controversia acerca del reconocimiento a la propiedad intelectual que es el derecho que protege a las variedades vegetales. Como en el caso de la selección nacional de futbol, en este tema todos son especialistas y opinan, ello unido a intereses sectoriales y argumentos ideológicos han constituido un cóctel que ha impedido hasta ahora actualizar la ley vigente de semillas que es de 1973, casi la prehistoria del mejoramiento vegetal. Lo concreto es que el resultado ha sido deletéreo para la industria de semillas, en 1994 había 18 empresas dedicadas al mejoramiento genético de soja en el 2004 quedaban sólo nueve. Las que subsisten, han derivado las inversiones a países vecinos como Brasil y Uruguay en donde la retribución por la tecnología es muy superior a Argentina.
En 2016 estoy cumpliendo 54 años de trabajo ininterrumpido en la industria de semillas. Lo he hecho desde empresas nacionales, multinacionales y desde hace 25 años en mi propia empresa. También en cámaras empresariales. Mis colegas de la industria me confiaron la presidencia de su máxima institución, la Asociación de Semilleros Argentinos ( ASA) durante ocho años y los proveedores de insumos tecnológicos para el agro, en la Asociación de Cámaras de Tecnología Agropecuaria ( ACTA) por otros cuatro años. En el ejercicio de esas representaciones he interactuado con los presidentes y demás dirigentes de las entidades que representan al sector agropecuario. De esos años de trabajo gremial empresario, me quedan numerosas anécdotas y una principal conclusión, si hasta hoy no está solucionado el problema del uso propio gratuito e ilimitado es porque los representes gremiales de los productores, han demostrado que no quieren pagar: así de sencillo.
En vez de adoptar algunos de los varios sistemas que se usan en otros países, con éxito, he escuchado los mas variados sistemas propuestos, todos tendientes a no pagar, extraordinaria inventiva criolla. Hemos hecho y deshecho varios proyectos de ley de semillas, con o sin auxilio de las autoridades de turno. Hoy parece que estamos por arrancar de nuevo, mientras tanto seguimos inmóviles, o sea, reculando. Hay varios argumentos para sostener que el productor agropecuario, cualquiera sea su tamaño, tiene el derecho a usar indefinidamente una variedad vegetal, con titulo de propiedad emitido por el Estado Argentino y similar al Título del Automotor o de la Propiedad Inmueble. Uno de los que mas me divierte es el de los pueblos originarios y sus derechos sobre las especies vegetales de esos lugares. En nuestro caso concreto estamos hablando de soja y trigo: la soja proviene la milenaria China y el trigo de los pagos de la Virgen María.
El edificio del Ministerio de Agroindustria esta hoy densamente habitado por representantes de las entidades gremiales empresarias rurales, algunos de los que ocupan relevantes posiciones, las mas elevadas, han sido autoridades de algunas de ellas. La industria semillera no debería ser muy optimista, respecto del futuro. Las primeras acciones demuestran que la están ignorando. La cláusula Monsanto
En estos días la discusión sobre estos temas ha recrudecido con lo que se ha denominado “Cláusula Monsanto” y no quiero dejar de aclarar la situación planteada por la forma legal que la empresa mencionada ha elegido para poner a disposición de los productores de soja argentinos una tecnología desarrollada especialmente para el cono sur de América. En estos días comenzó la entrega a los acopios de la soja de la cosecha nueva y se realiza un control sobre lo que entrega cada productor para saber si usó esta nueva tecnología. Si así fuere deberá demostrar que pagó por la misma de acuerdo a lo propuesto en oferta pública por la empresa y que no pueden alegar desconocer. Los que no hubieran pagado la tecnología en la semilla deberán hacerlo en el momento de la entrega de la producción obtenida con la utilización de esa tecnología. ¿ Y dónde está el problema? Probablemente en que algunos productores utilizaron la tecnología de Monsanto sin pagar y ahora quedarán en descubierto. Sólo de eso se trata, deben pagar por lo que usaron, de acuerdo a la más elemental interpretación del Derecho de Propiedad, que es uno solo, no diferencial para las vacas y los campos y otros para lo intelectual. El bullicio alrededor de este tema es una cortina para ocultar una acción ilegal y para eso le piden al Estado que los proteja: curiosa parábola de algunos defensores acérrimos del derecho de propiedad.
Seguramente en algún momento encontraremos la solución a este problema será cuando todos los derechos de propiedad sean igualmente respetados. Cuando eso ocurra, la Argentina volverá a ser lo que fue, un país de referencia mundial en el mejoramiento vegetal. Y los beneficios se derramaran a toda la sociedad, como ya ocurrió, ejemplo el cultivo de trigo. Pero no olvidemos, sin semillas no hay futuro.