LA NACION

Otra mirada válida sobre el gaucho, nuestro arquetipo

Si bien algunos disienten en el origen, casi nadie duda del ser fundaciona­l

- Jorge David Cuadrado

Durante muchos siglos la naturaleza del continente americano influyó a las personas que había antes de la llegada de los españoles en 1492, quienes arribaron a esta parte de América, que hoy conocemos como la República Argentina, luego de 800 años de ocupación árabe de los cuales acababan de liberarse. La fusión genética y cultural de ambas partes, principalm­ente, dio como resultado, en esta parte de América, al gaucho.

Padre del gaucho son, entonces, los indios, los españoles y los árabes. El gaucho no es una raza, es un tipo de campesino sudamerica­no que evolucionó siempre, evolucionó lentamente, como lo hace la naturaleza.

Sobre el término gaucho hay mucho escrito, el origen sería quechua para algunos, árabe para otros, francés, español, guaraní, portugués, etc. Se han considerad­o diferentes aspectos como la palabra “gauderio”, las connotacio­nes del término gaucho, fusiones, analogías inteligenc­ias que son valiosas, pero también es necesario tener precaución respecto de ciertos ejercicios intelectua­les de algunos, que por poco no investigan para dónde mira un gaucho, si nace en cuarto menguante y sopla viento norte estando solo y con dolor de muelas. Este tipo de investi- gaciones no nos sirven. El gaucho floreció como tipo en el siglo XIX, pero existió desde el siglo XVII.

La llegada de los inmigrante­s no destruyó al gaucho, pues el alma del “ser nacional” ya estaba moldeada y asimiló a los que llegaron después. El gringo nunca se hizo gaucho, pero sus hijos y descendenc­ia muchas veces sí.

El gaucho nutre a todo lo que es argentinid­ad, en los padres de la patria influyó en casi todos, en un tipo tan singular como el compadrito porteño también, y por lo tanto en casi todas las manifestac­iones del arte nacional, tanto en la geografía urbana como no urbana; es por eso y por mucho más que no detallo ahora, que es el gaucho padre del “ser nacional”.

Reitero que uno de los padres del gaucho es el árabe, no de los árabes que llegaron como tantas naciones en la inmigració­n masiva al país de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. El árabe del que hablo es el que estuvo reinando 800 años en la península ibérica, no es casual que cuando Sarmiento anduvo por la tierra de los árabes dijo que nunca esperó encontrars­e en países tan lejanos con tantos gauchos y juraría que a éste o áquel los había visto toda la vida. Tal vez de este factor, aquellos españoles ( antiguos para nuestra Argentina) dieron tipos tan singulares como el gaucho, el charro, el llanero, el guaso, el cowboy o vaquero del oeste norteameri­cano, pues este último surgió en la zona que era de España. Estos tipos humanos tan singulares no se produjeron en otros continente­s del mundo, esto es un mérito de España, de aquella España, comparada con otras potencias colonizado­res, o tal vez el mérito no sea de España, sino de América.

La realidad es que el gaucho fue el principal elemento decisivo en todas las batallas y guerras que tuvo esta parte del mundo, desde las invasiones inglesas hasta un poco antes de la llegada masiva de los inmigrante­s europeos, sin olvidarnos de su rol en la libertad de Chile y Perú. Ésta es la realidad, no se vaya a creer que un país soberano surge al concierto de las naciones, sembrando batatas y zapallos.

José Hernández, capaz de voltear un potro apretándol­o con las piernas, hombre muy grande y fuerte, era un pan de Dios en su casa, y un día su esposa lo vio golpear con fuerza con la mano un escritorio y al interrogar­lo, el golpeaba el escritorio diciendo: “Yo salvaré al gaucho”, y vaya que sí lo hizo; él, así como otros grandes hombres del arte gauchesco, especialme­nte escritores y compositor­es musicales.

El hombre que trabaja para voluntad ajena en la enorme geografía argentina, fuera de las zonas urbanas, siempre fue defendido, de verdad, por el arte. Los demás, hacen como dice Cruz en el Martín Fierro: “De los males que sufrimos / hablan mucho los puebleros, / pero hacen como los teros/ para esconder sus niditos: / en un lau pegan el grito / y en otro tienen los güevos.” En esta sentencia incluyo a todo el país, que tiene una enorme deuda con el gaucho.

La realidad del gaucho no está tan sólo en pintoresco­s desfiles, manifestac­iones folklórica­s, como Cosquín o Jesús María. Eso es lo agradable, lo lindo. La realidad del gaucho se pierde en la enorme geografía argentina, son minorías de minorías, pero no por eso dejan de existir como verdaderas “reliquias vivientes”, a lo que el Comodoro Juan José Güiraldes, fundador de la Confederac­ión Gaucha Argentina, llamaba “leyendas vivas”.

Siempre aclaro que aunque son distintos los significad­os, la palabra gaucho, paisano y criollo son usadas como sinónimos desde siempre, por la población en general y por los escritores gauchescos, y hace poco en un tema musical escuche refiriéndo­se al mismo personaje, los tres términos.

El que está en estos temas siempre exalta los valores éticos, morales y el amor por el país. Yupanqui dijo: “La tierra te ha elegido, no para tu vanidad, sino para tu sacrificio”.

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